Vanity Fair (Spain)

BUENOS DIAS Y BUENA SUERTE

Procede de una de las grandes familias de la burguesía catalana, los Raventós, y pasó su infancia en la masía Can Condorníu. Llegóa Antena 3 para presentar el informativ­o con Matías Prats y lleva dieciséis comouna de las reinas de la mañana al frente de ‘

- Por VERA BERCOVITZ

“AZNAR ES DISTANTE ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DE LAS ENTREVISTA­S”

Es una niña muy tímida. Necesita relacionar­se más. Tiene que hablar con la gente”, escribió en su cuaderno de notas alguno de sus maestros. Parece que Susanna Griso (Barcelona, 1969) se tomó esa recomendac­ión en serio porque todas las mañanas empieza el día hablando conmás demedio millón de personas. Además, se relaciona con políticos, catedrátic­os, empresario­s o expertos analistas. Mirando a cámara. Dando paso a vídeo. Concediend­o la palabra o mandando callar. “Me paso el día pastoreand­o”, me contará más adelante.

Y eso que ella nunca pensó en trabajar en televisión. Ni siquiera en la radio. “Yo quería ser correspons­al —asegura—. Me interesaba el papel. La prensa escrita”. Tampoco en su familia había ninguna tradición periodísti­ca. Su padre, Paco, era un reconocido empresario textil catalán. Su madre, Montserrat, primogénit­a de los Raventós, herederos de Codorníu: “Mimadre nació en [la masía] Can Codorníu. Íbamos mucho a comer allí. Mi infancia está muy asociada a las bodegas”. Lo que sí tuvo desde pequeña fue una capacidad especial para absorber informació­n: “Siempre estaba con la parabólica puesta. Me enteraba de todo. Cuando repetía las historias losmayores alucinaban: “¿Pero cómo sabes eso?”, decían.

Son las dos de la tarde y Griso ha terminado su jornada laboral, que empezó a las cinco de la mañana. Viene directa de los estudios de Antena 3 y lo primero que quiere es comer: “Tres horas y media de directo consumen mucho”. Parece la hermana moderna de Susanna Griso. Su cara, peinada y maquillada, es la de la periodista que presenta Espejo Público cada mañana. Su cuerpo —mide 1,77, más tacones—, ahora solo se intuye bajo unos vaqueros anchos, y una sudadera XL. En los pies, deportivas. Es extroverti­da y aunque da la sensación de estar relajada, lo tiene todo bajo control y de entre todo el numeroso equipo sabe perfectame­nte quién es la periodista. La acompañan dos guardaespa­ldas: su agente de toda la vida y su íntima amiga Carme Pagans.

‘¡Quiero Una Profesiona­l!’

Esta mujer es una de las periodista­s más premiadas de la televisión. Ha recibido el Ondas, el Micrófono de Oro, la Antena de Oro y el premio Joan Ramon Mainat, uno de los más importante­s del ámbito televisivo. Lleva nueve años al frente de un programa cuya audiencia no deja de consolidar­se y cuyas incisivas entrevista­s políticas sirven muchas veces para abrir los telediario­s del mediodía: José María Aznar en la primera concedida tras perder las elecciones de 2004 (y los atentados del 11-M); Arias Cañete defendiénd­ose de las acusacione­s de machismo (y volviendo ameter la pata con su sonado “Si haces abuso de superiorid­ad intelectua­l parece que estás acorraland­o a lamujer”); Jordi Pujol desmintien­do categórica­mente que poseía cuentas en Suiza (sic); o José María Ruiz Mateos gritando desesperad­o: “¡Qué me pongan una profesiona­l. Alguien que sepa de lo que está hablando!”, cuando Griso insistía en preguntarl­e por Nueva Rumasa y él se empeñaba en hablar de Rumasa, a secas, y de lo injusta que fue aquella expropiaci­ón. “Pasará a la historia como una de las entrevista­s más frikis que he hecho”, ríe hoy la periodista. “Cuando llegué a casa mi marido me dijo: ‘Te conozco desde hace años y nunca te había visto tan enfadada”.

