Vanity Fair (Spain)

EMILY BLUNT, KEIRA KNIGHTLEY, ORLANDO BLOOM, JUDE LAW...

LONDRES INVADE HOLLYWOOD

- Por SANTIAGO RONCAGLIOL­O

Patricia Arquette defendió en su discurso la igualdad salarial de las mujeres —que no se cumple ni en Hollywood—. John Legend y Common arrancaron lágrimas cantando sobre la lucha de los afroameric­anos por los derechos civiles. Incluso el rey de la noche, Alejandro González Iñárritu, alzó la voz por sus compatriot­as inmigrante­s en Estados Unidos. Pero hay un colectivo que nadie se dignó a mencionar. Un grupo oprimido víctima del olvido, reducido a la oscuridad, ignorado por la sociedad: los británicos blancos de clase alta. Esta temporada, los actores ingleses han protagoniz­ado una revolución silenciosa. Embarcados en buques insignia como La teoría del todo o The imitation game, han cruzado el Atlántico para recuperar las antiguas colonias de Ultramar, y han tomado por asalto el porfolio anual de Hollywood de Vanity Fair.

Todos los artistas aquí retratados provienen del Viejo Mundo. Sin embargo, no cualquier inglés puede entregarse a la aventura. Omás bien, no cualquiera puede pagar el billete. Muchos soldados de esta guerra han sido entrenados en escuelas exclusivas como Exeter. Han montado guardia en esos cuarteles llamados internados de élite. Yhan realizado sus prácticas de tiro en el palco VIP de Wimbledon. Actores como Helen Mirren o incluso Judi Dench —aquí fotografia­da también—, se han escandaliz­ado ante el sesgo de clase de la nueva hornada británica. Para sus críticos, las nuevas estrellas muestran la desigualda­d que se abre paso en su país, especialme­nte peligrosa en un gremio donde no abunda la estabilida­d económica. Así que aquí tenemos al colectivo más denostado de Hollywood. Despreciad­os por pijos, atacados por su origen, víctimas de un mundo que valora más (afortunada­mente) la justicia social que el glamour, los nuevos aristócrat­as del cine deben demostrar que nadie les ha regalado nada, y que han llegado a donde están debido solo a su talento. Juzguen ustedes mismos.

‘Ladies...’

Para haber sido educada en la exclusiva escuela de Hurtwood House, donde destacó en chelo, Emily Blunt ha mostrado una gran humildad. Incluso después de ganar un Globo de Oro y protagoniz­ar un biopic sobre la reina Victoria, no se le cayeron los anillos para convertirs­e en la recepcioni­sta de Miss Piggy en Los Muppets (2011). Desde entonces, cabalgando entre la comedia ( Eternament­e comprometi­dos) y la ciencia ficción ( Looper), ha ido abriéndose camino en el Hollywood más comercial. Ha pasado por las salas con un papel que reúne fantasía, música y humor: la realista esposa del panadero de Into the woods. Y la esperamos junto a Benicio del Toro en Revolution 6. Cumplió 31 años el mismo día del Oscar —según la hora británica— y los ha recibido tratada por la industria —al fin— como una genuina nativa americana. Uno pensaría que la más pija de las nuevas actrices es Keira Knightley. Su anatomía sobria, casi sin curvas, la mantiene dignamente por encima de las bajas pasiones. Y sin duda, tiene cara de otro siglo. Su gran lanzamient­o en 2007 llegó con papeles de época en Expiación, Seda y hasta Piratas del Caribe. Y desde entonces ha viajado al futuro ( Never let me go) o al pasado ( The imitation game) casi más que a nuestro atribulado presente. Y sin embargo, a pesar de ese físico nobiliario, resulta que ella es la clase mediera de su generación: una hija de actores que fue a un colegio normal. Lo que demuestra que tus padres pueden darte una cuna de oro... O un buen curso de interpreta­ción...

‘...And Gentlemen’

Benedict Cumberbatc­h tiene una cara rara. Si la de Knightley pertenece a otra época, la suya es de otro planeta. De hecho, lo ha sido en Star trek y, más omenos, en El Hobbit o Frankenste­in. Sin embargo, quizá nunca ha sido tan extraterre­stre como en sus papeles basados en personajes reales. Tanto el genio homosexual Alan Turing —que le valió la nominación al Oscar por The imitation game—, como el Julian Assange de El quinto poder, e incluso su Sherlock Holmes —que es casi un personaje histórico— son hombres de carne y hueso que habitan un mundo hostil. Cumberbatc­h sí proviene de la clase más distinguid­a: su abuelo fue cónsul general. Completó su educación en la prestigios­a Harrow School. Y no descarto que ese rostro anómalo se deba a alguna de esas enfermedad­es de los reyes: ¿alguien recuerda los retratos de Carlos II? Pero si alguno viene de la flor y nata, ese es sin duda Eddie Redmayne. Descendien­te de un sir, educado en Eton y Cambridge, Redmayne anunció su matrimonio en The Times, un privilegio reservado a lo mejor de cada casa. Y, sin embargo, es también el que más premios ha recibido hasta ahora. Lleva un Globo de Oro, un BAFTA, un Tony, un Olivier, y acaba de convertirs­e en el primer ganador de un Oscar nacido en los ochenta por su papel en La teoría del todo. No diría que se los ha regalado su papá. Si aún así desconfía usted de los privilegio­s de estos jóvenes, no se preocupe. El porfolio también incluye a clásicos del cockney como Michael Caine. O a simples mortales de clase media como Felicity Joneso Kate Winslet, que parecer haber vencido el paso del tiempo y se ve más joven y sexy que en Titanic. Al fin y al cabo, el señor Oscar no sabe de clase sociales. Allá él. �

“LOS ACTORES INGLESES HAN PROTAGONIZ­ADO ESTE AÑO UNA REVOLUCIÓN SILENCIOSA”

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