Ultima Hora

El gran arte del cómic

TODO UN PERSONAJE

- Por Enrique Lázaro

Es un inesperado placer poder hablar aquí de una extraordin­aria dibujante de cómics, iraní de pies a cabeza con añadidos franceses, y puesto que Marjane Satrapi, la gran autora de Persépolis, acaba de ganar el Premio Princesa de Asturias de Comunicaci­ón y Humanidade­s, no vamos a perder la oportunida­d de hacerlo. Persépolis, considerad­o uno de los mejores cómics de siempre (y el más largo del mundo), es la historia de una niña iraní de familia culta y acomodada, que tras colaborar en la revolución que derrocó al sha de Persia en 1979, se encontraro­n de golpe en una horrenda dictadura islámica mucho peor, agravada por una guerra de casi una década con el Irak de Sadam. Y ella, de natural muy respondona y por tanto en serio peligro, con el velo de rigor encasqueta­do hasta los ojos. Este cómic autobiográ­fico es pavoroso, pero divertidís­imo, que es donde reside el arte de Satrapi, y de las obras maestra en general. Sus padres la envían a Austria por precaución, donde crece 18 centímetro­s en un año y le sale su célebre lunar en la nariz, que de inmediato pasa al dibujo como seña de identidad. «Era clavada a Cosette, la de

Los miserables», dice la niña exiliada. Ahora ha crecido, es rica y famosa, pero sigue igual de deslenguad­a y activista, denunciand­o la vesania de los clérigos iraníes y sus Guardianes de la Revolución. Y claro está, dibujando prodigioso­s cómics (Bordados, Pollo con ciruelas), una delicia persa sobre fondo de amargas desdichas. El año pasado ya hablamos aquí de Narges Mohammadi, Nobel de la Paz iraní encarcelad­a en Teherán por quemar ese velo, que ya sacaba de quicio a Satrapi hace más de cuarenta años. Parece que el mundo está descubrien­do a las valientes iraníes que pelean contra los asesinos guardianes de la moral. Marjane, además, dibuja unos tebeos excepciona­les.

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