Nicole Kidman
para que sean ellas ( VIENE DE LA PÁG. 126) mismas”.
También le pregunto si la toma de conciencia que se ha producido actualmente respecto al tema de las agresiones sexuales desembocará en cambios duraderos. Contesta: “No lo sé. Creo que hay que seguir con la mente abierta, con una actitud comprometida, consciente y activa. Pero no tengo una bola de cristal”. ¿Siente que se va radicalizando a medida que cumple años? “Depende de cómo se defina el feminismo. ¿Qué es el feminismo? ¿La igualdad? ¿Estamos hablando de eso? Es decir, ¿me estoy radicalizando con respecto a la cuestión de la igualdad? En absoluto. Siempre he creído en ella. ¿Qué estoy dispuesta a hacer para contribuir a que se alcance? A manifestarme públicamente en favor de ella con mi trabajo y con mis declaraciones. Estoy dispuesta a hacer lo que haga falta para ayudar”.
“Mi madre procede de una generación concreta en la que seguramente las mujeres no tenían ni de lejos las mismas oportunidades que nosotras. Pero la igualdad aún no la hemos logrado. Y es lo que necesitamos. Creo que no es demasiado pedir. Los jóvenes dicen: ‘Buf, pero si se ha conseguido muchísimo’. Sí. Pero si te fijas en las estadísticas, todavía no hemos llegado a la plena equiparación”. Hace una pausa. “¿O no?”, pregunta, y parece que mi opinión le interesa de veras. Evidentemente, tiene razón, y no hace falta que yo se lo confirme. Pero este momento resulta revelador, porque demuestra hasta qué punto valora y respeta a otras mujeres. Algo que no solo se nota en los papeles que elige, que no solo se debe al hecho de ser madre de dos niñas ni a que la educaran en el feminismo. Se trata de algo menos tangible y más profundo: la sensación de que, con cada historia que decide narrar en la pantalla y con las partes de su vida que está dispuesta a divulgar, Kidman se implica de verdad en las cosas que cuentan.
Por eso los Globo de Oro siempre serán menos importantes para ella que las bolas de cristal con nieve de su hija. �