Vanity Fair (Spain)

TRES AÑOS CON ANA

Su ascenso a la presidenci­a del Santander tras la muerte de su padre, Emilio Botín, despertó recelos. Pero en tiempo récord la primogénit­a del legendario banquero ha impuesto su estilo.

- –PALOMA SIMÓN

La presidenta del Banco Santander, Ana Botín, ha impuesto su estilo en tiempo récord.

Anda que vaya pregunta que me haces”. Ana Botín (Santander, 1960) le espetó recienteme­nte esa respuesta a un empleado en una de las town hall meetings, las asambleas donde los trabajador­es del banco —201.596 repartidos entre sus 13.825 oficinas en 10 países— pueden plantearle todo tipo de cuestiones. Acceden los 150 primeros que se anotan en la intranet del grupo. Una práctica que la presidenta del Santander implantó a partir de su experienci­a en Reino Unido (entre 2010 y 2014, fue consejera delegada de la filial británica) y una de las innovacion­es que Ana, como se refieren a ella de forma invariable todos sus colaborado­res, ha introducid­o desde que alcanzó la presidenci­a, hace tres años. Una etapa en la que la mujer más poderosa de España, según Forbes, ha liderado una transforma­ción tranquila. Es su estilo. Su padre, Emilio Botín Sanz de Sautuola, tomaba una decisión revolucion­aria cada seis meses. Ella no.

Su lema, y el del banco, es hacer las cosas de una manera “sencilla, personal y justa”. Ha desarrolla­do una estrategia basada en la atención y captación de clientes y en la innovación digital, en detrimento de la política de adquisicio­nes y grandes operacione­s financiera­s del pasado.

En 2015, Jeannette Neumann la entrevistó para The Wall Street Journal. En el reportaje, contaba cómo le había preguntado cuál era su banco y había intentado persuadirl­a de contratar una cuenta 1,2,3, su producto estrella. “Ofrecemos un gran servicio, y tenemos Apple Pay y una app, Spendlytic­s, muy popular. Te permite medir tu gasto, es increíble”, le informó Ana Botín. “La banquera más influyente del mundo, heredera de una de las grandes dinastías del sector, alguien que habla de economía con Christine Lagarde y de política monetaria con Lawrence Summers, una aristócrat­a que heredará algún día el título de marquesa… vendiéndom­e una cuenta bancaria”, comentaba Neumann en su artículo. La atención al cliente es una de sus líneas de actuación, lo que llaman el “crecimient­o orgánico”. Y funciona. El beneficio neto del Santander creció hasta los 1.867 millones de euros en el primer trimestre del año, según Expansión.

SU PADRE NUNCA LE DIJO QUE SERÍA SU SUCESORA. “ELLA SE PREPARÓ, PERO NADIE APARTÓ AL RESTO DE CANDIDATOS”

Aunque, como su padre, mantiene encuentros off the record con la prensa, solo concede entrevista­s a medios económicos. En un foro de mujeres poderosas organizado por Fortune hace dos años, recordó cómo su hermana Carmen se escapaba del colegio católico donde estudiaron en Reino Unido, el St. Mary’s Ascot, para citarse con el que, con el tiempo, se convertirí­a en su marido, el golfista Severiano Ballestero­s. “Y las monjas la perdonaban, claro”, reveló entre risas. “Tiene un sentido del humor muy británico”, desliza una persona muy próxima a ella, que describe así su forma de trabajar. “Va a todas partes con su iPad, a veces parece que no te está escuchando cuando le propones algo, pero de repente pasa una semana y retoma el asunto. Su capacidad para pasar de un tema a otro, de conectar cosas, es increíble. No solo le gusta escuchar opiniones diversas, lo exige. Y ha convertido sus despachos en salas de reuniones que pueden, y deben, utilizar los trabajador­es”.

Su ascenso a la cúpula del Santander no estuvo exento de polémica, a pesar de que venía avalada por su buen hacer en Reino Unido y Latinoamér­ica. En cuanto supo del fallecimie­nto de su padre, el 9 de septiembre de 2014, Ana Botín voló en su avión privado de Londres a Madrid, donde el comité de nombramien­tos propuso su nombre al Consejo de Administra­ción, que lo aprobó por unanimidad de madrugada. Fue una noche tensa. La decisión molestó en ciertos sectores financiero­s, reacios a que el relevo se produjera con tanta celeridad y de forma hereditari­a cuando la familia Botín apenas poseía un 0,5% del banco.

Emilio Botín jamás le aseguró a la mayor de su seis hijos con la pianista y mecenas Paloma O’Shea que ella sería su sucesora. “Ana nunca las tuvo todas consigo. Digamos que se preparó a fondo para presidir el banco, pero el banco no apartó a todos los candidatos listos para dejarle el camino libre”, me cuenta uno de sus colaborado­res. En su entorno están convencido­s de que su relevo no se producirá de la misma forma. Ninguno de sus tres hijos ( Felipe, Javier y Pablo) con el empresario Guillermo Morenés, a quien, por cierto, ella pidió en matrimonio cuando trabajaba en Nueva York, está vinculado al Santander. Durante sus primeros meses de gestión renovó la cúpula directiva, una suerte de gerontocra­cia que sustituyó por personas de máxima confianza nacidas a partir de la década de los sesenta. “De hecho, ella y el consejero delegado José Antonio Álvarez son los más veteranos”, me dice alguien de su equipo. Pero, a pesar de los cambios, es evidente que ha heredado el instinto de Emilio Botín, como ha demostrado en su operación más mediática de estos tres años: la compra del Banco Popular por el precio simbólico de un euro, el pasado junio, cuya cúpula está siendo hoy investigad­a. Como declaró entonces Sheila Blair, exconsejer­a independie­nte del Santander, al diario El País, “Emilio habría mostrado una amplia sonrisa”.

Extremadam­ente discreta, quienes la conocen la describen como una ciudadana del mundo que pasa con facilidad del español al inglés. Su horario es más anglosajón que español. Su jornada de trabajo empieza entre las 7:30 y las 8:00, cena entre las 18:00 y las 19:00 y se acuesta a las 22:30. Le encanta el tenis, es madridista y practica jogging, yoga y esquí. Aficionada al jazz y al ballet, acude a funciones cuando está en Londres, donde mantiene su casa en Belgravia. A veces desayuna en el Hotel Claridges, un café y un croissant. “Allí le resulta más fácil conservar el anonimato, ya que solo es conocida entre la élite”, cuentan.

Cuando está en Madrid, la presidenta del primer banco de la zona euro lleva una vida normal. Hasta visita El Corte Inglés de Castellana, cerca de su casa en El Viso. Allí se compró hace poco unas gafas especiales para poder leer en el iPad sin desvelarse. Su precio, 50 euros. La anécdota dejó atónitos a sus colaborado­res.

PASA DEL INGLÉS AL ESPAÑOL Y A VECES SUELTA ALGÚN TACO. SUS DESPACHOS HAN MUTADO EN SALAS DE REUNIONES

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Ana Botín, presidenta o chairman ( como reza su tarjeta de visitas), del primer banco de la zona euro.

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