LA MUJER BIÓNICA
Estoy de camino a un almacén”, dice una apresurada Jane Fonda entre risas. Es temprano por la mañana en Hollywood. Y a Fonda le gusta levantarse cuando sale el sol. Está haciendo recados para la decoración de su nueva casa en Los Ángeles. “[Tiene] un ascensor y no hay baño para él y para ella — explica—. Solo para mí. Estoy viviendo sola otra vez y me encanta. Tengo salud y trabajo”. Y añade: “Nunca imaginé que una vieja como yo pudiera aguantar tanto y tener tanta suerte”.
Hemos sido amigas desde siempre. Comencé a escribir sobre ella en los setenta, cuando protestaba contra la guerra de Vietnam. En los años siguientes, mientras recogía dos Oscar (por Klute y Regreso sin gloria), se convirtió en una de las actrices más icónicas y comprometidas de Hollywood. Ahora se está dando cuenta de que, de repente, es otra vez el momento de Jane Fonda. El pasado verano voló a Venecia con Robert Redford para la premier de Nosotros en la noche, su película juntos, y rodó Book Club — con Diane Keaton, Candice Bergen y Mary Steenburgen—. En diciembre cumplió 80 años llena de vitalidad (sus famosos vídeos de ejercicios sin duda han dado resultado). Y este mes HBO lanzará el documental Jane Fonda in Five Acts, dirigido por Susan Lacy. “Creo que es muy poderoso”, dice.
Y, con todo esto, luce maravillosa. “Es un milagro”, le comento. “Requiere mucho dinero”, replica. Admite haberse sometido a cirugía estética porque le ha brindado “una década más para sobrevivir en el negocio”. Pero esta es la realidad: “Tengo una cadera y una rodilla falsas, y un pulgar de mentira. ¡Llámame la Mujer Biónica!”.
Lo que más feliz la hace es que su serie de Netflix, Grace and Frankie — una comedia sobre el ignorado tema de la vejez— ha empezado su cuarta temporada y es más desgarradora y divertida que nunca. Entre las cuestiones que tratan ella y su compañera de reparto Lily Tomlin se encuentran: tener problemas para masturbarse por culpa de su artritis en las muñecas, que les nieguen un préstamo porque podrían fallecer antes de devolverlo y sus problemas continuos con el amor y la pérdida. (La cuarta temporada se abría, de forma descarada, con Tomlin bailando entre un montón de consoladores animados).
Respecto a sus futuros planes como octogenaria, “no tengo ni idea”, admite. Dice que aceptará cualquier papel que la ayude a apoyar las causas en las que cree: “Soy actriz y activista”. “De Fonda he aprendido que el poder puede nacer de la intersección entre el arte, la política y la amistad”, dijo una vez la dramaturga Eve Ensler. Y añadió: “Jane es la prueba de que cualquiera de nosotros podemos usar nuestras vidas, nuestro prestigio y nuestros recursos para servir a algo más allá de nosotros mismos”.