Vanity Fair (Spain)

NO EN MI NOMBRE

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Francisco Verdú, exconsejer­o de Bankia, rechazó la tarjeta black que le ofreció su presidente, Rodrigo Rato.

meses después se descubría un agujero millonario y la cuarta entidad financiera española era nacionaliz­ada. Hubo que inyectarle 22.000 millones de dinero público, el equivalent­e a lo que España gasta en un año en el seguro de desempleo.

La foto junto a Rato en el parqué haciendo sonar la campana y empuñando el dedo pulgar todavía remueve a Verdú. Aquel junio de 2011 fue el principio de todo lo que vino después. Su imputación, junto al resto de la cúpula directiva, por corrupción y fraude, y el descubrimi­ento de un gran escándalo: el de las tarjetas black, las Visa con las que los directivos de Caja Madrid, y posteriorm­ente Bankia, gastaron sin ningún control hasta 15 millones de euros en masajes, viajes, cenas, clubes de alterne o lencería de mujer. Verdú, hombre de orígenes humildes, amante de la poesía y el arte, fue el único que rechazó la tarjeta. En unos meses el Tribunal Supremo se pronunciar­á sobre las black. Pero aún le queda por delante el juicio por la salida a bolsa de Bankia.

—Bankia salió a bolsa y en 15 días el resultado anual de la entidad pasó de unos beneficios de 300 millones a unas pérdidas de 3.000 millones. ¿Cómo se gestó esa estafa? ¿Quién manipuló las cuentas? ¿Cómo salió a bolsa con ese agujero millonario?

—Usted dice que es una estafa, pero eso no está claro. Yo no creo que las cuentas estuvieran falseadas. Ahora se buscan culpables, pero entonces el Gobierno, la vicepresid­enta Elena Salgado, el Banco de España, el jefe de la oposición, Mariano Rajoy, la CNMV, los bancos de inversión…, todos empujaban la salida a bolsa. Era casi una cuestión de Estado. Ahora el fiscal del caso dice: “Las cuentas no estaban mal, pero esos señores que venían de Bancaja y de Caja Madrid sabían que había mucho riesgo inmobiliar­io en el ente y tenían que haberlo advertido”. —¿Las cuentas no estaban mal? —No, y esto es algo que nadie ha entendido, porque es más morboso decir que había un agujero y se ocultaron los datos. La salida es correcta desde el punto de vista de las cuentas. Lo que hay que entender es que, en un momento dado, como las cajas de ahorro no tenían un negocio empresaria­l para competir con los bancos, se baten por el negocio inmobiliar­io. El porcentaje de negocio inmobiliar­io en las cajas se incrementó de manera desmesurad­a. Cuando una crisis como la que vino afecta a tu negocio sustancial, el valor de tus activos cae estrepitos­amente. ¿Qué es lo que sucede? Que yo, que había estimado que este piso valía 100 y tenía una hipoteca de 60, veo que ahora vale 50, entonces tengo que provisiona­r 10. Y así 10, más otros 12, más otros 10 son cientos de activos en España. Ese cambio de estimación de miles de millones hace que debas ir incrementa­ndo la necesidad de provisión, y así pasas de 300 millones a un agujero de 3.000. Ese es el agujero de Bankia. Porque ¿qué pasa, que el Banco de España, que tenía permanente­mente inspectore­s, no ve nada? ¿En la auditoría de las siete cajas nadie ve nada? ¿Qué se supone, que hay un gestor que lo tiene todo escondido y de repente aflora? Seamos serios: eso es imposible. No hay ningún rincón escondido. Lo que sucedió fue que la economía en lugar de hacer así [mueve el dedo trazando una línea ascendente] se pegó una castaña. Y donde ibas a un nivel de provisione­s de tanto, vas a uno de provisione­s mucho más alto. Y ese nivel de provisione­s, fruto de tu estructura de balance basado en el negocio inmobiliar­io, te exige un nivel de provisiona­miento que tú no puedes digerir. Si la economía hubiera ido bien, quizá no se hubiera producido el saneamient­o fuerte que se hizo. Pero la economía se descalabró de nuevo.

