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VIDA SOBRE RUEDAS

El aeródromo de Binissalem acoge la segunda edición de la Retro Wagen Vans, reunión de amantes de las primeras generacion­es de la mítica furgoneta Volkswagen Transporte­r

- (Texto y fotos)

La Volkswagen Transporte­r es todo un emblema de la automoción. Lanzada en 1950, se alzó como un símbolo de la recuperaci­ón económica en la Alemania de la posguerra. No tardó en traspasar fronteras y marcar una época, convirtién­dose en el vehículo de la cultura flower power, en un icono de la libertad ideado para la vida nómada. Y todavía son muchos los que hoy veneran las bondades y el diseño inconfundi­ble de sus primeras generacion­es.

Ayer arrancó la segunda edición de Retro Wagen Vans, un evento único en la Isla que trata de reunir al máximo número de furgonetas refrigerad­as por aire.

«El objetivo es pasarlo bien y si el año que viene se puede repetir, crecer un poco más. La antigüedad les da un encanto especial, y ademá se pueden encontrar todas las piezas; la empresa BBT se dedica a su producción en exclusiva. Puedes hacer una furgoneta por fascículos», sostiene Carlos González, miembro de Dropwagen, un grupo de amigos amantes de los clásicos modificado­s y personaliz­ados, que llevan casi una década rodando por Mallorca con sus familias, e impulsan este encuentro.

En familia

Más de 120 personas pasarán el fin de semana en el aeródromo de Binissalem, el espacio escogido para la segunda edición. En un ambiente muy familiar, con niños y perros jugando por el amplísimo terreno, los presentes compartier­on su afición –para algunos una verdadera obsesión–, jugaron al bingo, disfrutaro­n de una barbacoa y de una animada silent disco, con la música de Boogie Bus, cuya cabina es una Volkswagen, y pasaron la noche en el aeródromo.

De esta manera, al encuentro se sumaron gran variedad de modelos. De la histórica generación T1, producidas entre 1950 y 1967, protagonis­ta de la portada del disco de Bob Dylan The Freewheeli­n; de la generación T2, producidas entre 1967 y 1979, y que, como curiosidad, supuso el fin del doble parabrisas plano, al que relevó uno de una sola pieza y curvado, y de la T3, producida entre 1979 y 1990, que aportó grandes innovacion­es, como el motor diésel, la tracción integral, el cambio automático o incluso el aire acondicion­ado.

«Compramos la furgoneta antes de la pandemia y, aunque durmamos como en una lata de sardinas, es la mejor decisión que pudimos tomar. Aporta una libertad única», explica Lara Sánchez, que pasa los fines de semana en familia, con su marido Juanma Cabeza y sus hijos Luis y Juanma, y la furgoneta como hotel rodante. «Es muy divertido: pasas tiempo con la familia, te sientes libre, disfrutas de la naturaleza y desconecta­s de las pantallas», sostienen los hermanos.

Entre los presentes también había algunos procedente­s de la Península, de Madrid y Alicante. Es el caso de Alberto López, que trajo su T1 de 1958. «Me gusta modificarl­a, hacerla a mi medida. Es la primera vez que venimos: aquí tenemos algunos amigos que vienen a los encuentros en la Península, y ya nos tocaba. Hemos aprovechad­o para recorrer toda la Isla», explica el madrileño.

«Queríamos un coche clásico y para pasar tiempo en familia. He tenido varios 4x4 y al final no les sacab partido. Además, en casa somos muy de la marca; también tenemos un escarabajo», razona el mecánico Dani Cifre, que ha pasado un intenso mes restaurand­o su T3 para disfrutarl­a junto a su mujer, Victoria Muñoz, y su hija Laia.

Este encuentro ha logrado reunir a medio centenar de furgonetas, algunas de ellas procedente­s de la Península

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Un ambiente familiar. Enmarcado por la Serra de Tramuntana, el aeródromo de Binissalem era el lugar idóneo para el encuentro. Mientras sus padres disfrutaba­n del bingo, los niños se recreaban en su amplísimo terreno.
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Más de cien personas han pasado la noche en sus furgonetas en el aeródromo de Binissalem.

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