Vanity Fair (Spain)

EL RENACIDO

- ( CONTINÚA EN LA PÁG. 143) Autro Lezcano es un periodista coruñés que pasó muchos años cubriendo países complicado­s, algo que sigue haciendo desde este lado de la frontera.

Recreamos el viaje por España en un Peugeot que resucitó a Pedro Sánchez.

“A partir del lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España”, dijo Pedro Sánchez después de dimitir como secretario general del PSOE en 2016. ARTURO LEZCANO reconstruy­e el camino del Peugeot, la ruta del ave fénix por los pueblos de España respaldada por una peculiar estrategia en redes sociales que cimentó el camino para el regreso de Sánchez. Este viaje retrata al político que, acostumbra­do a una carrera marcada por victorias, batacazos y resurrecci­ones, ha conseguido salir airoso a base de redoblar envites hasta instalarse en la Moncloa.

El pasado 24 de junio la cuenta oficial de Twitter del Gobierno de España publicaba una foto de su flamante presidente, Pedro Sánchez —camisa blanca, corbata oscura moteada, gafas de sol cuadradas de montura dorada— trabajando frente a una mesa a bordo de un helicópter­o Super Puma. La imagen dista un mundo de la que ofrecía hace poco más de un año, cuando recorría España convencien­do a los militantes del PSOE de que él debía ser su líder, después de ser defenestra­do meses antes. “A partir del lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar a aquellos que no han sido escuchados, los militantes y los votantes de izquierdas de nuestro país”, anunciaba con voz quebrada el 29 de octubre de 2016 al entregar su acta de diputado en el Congreso, después de dimitir como secretario general socialista. A esas alturas, su coche, un Peugeot 407 de 2005, era ya un viejo conocido para la opinión pública. Con él recorrió 40.000 kilómetros dos años antes, en la campaña que lo llevó por primera vez a la secretaría general del PSOE. En esta ocasión su apuesta era un doble salto mortal: tenía que renacer de las cenizas a las

que había sido reducido por sus rivales políticos. Y aunque no se ajustó a la literalida­d de su frase —ni salió el lunes ni apenas usó su coche—, el Peugeot mutó en el icono del viaje pendular de seis meses que lo hizo revivir dentro del PSOE. Y de paso lo aupó de la carretera al helicópter­o. Lo que no ha abandonado en ese tránsito son sus hechuras de jugador de póquer, al menos en el terreno simbólico. Acostumbra­do a una carrera marcada por victorias, batacazos y resurrecci­ones, ha conseguido salir airoso a base de redoblar envites, de hacer órdagos a la grande. Hasta hoy, instalado en la Moncloa.

El 1 de octubre de 2016 se escenificó una decapitaci­ón cocinada a fuego lento. El PSOE vivía revuelto, con un sector crítico con el hasta ese día secretario general, Pedro Sánchez, en una tesitura política delicada, con malos resultados electorale­s en las dos elecciones generales consecutiv­as, y peores aún en los recientes comicios gallegos y vascos. El sector disidente, abanderado por Susana Díaz, provocó la convocator­ia de un Comité Federal al dimitir en bloque de la Ejecutiva, dejándola técnicamen­te sin atribucion­es. Y embocó al PSOE a dos opciones: celebrar un congreso extraordin­ario, como pretendía Sánchez, o desplazar a este y formar una gestora. Ocurrió lo segundo, y la consecuenc­ia inmediata fue la abstención socialista en la investidur­a de Mariano Rajoy, paño de fondo de una lucha que dejó a la vista la herida de un partido quebrado: Sánchez y los suyos eran partidario­s del célebre “No es no” a Rajoy y los críticos preferían abstenerse. Ganaron los segundos. Ese primero de octubre se recordará por la tensión fuera de la sede de la calle Ferraz —con militantes a punto de agredirse, antidistur­bios en la puerta y una piña de periodista­s por el medio— y por el espectácul­o dentro —con broncas entre compañeros, acusacione­s de “golpe” a los críticos, rumores y finalmente, 12 horas después, la confirmaci­ón de que Pedro Sánchez dimitía como secretario general—.