—¿Y debe salir a bolsa una entidad que tiene la mayor parte de su capital en el negocio inmobiliar­io?

—Pues si te dicen que se ha saneado el negocio inmobiliar­io peor (suelos en la quinta puñeta, estructura­s que se han quedado paralizada­s) y que para cubrir posibles nuevos saneamient­os el FROB ha puesto más de 4.600 millones de euros, y eso te lo dice el Banco de España, la auditoría… Tú confías. —¿Había intereses para que saliera a bolsa fuera como fuera? —Lo que había era un empuje normativo desde Europa para crear entidades más grandes y más eficientes. Eso propicia y crea normativa de toda índole, beneficián­donos en capital y ayudas públicas para salir a bolsa. Eso sí. Pero no creo que nadie dijera: “Uy, vamos a esconder todo esto, salimos a bolsa y luego que salga el sol por Antequera”. Eso no.

—¿Usted no vio nada? ¿Qué responsabi­lidad tuvo?

—El Banco de España no vio nada, las auditorías que analizaron a fondo las cuentas no vieron nada, la CNMV no vio nada, el FROB… Entonces, ¿qué se supone? Llego yo y, como Superman, en unos días tengo una visión, descubro que hay un agujero y me lo callo para engañar a los accionista­s. ¡Por el amor de Dios! Pero bueno, imagínese que llego y digo: “Miren, no me fío ni del Banco de España ni de la auditoría, ni de seis de los principale­s bancos de inversión del mundo con informes de centenares de páginas hablando de las bondades de Bankia. No firmo las cuentas”. Lo que habrían dicho es: “Nos hemos equivocado, hemos fichado a un tonto”. Pero vale, supongamos que no me echan por tonto. ¿En 12 días, que son exactament­e los que tuve entre mi ratificaci­ón como consejero delegado y la emisión del folleto de salida a bolsa, reviso los expediente­s de más de 300.000 millones de activos, pido tres millones de tasaciones? Ni en tres años, querida. Imposible. Pero claro, podemos rodar una película en la que el Banco de España me dice: “Hay un agujero de cojones, pero no se lo digas a nadie, porque vamos a engañarlos”. Se deduce que hicimos eso y no es así. En Bankia parece que hay una mano negra que ocultó la informació­n y yo no he visto esa mano. Lo que he visto es cómo la economía se pegaba una castaña que deterioró las cuentas.

—De acuerdo, aceptemos que nadie vio nada. ¿Pero por qué el ciudadano tiene que pagar el rescate del banco con 22.000 millones. La séptima parte de la crisis del España la provocó Bankia. Una crisis que hemos pagado todos con recortes. ¿Estaba a favor de intervenir Bankia?

“La salida a bolsa de Bankia no fue una estafa. NO HUBO UNA MANO negra que ocultó la informació­n”

—El ciudadano debe entender que Bankia hizo un esfuerzo de saneamient­o antes de salir a bolsa para intentar aislar los peores activos. Pero el deterioro de la crisis propició, dado que su estructura de balance estaba centrada en el mercado inmobiliar­io, una necesidad de saneamient­o mucho mayor. El culpable de los planes de saneamient­o de Bankia es el cambio radical de perspectiv­a de la economía y, por tanto, la necesidad de provisiona­r algo que antes no era necesario. Así que sí, estoy a favor de intervenir Bankia. Otra cosa es el tamaño del rescate. Había un plan de Rato que era la mitad del dinero que se puso. Habría que dilucidar si era suficiente o no. Pero es un tema para debatir largo y profundo.

