Los coches y la contaminación
Siempre se ha dicho que una mentira repetida hasta la saciedad se convierte en una verdad que nadie discute. Y uno de los ejemplos más claros de esta afirmación es la creencia de que son los automóviles los culpables de la contaminación del aire de las grandes ciudades. Una creencia que ya nadie pone en duda y que es absolutamente falsa. Y se demuestra continuamente con ejemplos irrefutables. Vamos a comentar algunos de ellos. Por ejemplo, los más recientes estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) identifican los orígenes de la contaminación atmosférica en todo el planeta.
Según el informe, el funcionamiento de los dos grandes sectores que mueven la humanidad, como son la agricultura y la industria, generan el 23% cada uno de ellos de la contaminación del aire de la tierra. Una proporción por debajo de la generación de energía, que emite el 33% de los gases contaminantes. La actividad de la construcción tiene asignado un 6% de culpabilidad, en tanto que el 15% restante se achaca al transporte en general. Y claro, dentro de estas labores de transporte hay que contemplar diferentes medios, tales como aviación, tráfico marítimo y finalmente, carretera. Y en este último apartado, hay que distinguir entre los vehículos de transporte más o menos pesado y los automóviles de turismo, que son los más limpios de toda esta cadena. Con la salvedad además de que el combustible que se emplea en los automóviles está tratado con aditivos. No tiene nada que ver con, por ejemplo, el gasóleo que se usa para quemar en los motores de grandes barcos de transporte marítimos o en las calderas de las calefacciones.
Si tomamos el ejemplo de Madrid, hemos pasado todo el verano con calor y sin viento, pero a pesar de ello no han saltado los registros de exceso de contaminación. Siempre se activan, curiosamente, en invierno y a partir de las ocho de la tarde. Una hora en la que la mayoría de las personas aparcan su coche tras la jornada laboral, se meten en casa y ponen la calefacción. Hay que deducir entonces que son las calefacciones las que contaminan y no los coches. Pero restringir el empleo de estas calderas o hacer que pasaran inspecciones al estilo de las ITV de los coches no es una medida popular. Es preferible aplicar el discurso demagógico que se compra en el resto de Europa. El coche es el culpable y hay que demonizarlo, impidiendo su circulación por el centro de las ciudades. Se da incluso la circunstancia de que, en la época de la pandemia, cuando la circulación de automóviles estaba prohibida, se activaron los registros de contaminación varios días.
Ante todo, este panorama, lo políticamente correcto es hablar de promocionar el coche eléctrico, aunque sea caro, no haya infraestructuras de recarga y la gente no sepa dónde enchufarlo. Pero los mismos que hablan de los vehículos cero emisiones nunca se plantean origen de la electricidad que tienen que consumir estos motores. A lo peor se genera a través de la quema de carbón. Dios no lo quiera.
Los vehículos emiten una mínima parte de la contaminación general