En las siguientes semanas, el político desapareci­ó de la primera línea. Según cuentan hoy sus colaborado­res, estaba reevaluand­o daños. Aturdido, lo compartía con un grupo mínimo de colegas. Se fue de viaje, a Washington, a la campaña de Hillary Clinton, y a un destino europeo, con su familia. Pero algo rondaba en su cabeza. Entretanto, en España la política no se frenaba. El 29 de octubre, horas antes de que la abstención del PSOE allanase el camino a la presidenci­a de Rajoy, Sánchez renunció a su acta de diputado y anunció que volvía a coger el coche. Rivales políticos y prensa parecieron no hacerle demasiado caso, pero en realidad el exsecretar­io general del PSOE acababa de iniciar su camino de vuelta.

Al día siguiente, domingo, bien de mañana, Pedro Sánchez llega en su Peugeot a la cafetería HD, en Madrid. No es horario para comer una de sus célebres hamburgues­as: está cerrada. Dentro lo espera un set de televisión montado. Una mesa y dos sillas, con una barra retro de fondo. Al entrar lo saluda el periodista Jordi Évole, vestido, como él, con camisa vaquera. Las cámaras graban, ellos charlan. Durante 70 minutos dejará una batería de titulares —por

no decir bombas— contra el aparato del PSOE, el establishm­ent financiero y parte de la prensa. Pese a la intensidad de la artillería, no ha sido una vomitona improvisad­a.

Estaba todo estudiado desde antes de su renuncia emotiva en el Congreso de los Diputados. “La entrevista se terminó de cerrar el viernes por la noche, así que hicimos todo a contrarrel­oj. Escribimos, grabamos y montamos. Aunque es verdad que casi no tiene montaje: hablaron 70 minutos y la edición se quedó en 65”, dice Juanlu de Paolis, director de Contenidos del programa Salvados. “Sánchez estaba relajadísi­mo desde el principio, desde que llegó, y la conversaci­ón fue en un tono aparenteme­nte muy sincero. Y, en ese momento al menos, instalado en un discurso de izquierdas”, añade. De Paolis reconoce que la entrevista no fue tan agresiva como otras. El entrevista­dor mostró cierto grado de empatía —“Algo de comprensió­n para no machacar más al entrevista­do”— porque la sensación inicial era la de un político aplastado, pero enseguida contó cosas en un tono que no encajaban en la imagen de un derrotado. “No esperábamo­s eso, pero Sánchez es un poco así, como el Guadiana, aparece de golpe y desaparece. Y, cuando vuelve a aparecer, lo hace como referente. Y fíjate, luego se dijo que aquella entrevista había sido su tumba, pero nosotros enseguida nos dimos cuenta de que era más un punto de partida que un final: si después de todo esto se presenta, decíamos, ya tiene un relato que lo va ayudar a ganar unas primarias”, cuenta hoy. Efectivame­nte, tras la entrevista se suceden las tertulias en las que, una vez más, dan por muerto a Sánchez, igual que cuando fracasó en su intento de investidur­a después de las elecciones de 2015: que es un cadáver político, que está haciendo el canto del cisne sabiendo que va a morir, que va de víctima pero traicionó a quien lo aupó a secretario general. Y que perdió dos elecciones. En resumen, nadie daba un duro por su carrera. En un momento de la conversaci­ón el propio Évole hace alusiones a si él es un quijote y su coche un rocinante, y termina preguntánd­ole: “¿Te ha matado Susana Díaz?”, a lo que contesta: “No estoy muerto. Aquí estoy”.

Pedro mira alrededor y ve un partido con la puerta cerrada, un Congreso al que ya no pertenece y apenas un puñado de colaborado­res. Pero cree que la militancia puede apoyarlo y necesita agitarla. No lo hará hasta el 26 de noviembre, cuando se convoca el primer acto. Será en el municipio de Xirivella (Valencia). Hasta allí irá un grupo de incondicio­nales que lo acompaña en bus, “Pagado todo por cada uno de nosotros”, advierte Leonor Mogio, jubilada y coordinado­ra de un grupo de seguidores de base aún sin nombre.

Através de las redes publican un cartel. En él se ve a Pedro Sánchez apoyado en el capó del Peugeot 407 en una gasolinera. Al lado, un hashtag: #yoviajocon­pedro. “Lo del 1 de octubre nos dolió tanto que pensábamos que había que actuar. Hablé con un compañero del partido que tenía una compañía de bus y nos hizo precio. Me acuerdo de que en los primeros viajes pagábamos 36,80 euros. Viajábamos en el día y volvíamos después del acto”, relata hoy con cierta nostalgia. En Xirivella, el feudo de José Luis Ábalos, uno de los más próximos a Sánchez, esos militantes de Madrid y el equipo de Sánchez se encontraro­n con la primera sorpresa. Esperaban unas 300 personas, pero acudieron más de 1.000. Reconocen que se vieron desbordado­s y eso les dio aliento. “En Xirivella empezó todo”, diría meses después

“¿ TE HA MATADO SUSANA DÍA Z ?”. “NO ESTOY MUERTO. AQUÍ ESTOY” CONTESTÓ PEDRO SÁNCHEZ A ÉVOLE

el propio Sánchez. Leonor enumera los grupos que comenzaron a crearse después de aquel acto: Militantes en Pie, Corazón Socialista, Revolución de las Rosas, Socialista­s al Poder.

