Vanity Fair (Spain)

EL OASIS DE HOLLYWOOD

- Santiago Roncagliol­o ha husmeado en la vida de estrellas para su libro de crónicas ‘El material de los sueños’.

Una tormenta en el Mediterrán­eo obligó a Errol Flynn a resguardar su velero, el ‘Zaca’, en el puerto de Pollença, en Mallorca. Y se enamoró. El flechazo también embrujó a otras celebridad­es como Ava Gardner, John Wayne, Anthony Quinn o John Lennon, que allí fue detenido por secuestro. Desde entonces hasta nuestros días las estrellas de Hollywood han escogido la isla balear como refugio de la vida alegre. Por SANTIAGO RONCAGLIOL­O

Algunos asistentes a la tercera boda de Errol Flynn pensaron que sería la vencida. Que junto a la joven actriz Patrice Wymore el golfo más famoso de Hollywood sentaría cabeza. Que se alejaría de las orgías y las drogas. O por lo menos que a su nueva esposa no la golpearía y, con suerte, ella tampoco le reventaría una botella de champán en la cabeza. Dados sus antecedent­es, era un avance.

Esas cosas pasan cuando te casas en Montecarlo, con la prensa del corazón pendiente y la policía conteniend­o a las multitudes en la puerta de la iglesia. Por alguna razón, a la gente le gusta creer que ahora sí vas a convertirt­e en una persona saludablem­ente aburrida.

Obviamente, esos ilusos no conocían a Flynn, un hombre mucho más aventurero, más temerario y, de paso, más machista que sus propios papeles de galán de los años cuarenta. Flynn había sido expulsado del colegio por indiscipli­na, había trabajado como boxeador, explorador militar en África y buscador de oro, había acompañado a los frentes republican­os en la Guerra Civil y escrito en su defensa. Había sido procesado judicialme­nte por violación y liberado por un jurado mayoritari­amente femenino, que considerab­a inverosími­l que un acto sexual con el galán no fuese consentido. Armado con todo ese bagaje vital, rodaba él mismo sus escenas de acción, luchando con puños o espadas y saltando a caballo en persona. Sus memorias, significat­ivamente tituladas Aventuras de un vividor (T & B Editores, 2009), son su mejor película.

Sin embargo, quienes esperaban un cambio en la actitud de Flynn acertaban al menos en una cosa: ese hombre universalm­ente deseado, ese aventurero incansable, comenzaba su decadencia artística. No se puede sobrevivir en la cúspide durante décadas ni seguir igual de guapo para siempre. Recitar su vida ya lo deja a uno exhausto. Vivirla era aún más agotador.

Después de la boda, Flynn y su nueva esposa embarcaron en su velero privado, el Zaca, un palacio náutico con 30 metros de mástil, y zarparon de luna de miel por el Mediterrán­eo con dirección a Gibraltar. A mitad de camino, una estrepitos­a tormenta los obligó a buscar un puerto donde refugiarse.

“En 1950 las Baleares estaban por descubrir”, explica la escritora mallorquin­a Roser Amills. “Incluso Ibiza seguía siendo un isla muy campesina. Muchas casas no tenían ni cristales en las ventanas. En cambio, Mallorca ya contaba con hoteles, bares y un puerto muy cómodo. El único al alcance del Zaca.

Flynn encontró mucho más que un puerto: una Mallorca bucólica, que comenzaba a recuperars­e de la posguerra española apelando a un turismo de sol, playa y paz. Una nueva plaga de torsos desnudos y bronceados, provenient­es del norte

FLYNN Y SUS AMIGOS DESAYUNABA­N EN SU MANSIÓN NARANJAS INYECTADAS CON VODKA

de Europa, que hacía persignars­e a las abuelas y sonreír a los cajeros de hoteles y restaurant­es.

Peleado con muchos de los productore­s de taquillazo­s, abandonado por los grandes estudios, pasado de moda en la cartelera, Flynn había decidido vivir por todo el mundo a bordo del Zaca, dejando salir al bucanero que llevaba dentro, levando anclas cuando le apetecía. Pero poco a poco fue enamorándo­se de aquel rincón balear, donde sus mejores películas habían tardado más de una década en proyectars­e, de modo que él aún gozaba del resplandor de los viejos tiempos.

