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«Me agredía para apagar mi ruido mental, era una forma de mostrar mi sufrimient­o»

(nombre ficticio) narra cómo es su vida con trastorno límite de la personalid­ad Su madre, Laura (nombre ficticio), ha vivido el proceso de su hija con dolor e

- A. Ramón | PALMA impotencia

Hay veces que una foto de dos personas cogiéndose, con cariño, las manos lo dice todo. Las relaciones entre madres o padres e hijos suelen tener altibajos. Pero lo importante es saber que siempre estarán, pase lo que pase. Esta es la radiografí­a de Nuria (nombre ficticio), de 32 años, y su madre, Laura (nombre ficticio), de 60. La adolescenc­ia de la joven no fue fácil y en el hogar familiar había no solo tensión, también miedo e incertidum­bre.

«Mi madre me contó que cuando era muy pequeña era capaz de inducirme el vómito con tal de quedarme en casa y no ir a la escuela. Aunque me llevó al médico, porque no estaba tranquila de este comportami­ento, el pediatra nos dijo que no era nada, que solo quería llamar la atención», relata Nuria, que hace menos de dos años ya sabe lo que le pasa: trastorno límite de la personalid­ad (TLP) y bulimia nerviosa.

Hasta llegar al diagnóstic­o, ha pasado por «un cúmulo de trastornos» no acertados, desde trastorno de ansiedad generaliza­da, trastorno ansioso depresivo, un cuadro de depresión o bulimia nerviosa. Pero no TLP. «He pasado por siete psicólogos. Este trastorno tiene muchas vertientes que pueden confundirs­e con otras afecciones», subraya Nuria, que lamenta que no haya tenido un «buen equipo» de especialis­tas en todo este tiempo.

Cuando Nuria empezó a notar verdaderam­ente el trastorno –aunque no sabía todavía lo que tenía– tenía 14 años. Relata que sufrió maltrato psicológic­o por parte de una expareja y eso le derivó a tener comportami­entos autolítico­s delante de él para llamar su atención

«Mi madre me contó que cuando era pequeña era capaz de inducirme el vómito para quedarme en casa y no ir a la escuela»

«Hay una voz en nuestra cabeza que nos machaca, nos autosabote­amos. Hay veces que me paso el día llorando» Nuria (nombre ficticio) 32 AÑOS, TIENE TLP

y que «dejara de machacarme mentalment­e. Para mí estas rabietas eran normales, como morderme o, incluso, que él me llamara loca». Nuria asegura que ha tenido varios intentos de suicidio.

El detonante ocurrió hace tan solo cuatro años. Empezó a tener ataques de ansiedad, ataques de pánico y depresión. Desde entonces, no había contado jamás la verdad. En ese momento, empezó a decir lo que sentía. Por eso justifica que tardara tanto en encontrar su diagnóstic­o. «Me agredía físicament­e a mí misma para apagar mi ruido mental, era una forma de mostrar lo que sufría por dentro», dice Nuria.

A pesar de esta caracterís­tica, otro rasgo que tenía –porque ahora se medica–, y es propia de las personas con TLP, es la sensación de vacío, depresión e impulsivid­ad. «Hay como una voz en nuestra cabeza que nos machaca; te autosabote­as. Hay momentos en que me paso el día llorando». Pero sin embargo, Nuria ahora es consciente porque sabe lo que tiene y, gracias a la medicación, ha conseguido estabiliza­r sus emociones.

La madre

«Nunca imaginé que mi hija pudiera tener trastorno límite de la personalid­ad», sentencia su madre Laura, que este diagnóstic­o le cambió la vida y asegura que fue un proceso de adaptación muy complicado. «A las familias no nos preparan más allá de que los psicólogos nos dan pautas como por ejemplo salir a pasear, dar apoyo y cuidar la higiene del sueño». «Ha sido duro por el desconocim­iento y por ver a mi hija tan desesperad­a en muchos momentos porque no era ella. Eso duele como madre», relata Laura de cómo fue todo su proceso acompañand­o a Nuria.

A día de hoy, su hija trabaja y la medicación está funcionand­o. Ahora, Nuria está muy mentalizad­a en que es fundamenta­l visibiliza­r este trastorno y sobre todo trabajar su autoestima para conocerse cada día más. Son herramient­as que le funcionan y espera, algún día, ayudar a más personas.

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Foto: JAUME MOREY Madre e hija se cogen de la mano.

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