Vanity Fair (Spain)

Pedro Sánchez

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siempre con pantalón ( VIENE DE LA PÁG. 107) vaquero y zapato informal, de cordones de ante, e incluso zapatillas de andar. Lo que iba cambiando eran los logos y eslóganes de campaña. En un principio fue “Somos socialista­s”, con la silueta de Pedro Sánchez empuñando una rosa, pero a partir de finales de marzo ya se jugaba con una versión en positivo de la frase con la que se había iniciado todo. Del “No es no” a Rajoy se pasó al “Sí es sí” (a Sánchez).

Asíse llegó al 4 de mayo, fecha límite para la presentaci­ón de avales. “57.369”, interrumpe con una sonrisa de lado a lado Santos Cerdán, recordando una jugada que no esperaban los rivales y que conllevó una elaborada estrategia de comunicaci­ón: “Teníamos estudios previos y nos superaron. Pero es que además nadie sabía nada, lo llevábamos todo entre Pedro, Paco Salazar (concejal de Dos Hermanas) y yo. No decíamos nada ni a compañeros de máxima confianza. E incluso hablábamos en clave. Habíamos quedado en que por teléfono yo a Pedro le diría siempre 10.000 menos de los que se iban contando. No nos fiábamos. Una vez le di una cifra, 32.000, cuando eran 42.000, y al día siguiente salió en un medio la cifra de 32.000”, dice arqueando las cejas.

Yahabían tomado carrerilla, pero faltaba rematar el mes de mayo: mucho Madrid, mucho Aragón y mucha Andalucía, por razones obvias: en las previsione­s sanchistas no hacía falta ganar en el feudo de Susana, sino sacar un 25 por ciento. El culmen de la campaña fue en Sevilla, el 19 de mayo, dos días antes de la votación. El acto se celebró en el mismísimo Muelle de la Sal, junto al puente de Triana, a un kilómetro de donde Susana Díaz era arropada por los ex secretario­s generales, incluidos los dos expresiden­tes del Gobierno socialista­s. “El tema de los avales había entusiasma­do a nuestra gente, y el acto fue una confirmaci­ón de que se podía ganar”, dice Cerdán.

Dosdías después, urnas. “Para votar, DNI y memoria”, decían los aún activos grupos de redes de militantes. No hizo falta más. Sánchez ganó con más del 50% de los votos, más de 10 puntos sobre Susana Díaz. Brindis, abrazos y, finalmente, la Internacio­nal en el estrado con el puño apuntando al cielo. Se había completado la resurrecci­ón.

Hapasado un año desde aquel domingo 21 de mayo. En el medio ha ocurrido el revolcón del conflicto catalán, han sobrevenid­o las muestras del desgaste popular por las acusacione­s de corrupción, y finalmente la sentencia de Gürtel. Ese día era 24 de mayo de 2018 y empezaba otra historia para Pedro Sánchez. Como antes, a todo o nada y en un cortísimo plazo de tiempo: en una semana se convirtió en presidente del Gobierno vía moción de censura, por primera vez en la historia de la democracia española. “Rajoy se equivocó y la velocidad benefició a Pedro. Él consiguió hacer de la adversidad algo favorable”, opina Francisco Toscano. Para el entorno, fue la consecuenc­ia lógica de una situación que ya resultaba insostenib­le: “Entendimos que era un punto y aparte, una regeneraci­ón de la política española, y eso solo lo podía hacer el nuevo PSOE. Había que presentarl­a aunque no ganásemos”, añade categórico Santos Cerdán. De nuevo, un órdago para Sánchez. De nuevo, contra la espada y la pared. Y le salió bien una vez más. De apestado a encumbrado. Ahora los colaborado­res confían en que el vértigo de la política no lo ponga al límite, como ha ocurrido a lo largo de su carrera. No siempre va a tener el Peugeot 407 a mano. Metido en años, sus seguidores dicen que, mejor que en el garaje, el coche debería estar en un museo. �

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