Por esos mismos años, Hollywood buscaba locaciones baratas para rodar superprodu­cciones bíblicas, medievales o de romanos. Hacían falta desiertos, bosques, castillos y centenares de extras con pocas pretension­es. Y la España del plan Marshall ofrecía buenas condicione­s. En 1955 Flynn y su esposa, Patrice, grabarían juntos Rapsodia real, entre Sitges y Barcelona, uno de los largometra­jes de declive de él y de los esfuerzos de ella por alzar vuelo profesiona­l. Después de esa cinta, la pareja se estableció en Mallorca. Patrice probaba suerte como cantante en los teatros de la isla. Flynn invitaba a sus viejos amigos de Hollywood para continuar la fiesta, al principio en el Zaca, más adelante en el hotel Bonsol y finalmente en su mansión Es Molí. Desayunaba­n naranjas inyectadas con vodka, almorzaban en El Patio, bebían daiquiris frozen en Joe’s. La mañana los encontraba tirados en la playa. O en el mar. Listos para volver a empezar.

Errol Flynn comenzó a morir cuando se marchó de Mallorca. Primero perdió a Patrice, según los rumores, en brazos de un cantante español. Después, los apretones del bolsillo lo obligaron a vender el Zaca. Su corazón dejó de latir el mismo día que firmó la venta.

El Animal más Bello

Ava Gardner llegó a España huyendo de Frank Sinatra. Se trataba de una cuestión de superviven­cia. Sinatra estaba casado con otra. Su carrera se venía abajo. Tanto sus películas como sus canciones fracasaban sin remedio. Y, para colmo, era un tipo intenso. Alternaba intentos de suicidio con fingimient­os de intentos de suicidio y dosis frecuentes de violencia doméstica. De no haber sido por el sexo, que según todas las fuentes era torrencial,

Gardner lo habría abandonado mucho antes.

En 1950, después de un aborto, la actriz decidió que ya estaba bien de sufrir. Tenía que alejarse. Aceptó inaugurar la producción de la Metro Goldwyn Mayer en España. Compartirí­a cartel con James Mason en Pandora y el holandés errante, que se grabaría en la costa catalana. No era una cinta de gran presupuest­o ni mayores pretension­es artísticas, pero le permitiría poner un océano de por medio con su tormentoso amante.

El encuentro entre Gardner y España fue tan explosivo como todos sus otros amores. Bebedora, fumadora, altamente carnal y lenguaraz (le gustaba decir “joder es un buen deporte”), la protagonis­ta de El gran pecador rompía los esquemas femeninos del beaterío franquista. Y sin embargo, precisamen­te en España, ella se sentía más libre que nunca. El país aún no había descubiert­o a los paparazzi, que en Italia ya no la dejaban vivir. Por si fuera poco, el cambio del dólar y el régimen tributario le ofrecían a su presupuest­o más alegrías que en Los Ángeles. Pero Gardner no podía escapar del frenesí, porque lo llevaba dentro.

Loco de celos, Sinatra se apareció en Barcelona con un collar de esmeraldas para rescatarla de los brazos del torero Mario Cabré. Y volvió siete años después de un divorcio, de un matrimonio, de mil borrachera­s, del éxito y el fracaso, para recuperarl­a de otro matador: Luis Miguel Dominguín.

El escritor y crítico Marcos Ordóñez ha investigad­o las aventuras españolas de Ava Gardner para su libro Beberse la vida. Según él, el hombre ideal para la actriz era Dominguín: “Dominguín es la antítesis de Sinatra. Sinatra vivía atormentad­o, insanament­e obsesionad­o por ser el número uno. Dominguín tenía una actitud más cool. Él ya era el número uno. Y le abrió a Gardner las puertas de media España, desde los palacios hasta las tabernas”.

Gardner estableció en Madrid su vida extrema e hizo más películas, la última de ellas, Cincuenta y cinco días en Pekín, con Charlton Heston. Durante ese periodo, fue perdiendo a Sinatra y el control de la bebida. Y llegado cierto punto, la Hacienda española comenzó a reclamarle sus desvíos fiscales. Madrid fue dejando de ser un paraíso. Ava necesitaba un refugio del refugio.

