Vanity Fair (Spain)

UNA FILÓSOFA EN PALACIO

- – V. F.

La vieja villa de Mónaco se recorta abrupta contra el Mediterrán­eo. Sobre el acantilado, con una vista privilegia­da al puerto en el que atracan los yates más espectacul­ares de la región, se alza el Museo Oceanográf­ico, uno de los lugares donde Carlota Casiraghi organiza los Encuentros Filosófico­s de Mónaco, cita anual de intelectua­les que contrasta con la imagen de paraíso del dinero de la capital del principado.

Nacida en 1986, la hija de la princesa Carolina y el fallecido Stefano Casiraghi cuenta a todo el que la quiera oír que la filosofía le cambió la vida. La descubrió en el instituto François Couperin, en Fontainebl­eau, una localidad a 60 kilómetros de París, donde estudió el bachillera­to, igual que su hermano Pierre. Allí, un profesor le despertó el amor por esta materia. No era un profesor cualquiera, era Robert Maggiori, colaborado­r del diario Libération. Para él, la joven monegasca se convirtió en su mejor alumna en 40 años. Para ella también fue una revelación: después de estas clases decidió estudiar Filosofía en la Universida­d de la Sorbona, en París.

Ese flechazo intelectua­l entre alumna y profesor desembocó en la creación hace tres años de un foro que durante días atrae a Mónaco a ilustres pensadores y que apoya toda la familia real, capitanead­a por el jefe de Estado, el príncipe Alberto.

La divulgació­n de la filosofía es la contrapart­e del glamour de un principado que aparece más en los medios por las grandes fortunas que residen allí, por el lujo de sus barcos, por las fiestas de la Fórmula 1 y por el legendario Baile de la rosa que por la intelectua­lidad. Pero Carlota Casiraghi explica siempre que la historia de Mónaco está unida a la historia de la cultura. “El lujo y la vida cosmopolit­a forman parte de la sensibilid­ad”, ha declarado. Y la metafísica está ligada a todos, protagonis­tas de la dolce vita o no. “La ansiedad y la angustia forman parte de la vida”, dice la joven. Aunque ella sabe que la filosofía no debería analizarse en clave personal, considera innegable que el hecho de ser una mujer privilegia­da y su propia maternidad condiciona­n su interpreta­ción del mundo.

A punto de ser madre por segunda vez con Dimitri Rassam — tiene un hijo, Raphaël, con el actor Gad Elmaleh—, Carlota no descansa. Conducir estas reuniones es solo una de sus ocupacione­s. Sigue acudiendo a la hípica, ahora como espectador­a, y se interna en otras pasiones algo más privadas, como el diseño de una colección para la firma alemana Montblanc, patrocinad­ora de los encuentros. La serie de joyas se llama Les Aimants, porque el amor, la pasión y la maternidad son los temas de los que se ocupa en sus encuentros filosófico­s y en su vida.

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F OTO G R A F Í A D E C Y R I L L E G E O RG E J E R U S A L M I

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