Asia y el Sahel, los escenarios en torno a los que pivota el Estado Islámico actual
Una década después de la caída del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, esta organización yihadista ha ido cogiendo fuerza y ahora su influencia se concentra en Asia, donde su rama afgana gana protagonismo, y en los países africanos del Sahel, en los que se habla incluso de un posible nuevo califato. El atentado cometido en una sala de conciertos de Moscú y que ha sido reivindicado por el EI, se produce cerca de una zona del planeta donde este grupo tiene ahora uno de sus bastiones, Afganistán. Allí ha cogido fuerza con la llegada de los talibanes al poder y opera bajo el nombre del EI de la Provincia del Jorasán (ISPK, por sus siglas en inglés), que perpetró su último ataque este jueves contra las oficinas de un banco de Kandahar, un atentado en el que murieron 23 personas. «Desde hace un par de años no dejan de llegarnos avisos cada vez más contundentes de que esa facción del Estado
Islámico basada en Afganistán no ha dejado de ganar fortaleza», dijo a Manuel Torres Soriano, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla especializado en terrorismo yihadista. El pasado ataque en Moscú no representa «ninguna sorpresa, es coherente con el incremento de la amenaza», indica el experto, que avisa de que, a la hora de buscar razones para atentar allí, hay que huir de contextos como, por ejemplo, la guerra en Ucrania. Además de su presencia en Asia, de la mano del ISPK, el EI está muy activo en el Sahel, aprovechando una inestabilidad política con países como Mali, Níger y Burkina Faso gobernados por juntas militares, que recurren a Rusia y los mercenarios de Wagner para la lucha antiterrorista.