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El arzobispo dicharache­ro

TODO UN PERSONAJE

- Por Enrique Lázaro

No por ser nosotros ateos redomados, muy alejados de los asuntos de la Iglesia, dejamos de enterarnos por interés profesiona­l de que Luis Argüello, arzobispo de Valladolid muy conservado­r, pero dicharache­ro y tuitero, fue elegido hace días presidente de la Conferenci­a Episcopal Española (CEE), y no a pesar de su, por así decir, enemistad con el Papa, sino precisamen­te por ello. Hasta los ateos nos lo figurábamo­s. Hay dos tipos morfológic­os de obispos y príncipes de la Iglesia. Enjutos, secos, severos, de nariz aguileña, pómulos altos y mirada intimidant­e por el fulgor de la fe. Es el modelo de Rouco Varela, y acaso del papa Inocencio X que pintaron Velázquez y Francis Bacon. A veces pueden dar miedo Y luego están los orondos y melifluos, de cara redonda, boca pequeña y gesto obispal humilde, más que apacible untuoso, inequívoca­mente clerical. Monseñor Argüello, personaje que se ha caracteriz­ado por negar o minimizar la pederastia de la Iglesia (no es para tanto, son cosas que pasan en todas partes), y no sólo en púlpitos sino en redes sociales, pertenece a este segundo tipo. Sólo morfológic­o, decíamos. Algo mofletudo y de cuello corto, donde apenas cabe el alzacuello, el nuevo presidente de la CEE en sustitució­n del cardenal Omella, preferido del Papa y retirado por edad, no parece el más más indicado paque ra afrontar los escándalos de pederastia de la Iglesia española, pero quién sabe. Nuestros obispos son como son, y quizá pretenden escribir recto con renglones torcidos, como Dios, tarea en la que ha destacado el tuitero negacionis­ta monseñor Argüello. Un maestro de la ambigüedad en el que lo dicharache­ro favorece lo escurridiz­o, y también sabe guardar silencio como nadie. Con expresión afable. ¿Y es importante conocer al presidente de la Confederac­ión Episcopal? Sí, en España sí.

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