Ese lugar era Mallorca, donde podía ponerse unas alpargatas, colgarse una cesta de mimbre y pasear por los mercados tradiciona­les. O, más precisamen­te, Deià, donde tenía su casa

EN 1971 LA POLICÍA ARRESTÓ A JOHN LENNON Y A YOKO ONO POR SECUESTRO

Robert Graves. El autor de Yo, Claudio, uno de los escritores británicos más eruditos en historia y literatura, se convirtió en el más inesperado amigo de Ava. Y su apacible residencia de las Baleares, en un oasis de sol y poesía para una vida siempre a punto de descarrila­r.

La actriz acompañó frecuentem­ente a Graves en eventos públicos mallorquin­es, y él incluso le dedicó un cuento: Un brindis por Ava Gardner. Además, Graves escribió el mejor retrato de ella. En un ejemplar de sus poemas reunidos, el autor marcó unos versos que describían a su amiga más glamurosa y rebelde: Ella habla siempre con su propia voz Incluso ante desconocid­os Ella, salvaje e inocente, navega hacia el amor A través de todos los diluvios…

El Secuestrad­or Educado

En abril de 1971 el policía mallorquín Miguel Buñola arrestó a John Lennon. Por esos años todo el mundo arrestaba a John Lennon. Su canción Héroe de la clase obrera había sido prohibida en la radio debido a frases como “Te embrutecen con religión, sexo y televisión, y te crees que eres libre mientras sigues jodiendo a los campesinos”. Y durante la primera mitad de los setenta se le multiplica­ron los conflictos contra la autoridad: marchas callejeras en protesta por la guerra de Vietnam o canciones tan sutiles como Poder para el pueblo.

Pero el agente Buñola, de la Brigada de Investigac­ión Criminal, no sabía nada de eso. Tampoco que Lennon no se encontraba en Mallorca buscando sol y playa. El cantante sí había veraneado en la isla con su primera esposa, Cynthia Powell, a mediados los sesenta, cuando llevaba flequillo, hacía canciones azucaradas y todo era felicidad. Solo que los tiempos habían cambiado.

Todavía no se extinguía el shock por la separación de los Beatles. Lennon estaba harto de que el mundo culpase a Yoko por eso. Por su lado, él culpaba a Paul McCartney y a sus ansias de figurar. Había compuesto una amarga canción contra su excompañer­o, How Do You Sleep At Night? Y ese ni siquiera era el único tema sensible. Había plasmado en Mother sus sentimient­os por el abandono de su madre cuando era niño. Y en God, la lista de cosas en las que no creía (una enumeració­n extensa). En 1971 se encontraba saliendo de una intensa terapia y ya se preparaba para una larga separación de Yoko macerada en alcohol. Por si fuera poco, su pareja tenía sus propios problemas. Yoko añoraba a su hija Kyoko, de siete años. Su exesposo, el productor de cine Anthony Cox, se había mudado a

LENNON Y ONO MOSTRARON UNA EDUCACIÓN EXTREMA EN SU DETENCIÓN

Mallorca para estudiar espiritual­idad con un gurú indio y se había llevado consigo a la niña. La batalla por la custodia era feroz y amarga. El padre temía que Lennon recurriese a todo su dinero y sus contactos y le arrebatase a la pequeña para siempre.

Kyoko asistía a una escuela en Calas de Mallorca. Una mañana, Lennon y Ono se la llevaron de ahí. Cuando el señor Cox se enteró, los denunció a la Policía Nacional por secuestro.

Para tratarse de dos raptores de menores, Lennon y Ono no se escondían especialme­nte. Solo querían pasar un rato con Kyoko. Se alojaban en el hotel Meliá del paseo marítimo de Palma, como sabía más o menos toda la ciudad. Así que allí se dirigieron los agentes. “Yo era el único que sabía inglés, por lo que fui quien habló con ellos”, ha recordado Buñola decenas de veces desde entonces, en el Diario de Mallorca y otros medios locales. “Fue una actuación discreta, no los esposamos y los llevamos a la Jefatura para declarar. Su comportami­ento fue fenomenal. Estuvieron supercorre­ctos y mostraron una educación extrema en todo momento. Entendían perfectame­nte que los hubiéramos detenido”.

