Trucos de ‘High Class’
LosdescendientesdelaaltasociedaddeManhattanselasapañan paraseguiraparentandosintenerquesumarhorasdeoficina.
a vieja guardia del Upper East Side suele vivir en maravillosos pisos heredados sobre Park Avenue y pertenecer a todos los clubes bien. Son personas que no están preocupadas por tener que donar fortunas a las escuelas de élite para que sus hijos tengan la oportunidad de ser admitidos porque, como descendientes de exalumnos, entran automáticamente. Pero también son lo que se conoce como “cash poor”. Al no tener ingresos importantes —eso de trabajar de verdad en una ciudad tan competitiva comoNuevaYork les parece un poco como de arribista— muchos sufren de una falta de liquidez cotidiana considerable.
No obstante, esto les sirve para agudizar el ingenio a la hora de mantener las apariencias, que siempre es mucho más atractivoque sumar horas enuna oficina.
Es el caso de una conocida dama local, a quien un reconocido fotógrafo hizo un gran retrato en los años setenta para una de las revistas que, por aquel entonces, narraban las crónicas de la alta sociedad. Lo tenía enmarcado en un lugar clave de la sala donde, además de satisfacer su ego, tapaba una mancha de humedad de la pared. En la imagen se veía cómo, entre el dedo índice y el medio, se llevaba un cigarrillo a la boca sugerentemente. Las madres de las compañeras de la escuela de su hija adolescente, horrorizadas por el mal ejemplo para las jóvenes, amenazaron con no permitirles entrar allí nuncamás. Entonces ella misma borró el pitillo con un pequeño retoque digital. Sus dedos en la imagen quedaron como si estuvieran haciendo el símbolo de la paz, también muy setentero, pero el gesto ya no implicaba ningún estigma en la era políticamente correcta ni tampoco la necesidad de, finalmente, llamar a un albañil para que reparase el muro.
Aunque las cosas no siempre salen como uno planea. Un amigo se compró un abrigo impecable de cashmere de Brooks Brothers por 20 dólares en el mercadillo de ropa usada de la iglesia presbiteriana local más chic. Se trata de un gran acontecimiento social en el que la gente del barrio saca del armario la ropa (siempre de marca) que ya no usa para su reventa, y la recaudación se destina a obras filantrópicas. El hombre, descendiente de los puritanos del Mayflower, pero cuya familia no ha tenido un sueldo decente casi desde entonces, estaba encantado con el chollo. Su deleite se incrementó exponencialmente cuando descubrió, además, que el dueño original había dejado olvidado un billete de 20 dólares en el bolsillo del abrigo. “Solo en el Upper East Side”, sonrió para sus adentros. La alegría le duró poco. Al llegar a casa, su mujer le comentó lo curioso que le resultaba que hubiera elegido justamente esa prenda: era su viejo sobretodo y, como no lo había usado en años, ella había decidido donarlo. �