«Fue maravilloso salir del experimento comunista, pero no estamos mejor»
El ganador de la Palma de Oro de Cannes en 2007 repasa los retos que afronta la sociedad Forma parte de la Muestra de Cine Rumano presentó en Palma ‘4 meses, 3 semanas, 2 días’, que trata el aborto clandestino en la Rumanía de Ceaucescu
Para Cristian Mungiu (Rumanía, 1968) la cosa «no pinta bien» en lo relativo al mundo y su futuro inmediato, pero esto no significa que debamos dejar «de intentar mejorarlo». Él lo hace, o al menos lo intenta, desde su arte, el cine, y se nota que le apasiona por lo que hace al entrar por la puerta de la Sala Augusta de Palma: sonreír. Y eso es mucho en el serio, aunque muy cordial, autor de 4 meses, 3 semanas, 2 días, cinta que presentó ayer como parte de la Muestra de Cine Rumano en colaboración con The Write Retreat.
Mungiu, que vive en un idilio perpetuo con el Festival de Cannes, donde ganó la Palma de Oro con el filme que presentó en Palma, atendió a Ultima Hora mientras el público visionaba la película que trata del aborto clandestino en la Rumanía de los 80, gobernada por Ceaucescu. Se muestra feliz de «haber escapado de la pesadilla del experimento comunista». No es baladí su adjetivo, ya que para Mungiu ese momento fue duro y comenta que «históricamente es maravilloso que pudiéramos salir de aquello», pero añade: «No creo que estemos en un lugar mejor».
Y es que para el director no es de extrañar que la gente esté «algo cansada» de la democracia «tal y como la conocemos» porque implica «el esfuerzo de mantenerse vigilante». Esto, asociado a que en muchos países hay «un auge en favor del totalitarismo y de los partidos de extrema derecha» da una imagen algo pesimista, pero para Mungiu «hay que seguir intentando hacer lo que podamos por mejorar lo que depende de nosotros antes de dejar esta responsabilidad a nuestros hijos o nietos».
Esto pasa por afrontar uno de los mayores retos de Europa actualmente: «Determinar qué aspecto tendrá el futuro», lo cual tiene que ver con equiparar los estándares de vida en los países ricos y pobres: «No puedes poner una valla alrededor de Europa y vivir felizmente mientras hay gente muriendo al otro lado por no tener agua corriente». El problema del cambio climático es otro frente: «Los países pobres no han de sacrificarse más, son los ricos los que tienen que hacerlo porque ellos tienen margen para hacer esos sacrificios».
En todo este tinglado mundial entra el cine como una manera de ayudar a virar este barco en el que estamos metidos, pero Mingiu es realista: «Me gustaría decir que podemos cambiar las mentes de la gente a gran escala con el cine, pero no es así». En cualquier caso, «no hace falta, basta con encender una chispa, que se inicie una conversación que luego llegue a más gente. Este es el efecto y el poder que tiene el arte», señala el realizador.
Incluso esto está difícil, porque para el rumano «el espacio para el cine con significado se ha reducido muchísimo» en pos del entretenimiento, algo que está
bien, pero que no debe quedarse todo el pastel.
Por ello, la resistencia la encabezan cineastas como él, miembro de la Nueva Ola rumana, gente que se inspira en la realidad para sus películas y que considera que «no puedes hablar de temas como la globalización» y que no buscan juzgar, sino comprender a través de sus filmes: «La vida es mucho más compleja que solo buenos y malos, todo depende del contexto. Hay una realidad que existe, luego se interpreta. Que en mis películas no haya buenos y malos no es una lección, sino una manera de ver la realidad», señala.
La Sala Augusta acogió ayer la presentación del filme como parte de la Muestra de Cine Rumano de Palma