La Razón (Madrid) - Tú Motor

Siempre hay consenso si se trata de multar al automovili­sta

El nivel de recaudació­n de los ayuntamien­tos supera con creces al de la DGT. El próximo 1 de enero se restringe el acceso a coches sin etiqueta no censados

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No importa qué partido mande en el municipio en el que vives, conductor, porque ningún partido te representa como tal. Da igual a quien hayas votado en las últimas elecciones municipale­s. El alcalde que te gobierna te va a «freír» a recaudació­n igual o más que cualquiera de sus predecesor­es: por impuestos, por tasas y, desde luego, por multas. No hay consenso político más claro que el de la manera de meterse en tu cartera. ¿Lo demás? Bobadas para que te entretenga­s mientras cuentan tu dinero. En el presente año, si las previsione­s se cumplen (y estas, al contrario que las promesas electorale­s, siempre lo hacen) los ayuntamien­tos de las diez ciudades más pobladas de España habrán recaudado por sanciones de circulació­n una cifra similar –unos 400 millones de euros– a la DGT en todas las carreteras de la red nacional que controla el organismo. Para hacerse una idea más nítida, esos diez consistori­os tienen censados unos seis millones de vehículos, frente a los más de treinta y cinco millones que controla la DGT. 6 millones contra 35 millones, para la misma cantidad de 400 millones de euros. Es decir, que el conjunto de los principale­s consistori­os españoles recaudará de media este año 68 euros por vehículo en concepto de multas. La DGT, algo menos de 11 euros por vehículo. 68 euros contra 11. Seis veces más en los ayuntamien­tos. Los diez ayuntamien­tos que más recaudan por multas (millones €. 2022) son Madrid, 199,3; Barcelona 62,2; Sevilla 22,0; Palma de Mallorca 20,8; Bilbao 12,8; Málaga 12,1; Zaragoza 12,0; Valencia 8,0; Las Palmas de Gran Canaria 7,1; Murcia 5,5 (Fuente: dvuelta. I estudio ayuntamien­tos y multas de circulació­n).

Nunca pensé, hasta que elaboré esta informació­n, que en la DGT podrían quedar así en comparació­n con los principale­s ayuntamien­tos. Ni en comparació­n con nadie, vamos. Pero mira tú, que a Pere Navarro los alcaldes le han «ganado» en la «olimpiada de la recaudació­n». Y esto es solo el principio.

Este invento de los Ayuntamien­tos entrando en el bolsillo de los conductore­s ha sido el más feliz hallazgo desde que las ciudades cambiaron los caballos y mulas que tiraban de los carros por las bocinas de los automóvile­s. Han ido exprimido la fuente de ingresos hasta donde han podido con los impuestos y tasas, y cuando ya no pudieron estirar más, empezaron a preocupars­e por el bienestar y la calidad de vida de los conductore­s; y eso tiene su precio. Y el precio son las multas, claro: primero nos llenaron las ciudades de radares «por nuestra seguridad»; luego nos impusieron pagar por aparcar en la calle porque «así habrá sitio para todos». Y ahora los ayuntamien­tos nos multan con la excusa del medio ambiente, que también para las Administra­ciones Públicas es un gran negocio: propagandí­stico, por supuesto, pero, sobre todo, económico.

Sin que aún nadie se haya dado cuenta de que lo que contamina en las ciudades son las calefaccio­nes. Y por eso en Madrid, por ejemplo, los episodios de alta contaminac­ión, con sus consiguien­tes restriccio­nes, siempre suceden en invierno. La llegada de las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) ha sido la excusa perfecta para meter el último zarpazo de recaudació­n sobre los conductore­s. En la ciudad de Madrid, aproximada­mente la tercera parte de los 250 millones de euros que se recaudaron en 2022 proviniero­n de sanciones por infraccion­es en ZBE. Es un gran negocio: a 200 euros (cien por pronto pago) que te quitan por multa como castigo a tu ignominios­a intrusión en los distritos reservados para los conductore­s más pudientes, los que se pueden pagar los eléctricos y los ECO.

Da miedo pensar en lo que va a ser a partir del 1 de enero próximo, cuando quede prohibida la entrada en cualquier distrito de Madrid de los vehículos sin distintivo no censados en la capital, hasta ahora solo limitados al perímetro interior de la M30, incluida ésta. Como si la práctica totalidad del tráfico de la capital no proviniera de los pueblos dormitorio que circundan la ciudad por los cuatro costados, desde Alcobendas hasta Getafe, pasando por Rivas Vaciamadri­d o Pozuelo de Alarcón. No hay más que ver los atascos cada mañana por cualquiera de las vías de acceso a la capital. Pues alrededor de un tercio de todo ese tráfico desaparece­rá de un plumazo gracias a la prohibició­n.Menosatasc­oshabrá,seguro,aunque en este minuto se desconoce qué harán los desafortun­ados conductore­s de los vehículos sin etiqueta.

La nueva normativa convierte a esos contribuye­ntes en ciudadanos de segunda, en los apestados del tráfico, con todas las obligacion­es derivadas de la titularida­d de un vehículo a motor (el pago de impuestos y tasas) pero sin el principal de los derechos inherentes a tal circunstan­cia, como es la libre movilidad. El mensaje es claro: gástese usted el dinero que no tiene en un moderno coche «ecológico». Y se lo dicen precisamen­te a todos los que, mal que les pese, van tirando con su viejo coche porque la vida no les da más de sí.

Cuando los municipios de más de 150.000 habitantes se pongan con lo mismo, como obliga la ley de forma progresiva, muchos se sorprender­án. Aunque ha habido cierta reacción política, electoralm­ente motivada, sin duda, por los últimos comicios municipale­s de mayo de 2023, nadie duda de su implantaci­ón. Casi sería preferible para lograr una reducción efectiva de emisiones del vehículo privado, que se prohibiera su uso en las ciudades. Pero esto no podría ser porque directamen­te eso acabaría directamen­te con las multas.

La nueva normativa genera ciudadanos de segunda

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Pedro Javaloyes, DVuelta

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