‘Cazafantasmas’: 40 años de aventuras, ectoplasma y risas
Tres tipos doctorados en la factoría Saturday Night Live –Bill Murray, Dan Aykroyd y Harold Ramis– protagonizaron Cazafantasmas (1984), cinta que celebra su 40 aniversario. Divertida, ingeniosa y repleta de diálogos astutos, este título de Ivan Reitman que narra una disparatada caza de ectoplasmas por la Gran Manzana marcó un estimulante y atípico cruce: el de una comedia con espíritu aventurero armada sobre un esqueleto narrativo de terror. El espectáculo estaba servido y la taquilla respondió holgadamente, propiciando cinco años más tarde su fallida secuela.
De la mano de Cazafantasmas descubrimos una geografía diferente de Nueva York, la jungla urbana de costumbre pero más inquietante que nunca, al vuelo de portales sobrenaturales, fantasmas atormentados y rituales de exorcización. Todo ello desplegado desde un ángulo juguetón, sentó los límites del universo ‘Cazafantasmas’. Naturalmente, en aquella década de explosión cómica marcada por los Chevy Chase, John Hughes, Eddie Murphy y John Candy, el humor debía ocupar un lugar preponderante. Y esa batidora de géneros funciona de principio a fin. Inocente, cercana y pegajosamente nostálgica, como un ectoplasma viscoso, esta cinta sigue rimando con entretenimiento familiar, en parte gracias al también pegajoso tema de cabecera de Ray Parker Jr (repitan mentalmente conmigo: ‘¡Ghooooostbusters!’).
Analizada en perspectiva, habría que preguntar al público más joven qué impresión les causa este filme. Sin duda, sus anticuados efectos especiales marcaran la respuesta, y difícilmente encontrarán argumentos para entender su éxito a cuarenta años vista, de la misma forma que uno es incapaz de apreciar las cualidades que encumbran al reguetón. No hay que darle más vueltas, es una cuestión generacional, y punto. Pero
convendría recordar que en su día, su asombrosa escala de efectos especiales lo dominaba todo, hasta el punto que apenas podíamos reírnos porque estábamos conteniendo la respiración. En fin, cuatro décadas después, quienes disfrutamos
de Cazafantasmas en una sala de cine sentimos que su valor trasciende los conceptos artísticos, forma parte de nuestra educación emocional, como otros tantos títulos nacidos en aquella época de películas comerciales maravillosas.