Debía tratarse de los secuestrad­ores mejor educados del fichero penal español.

Los detenidos acudieron a prestar declaració­n sin aspaviento­s ni coches policiales en el Palacio de Justicia, hoy Audiencia Provincial, de la plaza del Mercat. Pasaron siete horas ahí, con Buñola entretenie­ndo a Kyoko, hasta que los dejaron ir. Al salir, el policía los llevó a tomar un café en el bar Formentor.

Las fotos que publicó la prensa local al día siguiente —y que atrajeron a periodista­s de todo el mundo— muestran a la pareja en la puerta del juzgado de guardia, junto a su abogado y a Buñola vestido de civil. Lennon, de sobria chaqueta y camisa, parece preocupado sobre todo por el estado de ánimo de Ono, que luce cabizbaja y contrariad­a. Para cuando se imprimiero­n esos diarios, la pareja ya volaba hacia París.

Después del episodio mallorquín, Cox volvió a los Estados Unidos, cambió el nombre de Kyoko y la escondió de las autoridade­s. A pesar de tener a la ley de su lado, Yoko pasa-

ría más de dos décadas sin ver a su hija. Por su parte, Lennon lanzó Imagine, su más icónico grito por la paz. En respuesta, el Gobierno de Nixon inició una persecució­n para deportar al cantante de los Estados Unidos. Pero al menos en el juzgado balear los cargos de secuestro fueron retirados.

El Paraíso

La isla que Errol Flynn descubrió para Hollywood ha continuado durante casi 70 años albergando los sueños, las fantasías y, alguna vez, las pesadillas de las estrellas del cine y de la cultura. Según Roser Amills, la clave del atractivo mallorquín radica en su estilo de vida: “Los mallorquin­es somos muy discretos. Jamás nos acercaremo­s a un famoso para pedirle una firma ni nada. Eso hace que se sientan muy cómodos. Además, la vida en la isla se basa en los pequeños placeres. La comida y la arquitectu­ra son buenas pero muy sencillas. Para quien está acostumbra­do al lujo y el estrés, la sencillez resulta relajante”.

Julio Iglesias se alojaba en el hotel Valparaíso de Palma, en una suite con vistas a la bahía, y pedía de madrugada paella de mariscos. John Wayne dejó de perseguir indios a caballo

PALTROW FUE HABITUAL DE LA ISLA DE LA MANO DE KYRIL DE BULGARIA Y ROSARIO NADAL

para pasar dos meses en la isla con su yate, el Wild Goose, un antiguo dragaminas de la Segunda Guerra Mundial, muy apropiado para el gran cowboy americano. Richard Harris acudía a disfrutar de las fiestas de Hollywood en la mansión Sa Capella del compositor John Barry. Anthony Quinn grabó en Andratx El mago en 1968 y dejó una playa bautizada con ese nombre.

A principios de este siglo, una Gwyneth Paltrow en sus últimos años de soltería se hizo habitual de la isla, acompañada por Kyril de Bulgaria y Rosario Nadal, príncipes de Preslav. Paltrow apenas se dejaba ver en tierra firme. Solía navegar en el yate Blue One, del modisto Valentino, frecuentar la playa de Es Trenc y eludir los compromiso­s sociales. Y según la prensa del cotilleo, estuvo a cinco minutos de convertirs­e en reina de España. El Daily Mirror inglés y el Aftenposte­n noruego hablaron de un affaire entre la actriz y el entonces príncipe Felipe. Y según el diario El Mundo: “Gwyneth —que habla español con fluidez debido a un intercambi­o en Talavera de la Reina— está encantada. Una fuente cercana a la oscarizada rubia, por su papel en Shakespear­e in love, afirma que ella ‘está loca por Felipe’. Y añade: ‘Es guapo y rico, el tipo de persona de la que se podría enamorar”. O tro de los grandes actores contemporá­neos que ha radicado allí es Michael Douglas. Mientras estaba casado con Diandra Luker, Douglas compró un palacete en plena sierra de Tramuntana, declarada patrimonio natural de la humanidad por la Unesco. La casa principal de la mansión fue construida en el siglo XIX y comprada por el archiduque Luis Salvador de Habsburgo, primo del emperador Francisco José I de Austria (1847-1915), en 1878. Pero S’Estaca — este es el nombre de la finca— cuenta con seis casas independie­ntes más, una piscina, bodega de vinos, mobiliario rústico histórico con un altar de pan de oro y acceso directo al mar.

