EMPERADOR DE CHINA, BANQUERO DE OCCIDENTE
El Partido Comunista celebra su congreso para renovar al presidente chino cinco años más. Xi Jinping sueña con recuperar la gloria perdida de los emperadores y cambiar el orden mundial. De momento, la economía global depende de Pekín.
Xi Jinping renueva como presidente chino cinco años más. Junto a sus sueños imperiales, Pekín ha confirmado su peso en la economía global.
Por los pasillos de la Ciudad Prohibida pasean estos días turistas en lugar de eunucos, las espadas de los guardias imperiales han sido sustituidas por palos para hacerse selfies y los susurros de las consortes han dado paso al regateo de recuerdos fabricados en factorías chinas de Todo a 100. Nada es lo que fue en el lugar que simbolizó el poder en China durante siglos, pero Xi Jinping intentó recuperar parte de su esplendor en una recepción celebrada el 3 de septiembre de 2015. Vestido con un traje de corte mao y flanqueado por su mujer, la cantante folclórica Peng Liyuan, el presidente chino recibió como anfitrión a los líderes del mundo a los pies de la puerta Duanmen, el mismo lugar donde recibía a sus invitados el emperador Yongle.
Xi no escogió como referente al tercer rey de la dinastía Ming (1368-1644) al azar. Yongle ocupa un lugar especial en la historia china como un emperador poderoso que engrandeció la nación y ordenó construir la armada con la que el almirante Zheng He llegó hasta las costas de África. Seis siglos después, Xi es el último de una larga lista de líderes que sueñan con recuperar aquella gloria perdida. “Innumerables personas con ideales elevados resistieron y lucharon para lograr el gran resurgimiento de la nación china”, admitía el presidente al poco de
tomar el poder. “Pero fallaron”.
Xi Dada (Tío Xi), como lo conocen en China, está decidido a no fallar. En los cinco años que lleva al frente del país se ha mostrado como un líder implacable, purgando a sus rivales en intrigas palaciegas, reforzando la represión ante cualquier atisbo de disidencia y dejando atrás la tradicional timidez diplomática de Pekín para aumentar su influencia por todo el mundo, desde las selvas del Congo hasta las islas más remotas del Pacífico y desde los pasillos de la cumbre de Davos hasta los despachos del poder de Bruselas o Washington.
La autoproclamación de Xi como nuevo emperador oficioso lo ha llevado a acumular las mayores cotas de poder desde la muerte de Deng Xiaoping en 1997. Pero como todo monarca, el presidente ha tenido que cimentar su poder en casa antes de prestar atención a otros dominios. La propaganda comunista no ha escatimado esfuerzos en crear la imagen de un líder infalible y decidido, rodeado de un hermetismo que confunde incluso a sus más cercanos colaboradores. “Comanda una autoridad que no habíamos visto hacía tiempo”, según el historiador Zhang Lifan, una de las últimas voces críticas que quedan en Pekín, cuyos blogs y cuentas de redes son continuamente censuradas. “Ha despertado los temores de un regreso del espíritu de Mao Zedong”.
Xi ha llegado al 19 º Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), inaugurado el 18 de octubre en Pekín y que supondrá la renovación de su mandato por otros cinco años, elevado a una mezcla de icono pop, héroe nacionalista y estadista global. El culto a la personalidad creado a su alrededor lo ha convertido en personaje de dibujos animados, motivo de adorno en cuberterías que se venden en los mercadillos, superhéroe en forma de muñeco para niños y protagonista de decenas de libros que recogen su vida, pensamientos e ideas. Sus citas son repetidas por los alumnos en escuelas y universidades, transformadas en acción política de forma inmediata y recopiladas en obras donde se anima al lector a ver la profundidad del pensamiento del líder, incluso en frases aparentemente simples. “La flecha no volverá después de que el arco la haya disparado”, dice una recopilada en El encanto de las palabras de Xi Jinping.
Príncipes Comunistas
La rapidez y contundencia con la que Xi, de 63 años, ha asentado su poder tienen mucho que ver con el hecho de que llegara al cargo con las lecciones de supervivencia política bien aprendidas. El presidente forma parte de la generación de príncipes comunistas, los hijos de cargos históricos del partido que han seguido los pasos de la familia. Su padre, Xi Zhongxun, fue uno de los fundadores del PCCh y dirigente de importancia hasta que cayó en desgracia durante la Revolución Cultural. El joven Xi Jinping fue entonces enviado a los remotos campos de la norteña provincia de Shaanxi para que aprendiera de los campesinos.
El ostracismo de aquellos años fue la etapa más solitaria y dura en la vida del presidente, pero también la que le inculcó el instinto de supervivencia que sería clave en su ascenso al poder. “Al contrario que otros jóvenes que después de la Revolución Cultural recuperaron el tiempo perdido pasándoselo bien, Xi decidió sobrevivir haciéndose más rojo que nadie”, decía de él un perfil elaborado por la inteligencia estadounidense y revelado por Wikileaks en 2009.
Xi regresó a Pekín para estudiar Ingeniería Química en la Universidad de Tsinghua y, tras graduarse, inició su carrera política desde el último peldaño. Sus primeros encargos de importancia le llegaron en la provincia de Fujian, donde en 1987 se casó con Peng Liyuan, ya por entonces mucho más conocida que el funcionario comunista de nivel medio que llegaría a presidente. El matrimonio fue
El ostracismo de su juventud INCULCÓ EN XI JINPING el instinto de supervivencia