EL ARTE DE SER RICOS
La fortuna del matrimonio neoyorquino solo podía compararse con la de los Rockefeller. Mientras conquistaban los negocios, reunieron una valiosa colección de obras modernas que ahora subasta Christie’s.
En 1990 la multimillonaria Joan Tisch se enteró de que los estudios Warner Bros buscaban figurantes para hacer de socialites en la película La hoguera de las vanidades, basada en la novela de Tom Wolfe, y decidió escribir a la productora para solicitar un papel. “No tendrán que ofrecerme alojamiento, porque poseo mi propio hotel, ni pagarme un vuelo, porque usaré mi propio avión —añadió con su particular sentido del humor—. Tampoco será necesario que hagan espacio para mí en el Metropolitan Museum of Art, pues tengo mi propia ala”.
Junto a su marido, Preston Robert Tisch, la espontánea filántropa formó una de las parejas más influyentes de Nueva York del siglo pasado. Es difícil visitar un lugar de la ciudad que no tenga la huella de los Tisch. Ayudaron a renovar el zoo del Central Park, fueron dueños del 50% de los Giants (cuando ella falleció en 2017, el equipo de fútbol americano lució sus iniciales en el uniforme durante un año), regalaron decenas de millones a la Universidad de Nueva York, y Joan, en particular, ejerció de consejera en el MoMA, entre una larga lista de instituciones, hospitales y centros de investigación a los que donaron parte de su enorme fortuna.
Esta primavera, a partir del 15 de mayo, Christie’s pondrá a la venta la valiosa colección de arte que atesoró el matrimonio a lo largo de los años. Un Miró de 1945, Mujer escuchando música, se presenta como la gran estrella de la subasta. “Lo compraron al saber que el pintor lo había terminado tres días antes de que se declarara la paz en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Ese espíritu optimista conquistó a los Tisch”, explica Conor Jordan, vicepresidente del área de Arte Impresionista y Moderno de Christie’s. A esta pieza, que la casa estima en 12,2 millones de euros, se suma un Picasso de mediados de siglo, Estudio en La Californie, un lienzo de Willem de Kooning y varios bronces de Alberto Giacometti, en un total de casi
40 obras. “Los estadounidenses adoran las historias de éxito, y la de los Tisch sin duda lo es —señala Conor—. Son la quintaesencia del relato americano. Escalaron desde unos orígenes muy comunes hasta convertirse en individuos muy ricos”.
La glor ia de Preston Robert Tisch y su hermano Larry comenzó con la adquisición en 1946 de un hotel resort en Lakewood (Nueva Jersey) gracias a la ayuda económica de sus padres y allegados. Para la temporada de invierno construyeron una pista de nieve e importaron tres renos de Finlandia; en verano los huéspedes podían disfrutar de la nueva piscina.
El triunfo del establecimiento les permitió hacer inversiones en otras propiedades inmobiliarias, hasta que finalmente lograron hacerse con el control total de Loews Corporation, utilizando el valioso espacio de sus cines para abrir hoteles, uno de ellos el Americana, entonces el más alto del mundo. A finales de los sesenta convirtieron la empresa en un conglomerado que hoy posee operaciones en extracción de petróleo, gas natural y productos financieros.
El inf luyente círculo del que se rodearon podía observarse algunas mañanas en el Loews Regency Hotel de Park Avenue (Joan residía allí por 61.000 euros al mes), donde Robert y su hijo Jonathan inauguraron lo que llamaban “Los desayunos del poder”, unos tempranos encuentros que solían frecuentar desde Henry Kissinger hasta la cantante Beverly Sills. En 2017 la revista Forbes cifraba la fortuna que heredó Joan Tisch tras la muerte de su marido en 3.240 millones de euros. A mediados de los ochenta la acaudalada neoyorquina se presentó en las oficinas de Gay Men’s Health Crisis, una organización de lucha contra el sida, y, sin revelar su identidad, se ofreció como voluntaria para ayudar con lo que necesitaran. Poco después estaba rellenando sobres y atendiendo el teléfono.
Cuando un día se estropeó la única fotocopiadora que tenían en el centro de asistencia, Joan firmó un cheque por 475 dólares para que compraran una nueva. “¿Cómo puedo estar seguro de que tiene fondos?”, le preguntó su supervisor, escéptico. No sabía que estaba frente a Joan Tisch. “Confíe en mí —respondió ella—. Los tiene”.
‘ FORBES’ ESTIMÓ EL PATRIMONIO DE JOAN EN 3.240 MILLONES DE EUROS