El divorcio del matrimonio Douglas-Luker y la llegada de Catherine Zeta-Jones a la vida del actor plantearon el problema de qué hacer con la espectacul­ar residencia. En 2014 decidieron venderla por 50 millones de euros. A falta de comprador, en 2017 el precio había bajado a 36 millones. Quizá, si usted busca chalecito en la playa, aún tenga oportunida­d.

Para saber lo que ha ocurrido en S’Estaca o en las cenas entre la realeza de Hollywood y la de España, tendremos que esperar. Como ocurrió con Ava Gardner o John Lennon y muchos otros de los visitantes de Mallorca, habrá que aguardar las memorias, las biografías y los relatos capaces de sobrevivir a sus personajes. Para entonces, segurament­e habrá ya una nueva generación de talentos disfrutand­o de las playas mediterrán­eas o de los paseos en yate, lejos de donde podamos verlos, pero cerca de quienes ellos son en realidad. �

 ??  ?? Ava Gardner, en el yate de Samuel Bronston. En la otra página, Candice Bergen y Anthony Quinn, durante un rodaje en la isla. AVA GARDNER Y ANTHONY QUINN
Ava Gardner, en el yate de Samuel Bronston. En la otra página, Candice Bergen y Anthony Quinn, durante un rodaje en la isla. AVA GARDNER Y ANTHONY QUINN
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 ??  ?? El actor Richard Harris, enterrado en la arena, y Errol Flynn, fumando a bordo de su barco, el Zaca. LAS ESTRELLAS Y EL MAR
El actor Richard Harris, enterrado en la arena, y Errol Flynn, fumando a bordo de su barco, el Zaca. LAS ESTRELLAS Y EL MAR
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 ??  ?? CELEBRIDAD­ES ESPAÑOLAS No solo los actores de Hollywood viajaron a la isla. El cantante Julio Iglesias posa junto a su hija mayor, Chábeli, durante unas vacaciones familiares en Mallorca en el año 1980.
CELEBRIDAD­ES ESPAÑOLAS No solo los actores de Hollywood viajaron a la isla. El cantante Julio Iglesias posa junto a su hija mayor, Chábeli, durante unas vacaciones familiares en Mallorca en el año 1980.
 ??  ?? Ursula Andress recibe a Jean Paul Belmondo en el aeropuerto de Palma en 1969. A la derecha, John Lennon y su primera mujer, Cynthia, durante unas vacaciones secretas que disfrutaro­n en Mallorca en 1965. Cynthia compró después una casa en la isla, donde falleció en el año 2015. INTERNACIO­NAL
Ursula Andress recibe a Jean Paul Belmondo en el aeropuerto de Palma en 1969. A la derecha, John Lennon y su primera mujer, Cynthia, durante unas vacaciones secretas que disfrutaro­n en Mallorca en 1965. Cynthia compró después una casa en la isla, donde falleció en el año 2015. INTERNACIO­NAL
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 ??  ?? Esther Williams y Fernando Lamas, durante su visita a la isla en 1962. A la derecha, el actor Johnny Weissmülle­r, el legendario Tarzán, en una reserva de animales en Son Servera en 1972. VACACIONES VARIOPINTA­S
Esther Williams y Fernando Lamas, durante su visita a la isla en 1962. A la derecha, el actor Johnny Weissmülle­r, el legendario Tarzán, en una reserva de animales en Son Servera en 1972. VACACIONES VARIOPINTA­S
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 ??  ?? El actor atraca su barco Wild Goose en el puerto de Pollença en 1963.
El actor atraca su barco Wild Goose en el puerto de Pollença en 1963.
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