IMAGINA UNACASA
El arquitecto tailandés Kulapat Yantrasast ha transformado su casa de California en el mejor ejemplo de su alborotada imaginación: hormigón, cristal y acero, pasión por la naturaleza y una decoración ecléctica con vasijas procedentes de naufragios o lámpa
Kulapat Yantrasast recuerda perfectamente el momento en el que atisbó su destino como arquitecto. Tenía 10 años. Mientras dormía en la casa de su familia, en Bangkok, le despertó el ruido de una pared desplomándose en su dormitorio (su padre había asumido el rediseño de la casa). “No fue agradable— reconoce Yantrasast—, pero hizo que me diera cuenta de que podemos transformar nuestro entorno”.
Su casa en Venice, California, es prueba de ello. Edificada hace dos años en una parcela de 465metros cuadrados, la amalgama de tres plantas de hormigón, cristal y acero destaca entre las sencillas casitas de madera del vecindario. Erigida en una calle sin salida, parece el barco volador de una civilización futurista que haya echado el ancla en una isla de indígenas. Una estructura de policarbonato sobresale del tejado como una pasarela de desembarco. Detrás hay una grúa que se utiliza como montacargas para subir plantas en macetas y cajas de vino a la cubierta superior. Los paneles traslúcidos de color blanco de las ventanas del tercer piso parecen velas. El dormitorio principal descansa sobre el garaje como si fuera la cabina de mando, sustentada por el tipo de columna de hormigón que podría sostener un paso elevado en una autopista.
Las visitas entran por la segunda planta, después de atravesar un jardín con plantas africanas, subir unas escaleras y rodear una piscina que ocupa la parte delantera de la casa como si fuera un foso. Una pared con puertas correderas de cristal que comunica la sala de estar principal con la piscina también deja entrar a ráfagas el sonido del océano Pacífico. Esa exposición a la calle no le molesta a Yantrasast, quien reconoce que le gusta la sensación de vivir en compañía de la ciudad y no solamente en ella. Este fluido intercambio entre el interior y el exterior se debe en parte al legado de su asociación durante siete años con el arquitecto japonés ganador del premio Pritzker Tadao Ando. En 1996, después de que Yantrasast, que ahora tiene 45 años, finalizara su máster y su tesis doctoral en la Universidad de Tokio, comenzó a trabajar como traductor y gestor de proyectos para Ando en todos sus encargos fuera de Japón.
Su primer proyecto fue el Museo de Arte Moderno de Fort Worth, Texas. Considerado como uno de los mejores ejemplos de arquitectura de museos en el país, el edificio cuenta con un interior que conecta con el paisaje exterior: una filosofía que Yantrasast ha adoptado con entusiasmo. El arquitecto también muestra una reverencia casi infantil por el hormigón gris texturizado favorito de Ando. “Me encanta el hormigón, sí — admite—. No me gustan las estructuras de materiales costosos. Cuando llegué a Estados Unidos fue lo que menos me agradó”.
Yantrasast llegó a Los Ángeles en 2003 y junto con Yoichiro Hakomori, un antiguo compañero de clase de Tokio, fundó wHY Architecture en Culver City. En apenas 10 años, el negocio de Yantrasast ha crecido rápidamente en un sector que suele ser lento a la hora de recompensar a los nuevos talentos. “Dicen que la arquitectura es una profesión de hombres de edad avanzada — sostiene Yantrasast—, porque hay que demostrar madurez. Y porque hay que tener conocimientos y experiencia. Pero yo no he hecho más que empezar”.
Yantrasast está soltero, aunque no es un solitario. Su vida profesional y personal se dan cita en su casa, que sirve de laboratorio de las ideas que concibe con sus 36 empleados. También es el escenario de encuentros mensuales: charlas protagonizadas por algún artista o diseñador, con bebidas sacadas de la caja de herramientas de un mecánico que hace las veces de barra. “Toda la casa esmuy hágalo usted mismo”, comenta con una carcajada. Sillas cubiertas de fieltro y lámparas de pelo sintético semezclan con un par de butacas auxiliares plateadas del diseñador polaco Oskar Zieta, una poltrona de cartón ondulado de Frank Gehry y un sillón de papel prensado de panal de abeja de Tokujin Yoshioka.
La mayor parte de la casa está llena de prototipos de HOW, el laboratorio de diseño que representa la H de wHY. “Las cosas son caras — explica Yantrasast—. Por eso prefiero diseñar mis propias sillas y lámparas”. Un sofá blanco que pasa de tener un lado a ser doble mediante la reorganización de sus almohadones es un ejemplo de ello. O unamesa de dibujo que se puede elevar para los cócteles y bajar para las cenas.
Yantrasast siente un cariño especial por sus objetos favoritos: vasijas fosilizadas de un naufragio, unas herramientas para tejer alfombras proveniente de Turquía… Gran parte de su ropa la firma Comme des Garçons, una marca que admira por su diseño deconstruido: “Me debí de comprar una tonelada de esas chaquetas suyas que tienen las costuras al descubierto”. Como esas chaquetas, explica, su casa no es algo terminado. “Parece una obra en construcción”. �