Leonard Bernstein: Vulnerabilidad y grandeza
Estrenada hace escasos meses en la plataforma Netflix, Maestro es el fascinante relato sobre la vida de Leonard Bernstein, el primer director de orquesta de origen estadounidense en lograr el reconocimiento internacional. Bradley Cooper se interroga sobre los avatares existencialistas de un artista atormentado, ya lo hizo en su magnífica versión de Nace una estrella, en la que también se situó a ambos extremos de la cámara. Ambas cintas diseccionan al protagonista a través de su más íntimo entorno.
La trama arranca con un Bernstein ya anciano frente al piano, evocando los episodios más trascendentes de su vida, siempre en contraste con su inestable equilibrio emocional. Y es que si algo nos deja claro este biopic es que la vida del director fue un torbellino de contradicciones. Su acercamiento a las múltiples capas del artista es una audaz ejercicio que pone a prueba nuestra capacidad para entender los enigmas de su apasionada creación. Ante el espectador desfilan recuerdos anclados en los más íntimo de su recuerdo, como cuando a los 25 años le llega la oportunidad de reemplazar a un conductor de orquesta, y toma sin ensayo previo el escenario del Carnegie Hall, en una de las escenas más emotivas del filme; o el singular lazo que le une a su mujer (Carey Mulligan) mediante escenas que destilan una fortísima química en pantalla. A través de sus ojos se nos muestra la vulnerabilidad del músico. Por contra, la revisión de los diferentes capítulos de su vida deja incompleta la casilla de sus sonados escarceos homosexuales, así como su coqueteo con las drogas.
«Una obra de arte no responde preguntas. Las provoca», dice Bernstein en esta cinta que alterna el blanco y negro y el color en el intento de aproximarnos la vida de un creador cuya existencia fue una interminable fuga hacia adelante, tratando de alejarse de unos demonios internos que acabaron atrapándole.