El gran arte del cómic
TODO UN PERSONAJE
Es un inesperado placer poder hablar aquí de una extraordinaria dibujante de cómics, iraní de pies a cabeza con añadidos franceses, y puesto que Marjane Satrapi, la gran autora de Persépolis, acaba de ganar el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, no vamos a perder la oportunidad de hacerlo. Persépolis, considerado uno de los mejores cómics de siempre (y el más largo del mundo), es la historia de una niña iraní de familia culta y acomodada, que tras colaborar en la revolución que derrocó al sha de Persia en 1979, se encontraron de golpe en una horrenda dictadura islámica mucho peor, agravada por una guerra de casi una década con el Irak de Sadam. Y ella, de natural muy respondona y por tanto en serio peligro, con el velo de rigor encasquetado hasta los ojos. Este cómic autobiográfico es pavoroso, pero divertidísimo, que es donde reside el arte de Satrapi, y de las obras maestra en general. Sus padres la envían a Austria por precaución, donde crece 18 centímetros en un año y le sale su célebre lunar en la nariz, que de inmediato pasa al dibujo como seña de identidad. «Era clavada a Cosette, la de
Los miserables», dice la niña exiliada. Ahora ha crecido, es rica y famosa, pero sigue igual de deslenguada y activista, denunciando la vesania de los clérigos iraníes y sus Guardianes de la Revolución. Y claro está, dibujando prodigiosos cómics (Bordados, Pollo con ciruelas), una delicia persa sobre fondo de amargas desdichas. El año pasado ya hablamos aquí de Narges Mohammadi, Nobel de la Paz iraní encarcelada en Teherán por quemar ese velo, que ya sacaba de quicio a Satrapi hace más de cuarenta años. Parece que el mundo está descubriendo a las valientes iraníes que pelean contra los asesinos guardianes de la moral. Marjane, además, dibuja unos tebeos excepcionales.