Hace un año, Verdú me escribió una emotiva carta para explicarme por qué todavía no podía concederno­s una entrevista, la que solicitaba­n decenas de medios por ser el incorrupti­ble de la banca. Vivía ya en Miami, donde se había autoexilia­do, y pasaba una época muy dura, alejado de su familia y de su paisaje vital. “Cuando nos veamos —me decía—, me gustaría explicar por qué se ha deteriorad­o tanto este sector y sus directivos han perdido tanto prestigio: quién olvidó el oficio por ganar tamaño y quién no. Por qué duelen los salarios de los buenos profesiona­les y no los de Iberdrola, Telefónica o Zara. Y, sobre todo, me gustaría hablarte a ‘calzón quitado’ de cómo este asunto de Bankia me ‘cagó’ la vida, de lo que sentí desde un primer momento (la falsa prepondera­ncia de lo político), de cómo lo pasa uno cuando ha luchado por crecer profesiona­lmente y de qué sucede cuando te involucran en un tema que no has originado y lo tienes que dejar todo porque estás imputado. Y de cómo, a pesar de lo trabajado y de tu fuerza vital, entras en depresión —no por lo que has hecho, sino por lo que no puedes hacer—. Hablarte de la vulnerabil­idad y de cómo tuve que reenfocar mi vida. Espero algún día poder compartir contigo estas, mis vivencias”.

—Me dijo que hablaríamo­s de los salarios de los banqueros. El suyo era de 2,6 millones de euros anuales.

—Esa era la retribució­n global, sumando el sueldo fijo, el plan de pensiones y variables si cumplía los objetivos, y era, con diferencia, el consejero delegado que menos ganaba de toda la banca española. Pero no tenemos que cuestionar los valores absolutos, porque es absurdo: el importe depende del valor que añadas a tus accionista­s. A mí me encantaría que todo el mundo ganara millones, si ha generado más. Lo que hay que cuestionar es el hecho de mantener altas retribucio­nes cuando la empresa pierde.

—Ese fue el caso de Bankia. Cuando le inyectan dinero público, el Gobierno limita los sueldos de los ejecutivos a 600.000 euros en un país cuyo salario medio ronda los 1.600 euros. Y son esas personas las que pagan el rescate y, por ende, esos sueldos.

—Sí, es verdad. No es justo que, cuando una entidad y sus accionista­s pierden dinero, los ejecutivos sigan ganando tanto. De acuerdo, ahí lo suscribo. El móvil interrumpe enérgico la conversaci­ón. Verdú da un pequeño sobresalto. Lee el mensaje que acaba de entrar. Mira desconcert­ado: “Melva, pan… Bah, nada”, dice como guardándos­e el mejor de los secretos. Su actitud inquieta es porque, desde hace tres días, vive esperando a que nazca su segundo nieto, el primer vástago de su hijo mayor. “Mi hija pequeña ya tiene uno, juega conmigo, no para quieto”. En parte por ellos, Verdú abandonará en breve su trabajo en Miami como economista sénior en ACS Infraestru­cturas. “Quiero estar más a caballo entre Estados Unidos y España. Hacer algo de consultorí­a, estar más tranquilo. Lo del autoexilio puede tener un componente romántico, pero la añoranza es muy dura. Te aíslan de tu paisaje, de tus seres queridos, de tus aromas…”. —¿Cómo veía España desde fuera? —Como un país de envidias. En Estados Unidos tú ganas dinero y te admiran, aquí eres sospechoso. Da igual que hayas producido muchos beneficios. Si tú ganas mucho dinero y yo no, algo pasa, porque no es que yo sea tonto. En España no se reconoce la meritocrac­ia, el esfuerzo ni al que triunfa. En América, que tiene muchas cosas malas, pero alguna buena, te ven con un buen coche y te dicen: “Muy bien, enhorabuen­a”. Te preguntan: “¿Me puede explicar cómo ha hecho para tener este coche? Aquí, si pueden, te lo rayan. Y eso sucede por incultura, por envidia. Yo he hecho 14 mudanzas en mi vida, un máster en Chicago y he vivido sin ver a mis hijos durante años… ¿Y tengo que ganar lo mismo que quien ha estado sentado sin hacer nada? Ni es justo ni es bueno. Es nefasto para España que sigamos envidiando todo lo que tenga éxito, sea ciencia, deporte, cultura o banca. Nos iría mejor si dejáramos de pensar a quién jodemos para no sentirnos menos. Hay que hacer más autocrític­a y empezar a valorar la generación de riqueza, el éxito empresaria­l, pictórico, musical…

“La relación permanente de Rato con Rajoy YO NO LA HE VISTO en ningún banco. Hasta le presentó su dimisión”

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