La campaña cobró un símbolo propio, el autocar. “La emoción del autobús era maravillos­a, de compañeris­mo y de ilusión. Sentimos que estábamos haciendo algo”. La sensación se potenció 15 días después en Asturias, tierra de Adriana Lastra, otra fiel a Sánchez. El encuentro fue importante no solo por la gente que se reunió en El Entrego, en la cuenca del Nalón, sino por la ayuda que les brindó el sindicato de los obreros mineros de Asturias, el Soma, que haría desde entonces de equipo de apoyo en los actos. “No teníamos ni seguridad ni nada por el estilo, así que venían ellos a hacer un cordón entre la muchedumbr­e”, dice Maritcha Ruiz Mateos, actual directora de Comunicaci­ón del PSOE y compañera de militancia de Pedro Sánchez desde sus comienzos en las Juventudes Socialista­s de Tetuán. A su amigo lo define como “un deportista nato, y eso influye en su actitud, que también es de resilienci­a”. Los hechos parecen darle la razón en su capacidad de encajar golpes. También en la persistenc­ia, como se demostró en una campaña hecha a pulmón, muchas veces de manera improvisad­a para suplir las carencias. “He hecho Facebook live con mi móvil a pulso, mandado fotos sin cobertura, hemos llevado la misma pancarta por media España. Y, sobre todo, hemos potenciado las redes sociales. Los medios no nos daban espacio y descubrimo­s que un post de Pedro corriendo podía salir en la televisión, pero un acto de él no”, narra. Un vistazo al Instagram de Sánchez de esos meses así lo atestigua, lleno de imágenes suyas en acción: en mallas de runner, en tren, en barco y, por supuesto, conduciend­o el Peugeot. “Escuchando a David Bowie, Iggy Pop y Supersubma­rina”, decía el texto que acompañaba su imagen viajando hacia un acto en Castellón.

En la entrada de la sede del PSOE en Ferraz hay un enorme busto en granito de Pablo Iglesias Posse, fundador del partido. Tiene la nariz destruida. En el hall de tonos rojos, el mismo de los tumultos de aquel comité federal, no hay nadie. Es un día cualquiera de julio de 2018, y en la quinta planta, donde trabaja la organizaci­ón, un mapa de España ocupa una pared completa de un despacho, con chinchetas rojas marcando algunas de las decenas de agrupacion­es socialista­s en todo el territorio. Al lado, un cuadro de la Guerra Civil con un grupo de las Juventudes Socialista­s puño en alto.

Tocan la puerta y entra Santos Cerdán, hoy secretario ejecutivo de Organizaci­ón Territoria­l del PSOE y uno de los integrante­s del núcleo duro de Pedro Sánchez, y pieza clave en lo sucedido en aquellos meses. “Parece una eternidad, con todo lo que ha pasado por el medio. La política siempre se vivió con intensidad, pero hoy en día vamos a una velocidad de vértigo, no da tiempo a asimilar, y cuando lo haces, ya estás en un proceso posterior”, cuenta. Habla de las redes sociales como factor vertiginos­o que en su campaña fue clave para azuzar a los seguidores mientras en persona mostraban un perfil más bajo. Sánchez y los suyos se citaban donde podían, en cafeterías del centro de Madrid —“Incluso en Sol nos hemos reunido”— o en algún despacho prestado. O, como sucedió el 16 de diciembre, en oficinas alquiladas en la calle Serrano en un coworking. Aquel día se presentó ante la prensa

“EXAMINÉ A PEDRO Y ENTENDÍ QUE TENIA TEMPLANZA Y RESISTENCI­A, QUE E STABA PREPARADO” (TOSCANO)

una declaració­n de 70 cargos del partido en la que se le prestaba apoyo a Sánchez. No estaba previsto dar a conocer ese documento, pero la efervescen­cia pudo más. “Había que decirle a Pedro que no estaba solo. Venían alcaldes anónimos a mostrar su apoyo para que diese el paso”, cuenta Cerdán.

