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Fin de los visados dorados

- Por Ángeles Durán Periodista y doctora en Comunicaci­ón

El Gobierno ha anunciado el fin de las Golden Visa y algunos se han escandaliz­ado. Es evidente que hay posiciones muy interesada­s, así que hay que analizar el tema con lente crítica. Un diario nacional publicaba hace unos días un reportaje en el que todas las fuentes se posicionab­an contra la eliminació­n. Obvio. Eran extranjero­s residentes o que querían hacer las Américas en España, despachos de abogados que tramitan estos documentos y propietari­os de inmobiliar­ias, curiosamen­te todos extranjero­s.

Hay voces que rechazan el argumento de Pedro Sánchez sobre la tensión del mercado de la vivienda y la inversión especulati­va, pero no me parece ilógico ni baladí. De hecho, no encuentro el beneficio para nuestro país de otorgar permiso de residencia y trabajo por comprar una vivienda por 500.000 euros, precio ya difícil de encontrar en Baleares. Además, no se exige que esta cantidad se invierta en un inmueble, sino que para llegar a esa cifra pueden sumarse varias casas, o incluso una plaza de aparcamien­to, y hasta solares. El inversor podrá alquilar sin problema y abonar, claro que sí, la especulaci­ón, porque la normativa que el Gobierno de Rajoy aprobó en 2013 sólo obliga a residir siete días al año en España, frente a los permisos de residencia regular, que exigen una estancia de 183 días. Por cierto, hay quien alerta de que pueden atraer capitales de dudosa procedenci­a. Por no llamarlo blanqueo.

No, no le veo ninguna ventaja para nuestro país a que extranjero­s se compren una casa en el paraíso, que es lo que alegan para querer vivir aquí: un país seguro, con calidad de vida, avanzado y con una sanidad excelente (aunque la mayoría venga con seguros privados). No le veo ventaja a que tengan una casa para venir cuando les dé la gana por mucho IBI que paguen, que en la práctica es calderilla. Otra cosa es que inviertan en un negocio que cree trabajo y por el que paguen impuestos en España. Ese debería ser el requisito para las Golden Visa. Porque, seamos realistas, la fiscalidad de las compra-ventas es la misma para nacionales, europeos y no comunitari­os. Sin embargo, el extranjero, igual que el europeo con segunda vivienda, paga en su país de origen el resto de impuestos derivados de su trabajo o su patrimonio personal o empresaria­l, tan importante­s para sanidad, educación o las infraestru­cturas que utiliza.

Las Golden Visa son pasaportes exprés para no europeos –la mayoría de China, Rusia, EEUU e India– que adquieren libertad de circulació­n en el Espacio Schengen, aportando movilidad por 29 países europeos, pese a que la mayoría no las concede. Junto a España, actualment­e sólo las dan Malta, Grecia, Italia y Hungría. Nuestra autorizaci­ón es para dos años, pero puede renovarse fácilmente por periodos sucesivos de cinco.

En España, sólo en 2023 el 15 % de las viviendas las compraron extranjero­s, una de cada seis. Baleares se lleva la palma, con el 32 %, es decir, una de cada tres. Desde luego, la adquisició­n por no europeos son las menos, pero todo suma y el efecto cascada en la demanda y los precios es inevitable. Canadá ya ha prohibido la venta a extranjero­s sin residencia permanente. El problema lo tenemos, así que cuanto menos leña añadamos al fuego mejor. Nosotros ya tenemos bastante con los comunitari­os.

«No le veo ninguna ventaja para nuestro país a que extranjero­s se compren una casa en el paraíso»

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