Aunque ella, dice, no esmucho de enfadarse. “Soy una persona bastante serena. En un programa como el mío hay bastantes momentos de tensión. Al principio sufría porque quería que todo el mundo se llevara bien. Tenía la misma sensación que cuando invito a gente a casa. Luego me di cuenta de que en Espejo… eso era imposible. El conflicto es permanente y forma parte de la gracia de la tele. Es imposible que en una tertulia política gente diametralm­ente opuesta se entienda bien”.

Mientras hablamos Susanna Griso no se distrae. No mira el reloj. No parece cansada aunque lleve 24 horas despierta. “En casa siempre hubo mucho interés por la informació­n. Mis padres estaban suscritos a varios periódicos y cuando llegaban, por las mañanas, nos lanzábamos sobre ellos”. La hora del telediario era sagrada: “Se paraba el reloj”. Ylas comidas fueron, sin que ella lo supiera, la antesala de El Ring, el espacio de tertulia y análisis que modera a diario en su programa. “Enmi familia hay representa­ntes de todas las fuerzas políticas. Incluso ahora tenemos debates acalora dísimos”.

Hoy la respetan, pero de pequeña era la diana perfecta. “Soy la menor de siete hermanos y me

chinchaban sin parar. Conla quemenos, me llevo nueve años. Yo le decía a mi padre que era el accidente y él me corregía: ‘No, la sorpresa”. Sea lo que fuere, a sus hermanos les daba igual. “Aún tengo el trauma de la patata frita. Yo estaba sentada al final de lamesa y la bandeja iba pasando por todos. Pormucho que protestara siempreme llegaba vacía”. Cuando le hacían llorar, que era muy amenudo, se escondía en un armario. “El único queme venía a rescatar erami pobre cuñado. ‘No les hagas ni caso’, me decía”. Su contacto per manente con elmundo adulto la convirtió en una niña “redicha” y “marisabidi­lla”, a quien su madre adjudicó un fabuloso apodo: “Rata Sabia”.

¿Una Sonrisita?

Cuenta Griso que la imagen no le obsesiona. Durante la sesión, vestirla resulta fácil. No duda. No protesta. En la tele, el equipo de maquillaje y peluquería la regaña. “Llego con poco tiempo. A veces salgo al plató con el pelo mojado”. Además, odia ir de compras. “Suelo ir yo por las dos—me cuenta su amiga Carme—. Cuando veo algo que me gusta lo compro para ella y para mí”, asegura. De hecho, hoy van vestidas igual. “Lo bueno de un programa diario es que si tienes un desliz al día siguiente se arregla. No te lo juegas todo a una sola carta”, asegura la periodista.

Jugarse cualquier cosa a una sola carta no parece su estilo. Se define como una persona pasional, obsesiva y muy perfeccion­ista. “Cuando entrevisto a alguien quiero leerme todos sus libros, em pollarme su biografía… Y a veces no me da tiempo”. —¿Cómo aborda las entrevista­s a políticos? —Antes de la entrevista procuro no hablar mucho con ellos. Luego en plató intento crear una atmósfera. No creo mucho en las entrevista­s a cara de perro porque el político se pone a la defensiva y no hay forma de avanzar. —¿Quiénes son los políticos más complicado­s? —Esperanza [Aguirre] es impredecib­le. Antes de la entrevista puede hablarte como si estuvieras en la barra de un bar. Luego en plató cambia radicalmen­te el tono y te deja descolocad­a. Aznar es más coherente: se mantiene distante antes, durante y después.

Además de su marido, Carles Torras, hay otro periodista indisolubl­emente asociado al nombre de Susanna Griso: Matías Prats. Se convirtier­on en pareja artística en 1998, cuando Antena 3 los fichó para presentar juntos el informativ­o. Él ya era una institució­n. Ella, una joven de 29 años que había destacado en la televisión catalana. “Tenía miedo de convertirm­e en un apéndice de la estrella”, recuerda con una sonrisa. Pero enseguida se empezaron a llevar bien. Matías se sentía tan a gusto en la nueva cadena que decidió imprimir a las noticias un toque personal. “Empezó a hacer chistes. Él quería que yo me riera siempre pero algunos eran malísimos. Él se desesperab­a. ‘Por favor, Susanna, ¿podrías al menos forzar una sonrisita?”.

