NO SON DE FIAR
ElEl anuncio por parte del Gobierno de que va a dar marcha atrás en el proyecto de cobrarnos a los automovilistas un impuesto por la utilización de las autovías ha dejado a todos los conductores españoles «con la mosca detrás de la oreja». Parece más bien una jugada táctica. Suelto la noticia de establecer un peaje y, a continuación, se arma un revuelo de proporciones nacionales. Asustados por la reacción del contribuyente, al cual ya le sacaron en su día el dinero para la construcción de estas infraestructuras y anualmente lo «fríen» a más pagos confiscatorios para atender los gastos de un mantenimiento que no se hace, el «Peaje Socialista Obrero Español» parece que echa marcha atrás en sus pretensiones y nos dice que no va a establecer este pago. La verdad es que fiarse de la palabra dada por los miembros del PSOE parece cómico a estas alturas de la vida. Por ello, el automovilista puede pensar que volverán a la carga en pocas semanas y, entonces, el revuelo será menor porque la iniciativa ya es conocida y la gente se sorprende menos. Y aprovechando esta circunstancia, «clavo» el nuevo impuesto y no pasa nada. Como casi siempre.
Se calcula que por esta nueva vía podrían recaudar unos tres mil millones de euros, que es más de lo que cuesta el mantenimiento anual de la red de carreteras. Una cantidad importante que, además, no hay ninguna seguridad de que se vaya a emplear con este fin. Porque si se aplica el principio de que el automóvil se pague sus gastos, bien podría el Gobierno Sánchez sacar esta cantidad de los más de veinte mil millones que anualmente se recaudan por el impuesto especial sobre los carburantes de automoción, que alcanza la cifra del 56,3% de su precio. Ahí tenemos un ejemplo de que no hay una voluntad clara de reparar la red, sino de incrementar la presión impositiva para sus gastos corrientes de los cuales, por cierto, no hemos visto declaración alguna de reducción presupuestaria. Pero no es sólo esta partida la que podrían aplicar a la mejora de las carreteras. Hay otros enormes ingresos que proporciona al Estado el automóvil, como por ejemplo el 21% de IVA sobre coches, facturas de reparación, alquiler de coches, revisiones en las estaciones de las ITV y un largo etcétera en el que podrían incluirse, asimismo, las cuantiosas multas de tráfico. Si sumamos todas estas partidas, las cantidades que recibe el Estado por parte de la utilización de los automóviles se acerca a los treinta y cinco mil millones al año. ¿Y dicen que no hay dinero para evitar que la gente se mate en las carreteras por culpa de su estado, con frecuencia lamentable?
El establecimiento de este peaje supondría además la instalación de pórticos para registrar las matrículas de todos los coches y así aplicarles la tarifa correspondiente. Ello supondría, además de un nuevo gasto del orden de unos ciento cincuenta millones, un nuevo elemento de control del Estado sobre el individuo, al cual podría vigilar en todos sus desplazamientos y registrar sus idas o venidas diarias. Controlar y cobrar. Las dos aficiones preferidas por el Gobierno que sufrimos.