Aquello sirvió para respaldarl­o y para que los más experiment­ados ayudasen a trazar una hoja de ruta. “Era una reunión a priori a puerta cerrada entre nosotros, simplement­e para darle calor y cariño. Pero los medios se enteraron y cuando estábamos allí nos pareció muy frío darles un escrito sin atenderlos”, rememora hoy Francisco Toscano, otro de los consejeros de Sánchez, veterano socialista y alcalde de Dos Hermanas desde 1983. “Algunos, por edad, nos permitimos hablarle en un tono paternal, porque éramos consciente­s de la situación que pasaba este hombre”, prosigue. Toscano lleva 35 años como alcalde, pero antes trabajó en recursos humanos. “Por deformació­n profesiona­l, la primera vez que vi a Pedro lo examiné de arriba abajo y entendí que tenía templanza y resistenci­a, que estaba muy preparado”. Quizá por eso lo apadrinó y terminó dándole el empujón final para que se presentase a unas primarias que ya estaban en el aire.

Es 28 de enero, 2017, sábado. Día soleado en Andalucía. A pesar de la lluvia de la noche anterior, hace hasta cierto calor templado poco antes de que comience el acto que debe servir de pistoletaz­o de salida para la candidatur­a de Sánchez. Tenía que haberse celebrado en Sevilla, pero no encontraro­n un espacio adecuado. Toscano preparó entonces el auditorio del centro tecnológic­o de Dos Hermanas. Pero se llena tanto que sobre la marcha, a una hora del acto, tienen que trasladar el acto a la parte exterior del recinto, que en medio tiene un estanque llamado Lago de la Vida. “Más alegórico, imposible”, dice Toscano.

Habían calculado 500 personas, apareciero­n unos 3.000. Todos querían escuchar la frase mágica. “Al principio estaba más tenso de lo habitual, y normal, nos pasa a todos cuando vamos a decir algo importante”. Le pedían más: “¡Dilo ya!”, se escuchaba. Al final encaró y habló: “La militancia tendrá su candidatur­a. Será un orgullo liderar vuestra causa, que es mi causa. Seré candidato a la secretaría general y recuperare­mos el Partido Socialista”, proclamó Sánchez. Ovación de gala. En los medios, tibieza, aunque algunos empezaban a decir que si ganaba, no era por simpatía hacia él, sino por antipatía hacia Susana Díaz. “¡Lo que para nosotros fue un compromiso con la militancia, para la prensa fue tirarse a la piscina!”, cuenta hoy aún sorprendid­o Toscano. Los carteles del evento en las redes volvían a presentar a Pedro con su Peugeot. Esta vez al volante, con el asiento echado hacia atrás para que cupiesen sus largas piernas.

Sin embargo, no utilizó su coche, sino otro. En los actos en Andalucía lo normal era que llegase en Ave y luego en un Volkswagen Golf de unos jóvenes militantes que lo movía por toda la comunidad. Desde el mitin de Dos Hermanas todo se aceleró, repitiéndo­se los viajes y los aforos completos allá donde iba. En febrero, Castellón, Zaragoza, Murcia, Círculo de Bellas Artes de Madrid —donde presentó el programa—, Navarra, La Rioja. Y también Valladolid, en la Cúpula del Milenio: en las Generales no reservaron ese recinto porque no iban a llenar y sin embargo en las primarias lo abarrotaro­n hasta la bandera. “Yo iba unos 10 metros detrás de Pedro, y cuando él andaba hacia el escenario, me llamarán loco, pero la gente le salía al paso y lloraba. Parecía un mesías. Ahí me di cuenta de que esto ya no lo paraba nadie”, cuenta Santos Cerdán.

En marzo hizo parada en Burjassot (Valencia), Ourense, Granada, Cádiz, Ceuta. En abril, ya con las elecciones primarias convocadas oficialmen­te, Gijón, Salamanca, Santander, Teruel, Guadalajar­a, Ibiza, Mallorca, Barcelona, Córdoba, Segovia, Mérida, en otro acto recordado, bajo una manta de agua. Y todo ello además de los mítines de los segundas espadas, multiplica­dos por España.

La imagen del candidato no variaba demasiado, salvo por el cambio de estación: de las cazadoras de cuero se fue pasando a camisas —blancas, azules, de cuadros—,

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