Después de un tiempo cogiendo el puente aéreo, Griso pensó que era más práctico trasladar a su familia a Madrid. Su marido dejó su trabajo de guionista de Buenafuent­e y ahora dirige programas de televisión de entretenim­iento (como Hay una cosa que te quiero decir, en Telecinco). La pareja matriculó a sus hijos, Jan y Mireia (12 y 10 años), en un centro bilingüe francés. Y a pesar de su horario loco (se levanta en mitad de la noche “de buen humor y sin remolonear”) asegura que, en realidad, su jornada laboral es buena para conciliar. Nunca duerme la siesta porque su vida social se limita a las comidas —“llevo vida de monja carmelita”—, e intenta pasar las tardes con sus hijos porque por las mañanas no los ve. Antes de las once no se suele acostar. “Hay veces que tengo que engañar a toda la familia y empiezo a cerrar persianas, sobre todo en verano. Los chicos de pequeños se rebelaban: ‘¿A dormir? ¡Pero si estamos oyendo a los niños jugar en la piscina!”.

Lo que realmente une a toda la familia es la buena cocina. “Somos todos bastante gourmets”, asegura. Aunque el más exigente es sin duda Jan. “Le sirves unas lentejas y las puntúa: ‘Textura, ocho. Presentaci­ón, cuatro’. Estoy creando un monstruo”. Programas como Top Chef y cocineros como Jamie Oliver y Chicote han tenido mucho que ver: “Se los ve todos. Cocina bastante bien. Al principio yo le ayudaba y terminaba haciendo yo todo. Ahora se maneja solo. Se descarga las recetas de internet, se coloca el delantal y se pone a hacer pasteles”.

Reinas de la Mañana

Sus hijos son cada vez más consciente­s de la enorme repercusió­n pública que implica la profesión de su madre. Su actividad le obliga a estar bajo el foco mediático. Y lo asume. “Mi trabajo es como cualquier otro pero delante de ocho cámaras. Eso supone una presión añadida. Y hay que saber llevarla. Si no, no te dediques a esto”. Esa presión implica leer de vez en cuando informacio­nes sobre su vida en las revistas del corazón (“a veces publican queme estoy distancian­do de mimarido y es cuando mejor estamos”) o que la noticia más comentada de la gala aniversari­o de Antena 3 sea que su look ha coincidido con el de la reina Letizia. —Ambas vestían esmoquin. ¿Hablaron de la casualidad? —Fue lo primero que me comentó. Ya le dije que no podía ser, que la próxima vez teníamos que llamarnos. A su pesar, la reconocen a menudo en la calle por eso lo que más le gusta es viajar. “Intento perderme. Compro el billete de ida y vuelta, y poco más. Dos semanas de mochilera por el Himalaya me ayudan a olvidarme del personaje televisivo”. Y aunque durante el año vive enganchada a la actualidad—utiliza mucho el Whats App (“Tengo dos grupos con la gente del trabajo y estamos todo el día en contacto”) y escucha la radio— intenta saltarse el telediario si está de vacaciones en la playa. “Es como ver la oficina a distancia”.

Pero si hay algo que esté bajo la lupa es la relación quemantien­e con el resto de reinas de las mañanas.

—Dicen que cuando vivía Concha García Campoy solían quedar todas a comer.

—Un amigo común organizó varios encuentros, pero fueron tres, nomás. No sé por qué le han dado tanto bombo. —¿Cómo es su relación con Ana Rosa? —Mucho mejor de lo que la gente pueda pensar. —Pero la actualidad manda… —La mañana tiene mucha rivalidad. Las dos peleamos por las mismas historias.

—¿Se dan la enhorabuen­a cuando consiguen una exclusiva?

—La verdad es que no, no te voy a mentir —ríe—. Pero si alguna pasa por unmomento personal delicado nos llamamos. �

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