JOYERA ÚNICA
Tras reinventar los códigos de la orfebrería tradicional, Carolina Bucci lleva su sugerente narrativa al universo de los relojes de la mano de Audemars Piguet.
Orfebre con un sello inconfundible, Carolina
Bucci marca las horas en Audemars Piguet.
dime una cosa, si eres una joyera femenina, ¿por qué llevas un Audemars Piguet de hombre?”, le preguntó François-Henry Bennahmias, CEO de la casa relojera suiza, a Carolina Bucci. “Los de mujer no me gustan. Los hacéis pequeños, rosas y con diamantes”, le espetó ella. El director general de la compañía se había fijado en que Bucci nunca se separaba de un antiguo Royal Oak —el modelo más representativo de la firma— de finales de los años setenta, dorado y sin ningún tipo de adorno superfluo. Era un regalo de su marido por su 35º cumpleaños. “Le dije que yo podía hacerlo mejor y así comenzó nuestra colaboración”, recuerda hoy la creadora en Madrid.
Carolina Bucci (Florencia, 1976) ha hecho de la elegancia sin esfuerzo su sello. Lleva las muñecas y las manos repletas de pulseras y anillos, pero su estilo no resulta nada pretencioso. “Me gusta vestir de un modo relajado”, asegura. Cuarta generación de una emblemática saga de joyeros florentina, ella es el adalid de un nuevo estilo de orfebrería bohemio y desenfadado. Su padre le inculcó la pasión por el oficio. “De pequeña, en cada ocasión especial, recibía una joya de regalo de mi familia. Nunca era lo que tenía en mi cabeza y le pedía poder transformarla”. Él jamás le puso las cosas fáciles. Le hacía repetir el boceto varias veces y solo cuando era lo suficientemente bueno le permitía sentarse con los artesanos y los joyeros para descubrir todo el proceso y materializar su idea. “Me enseñó a luchar por lo que quería”. De su madre, fashionista empedernida, heredó una elegancia innata. “Solía de-