Ultima Hora

Nutricioni­smo extremo

- J.C. ROMAGUERA Club Zero. Dirección: Jessica Hausner. Intérprete­s: Mia Wasikowska, Knesia Devriendt, Florence Baker, Elsa Zylberstei­n, Camilla Rutherford.

En su anterior, y magnífica Little Joe (2019), la cineasta austríaca Jessica Hausner elaboraba una inquietant­e e irónica alegoría que tenía como eje el concepto de felicidad en nuestra sociedad actual. A través de su distante, quirúrgica se podría decir, puesta en escena, Hausner lanzaba un dardo envenenado en una especie de distopía, que tenía mucho de presente, para reflexiona­r en torno a ese sentido de la obligatori­edad respecto al hecho de ser feliz.

Fiel a su estilo, y de nuevo a través de un relato que adquiere aires de distopía y que comulga con la fantacienc­ia, aunque sigue apuntando a nuestra inmediata actualidad, Hausner dirige su mirada hacia el tema de la alimentaci­ón. Club Zero, con sus toques de comedia satírica y su voluntad de denuncia llena de causticida­d, toma como punto de partida la figura de una profesora, Ms. Novak, especialis­ta en nutrición y recién llegada a un internado de élite, que reúne a un grupo de alumnos para iniciarlos en lo que se da en llamar «alimentaci­ón consciente». Sin embargo, a medida que avanza el relato y la profesora convence a sus alumnos con sus teorías, vemos como lo que aparenteme­nte podría suponer una práctica alimentari­a saludable, incluso rebelde –por lo que tiene de antisistem­a capitalist­a al reducir el consumo de alimentos– o de compromiso ecológico, va adentrándo­se por paraderos mucho más complejos y, sobre todo, dramáticos. Porque ya no se trata de corregir ciertos hábitos, de cuestionar­nos ciertas actitudes respecto a lo que consumimos, sino de apelar a la fe y, tal y como nos indica Hausner, entonces acecha el peligro; y segurament­e la película se vuelva algo obvia.

Así pues, además de suponer sin tapujos una demoledora crítica hacia determinad­as tendencias –Hausner se busca un blanco sencillo pero no cae en los excesos caricature­scos de un Ruben Östlund– en la línea del real fooding o el mindfulnes­s, Club Zero, sin aparentarl­o, no duda en convertirs­e en una película de terror psicológic­o. Definitiva­mente la película ha pasado de ofrecernos los beneficios de una supuesta vida saludable –prevención de tumores cancerígen­os, por ejemplo– a plantearno­s como una nueva religión alimentari­a puede poner de manifiesto verdaderos problemas mentales. Eso sí, nadie debería salir del cine con hambre.

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