Vanity Fair (Spain)

LA MUJER BIÓNICA

- JANE FONDA – PATRICIA BOSWORTH

Estoy de camino a un almacén”, dice una apresurada Jane Fonda entre risas. Es temprano por la mañana en Hollywood. Y a Fonda le gusta levantarse cuando sale el sol. Está haciendo recados para la decoración de su nueva casa en Los Ángeles. “[Tiene] un ascensor y no hay baño para él y para ella — explica—. Solo para mí. Estoy viviendo sola otra vez y me encanta. Tengo salud y trabajo”. Y añade: “Nunca imaginé que una vieja como yo pudiera aguantar tanto y tener tanta suerte”.

Hemos sido amigas desde siempre. Comencé a escribir sobre ella en los setenta, cuando protestaba contra la guerra de Vietnam. En los años siguientes, mientras recogía dos Oscar (por Klute y Regreso sin gloria), se convirtió en una de las actrices más icónicas y comprometi­das de Hollywood. Ahora se está dando cuenta de que, de repente, es otra vez el momento de Jane Fonda. El pasado verano voló a Venecia con Robert Redford para la premier de Nosotros en la noche, su película juntos, y rodó Book Club — con Diane Keaton, Candice Bergen y Mary Steenburge­n—. En diciembre cumplió 80 años llena de vitalidad (sus famosos vídeos de ejercicios sin duda han dado resultado). Y este mes HBO lanzará el documental Jane Fonda in Five Acts, dirigido por Susan Lacy. “Creo que es muy poderoso”, dice.

Y, con todo esto, luce maravillos­a. “Es un milagro”, le comento. “Requiere mucho dinero”, replica. Admite haberse sometido a cirugía estética porque le ha brindado “una década más para sobrevivir en el negocio”. Pero esta es la realidad: “Tengo una cadera y una rodilla falsas, y un pulgar de mentira. ¡Llámame la Mujer Biónica!”.

Lo que más feliz la hace es que su serie de Netflix, Grace and Frankie — una comedia sobre el ignorado tema de la vejez— ha empezado su cuarta temporada y es más desgarrado­ra y divertida que nunca. Entre las cuestiones que tratan ella y su compañera de reparto Lily Tomlin se encuentran: tener problemas para masturbars­e por culpa de su artritis en las muñecas, que les nieguen un préstamo porque podrían fallecer antes de devolverlo y sus problemas continuos con el amor y la pérdida. (La cuarta temporada se abría, de forma descarada, con Tomlin bailando entre un montón de consolador­es animados).

Respecto a sus futuros planes como octogenari­a, “no tengo ni idea”, admite. Dice que aceptará cualquier papel que la ayude a apoyar las causas en las que cree: “Soy actriz y activista”. “De Fonda he aprendido que el poder puede nacer de la intersecci­ón entre el arte, la política y la amistad”, dijo una vez la dramaturga Eve Ensler. Y añadió: “Jane es la prueba de que cualquiera de nosotros podemos usar nuestras vidas, nuestro prestigio y nuestros recursos para servir a algo más allá de nosotros mismos”.

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La actriz estrena este mes un documental sobre su vida en HBO y la cuarta temporada de Grace and Frankie.

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