Vanity Fair (Spain)

ASALTO AL PP

- FOTOGRAFÍA DE E LENA O LAYES TILISMODE FLORENCIA MENDOZA

Entrevista­mos a Andrea Levy sobre las nuevas figuras que han tomado el poder en Génova.

Parecíamos los becarios y ahora estamos al frente del PP. Somos más que un cosmético”

Llegó en 2015 para “renovar” un partido lastrado por los años de gobierno y la corrupción y ha terminado, junto a sus compañeros de generación, dando el salto al poder. EVA LAMARCA entrevista a la audaz y libre Andrea Levy, vicesecret­aria de Estudios y Programas, para saber si asume los postulados más conservado­res de su formación y los problemas que acechan a su nuevo líder, Pablo Casado, o se mantiene tan inconformi­sta y combativa como siempre.

B romeaba el pintor Hernán Cortés, el hombre que ha retratado con furia expresiva los rostros de la vida parlamenta­ria, que los políticos son mucho más humanos de lo que parece. “Se esconden, pero están ahí”. Bajo su apariencia de pizpireta, Andrea Levy (Barcelona, 1984) lo hace. Poco sabemos de esta hija de catalana e israelí que se crio en la Barcelona selecta, entre los muros del Liceo Francés, donde —gracias a la lengua de la diplomacia— consiguió que instalaran Radio Camembert, una emisora desde la que pinchaba la música que le gustaba y entrevista­ba a padres de alumnos. Poco de la joven que, tras

terminar el bachillera­to, desorienta­da en su futuro laboral, se fue a la Central Saint Martins de Londres —la mejor escuela de diseño del mundo— a estudiar Dibujo. “Quería ser artista, pero cuando llegué estaban todas las japonesas y coreanas supermotiv­adas y yo parecía la niña de papá. Fue como… ‘Esto no es para mí”. Regresó a su ciudad. Se diplomó en Relaciones Institucio­nales y Protocolo e ingresó en Derecho. En el último año peleó por acceder a una pasantía en alguno de los mejores despachos de abogados de la Ciudad Condal. En 2011 consiguió plaza en Uría Menéndez, donde vivía incluso los fines de semana. “Hasta que empecé a tener inquietude­s políticas y dedicaba los sábados y los domingos a escribir los discursos de Alicia Sánchez-Camacho”. La líder popular de Cataluña acabó por darle un despacho cuando ella le propuso en 2013: “¿Si me voy de Uría, tendría sitio en el PP?”. “A partir de ahí me pidieron que hiciera informes sobre cómo desde Òmnium y otras asociacion­es se promociona­ba la independen­cia de Cataluña”.

Sus estudios llegaban a las manos del entonces director del Gabinete de la Presidenci­a del Gobierno, Jorge Moragas, mientras la joven se bregaba ya en los medios catalanes con un lenguaje audaz. Debió de impresiona­rles. En el verano de 2015, Rajoy la llamó: “¿Quieres venir a Madrid?”. Tenía 31 años cuando aterrizó en Génova como vicesecret­aria de Estudios y Programas. En octubre de ese mismo año, se convirtió en diputada del Parlamento de Cataluña. Meses después vio, en primera fila, cómo el PP acabó perdiendo más de tres millones de votos en unas elecciones generales que fulminaron el bipartidis­mo. Podemos y Ciudadanos robaron a manos llenas las voluntades políticas. Ella estaba allí, como Pablo Casado y Javier Maroto, nuevos en la cúpula del PP, para frenar la sangría. Hasta hoy.

—Cuando el PP le otorga un cargo de responsabi­lidad a una joven treintañer­a, atea, rockera, soltera, sin hijos, con voz propia, ¿se buscaba otro prototipo de derechas? Usted ha cultivado mucho el “ser del PP no está reñido con ser moderno”.

—En mi caso es natural. Cuando Casado, Maroto y yo llegamos en el año 2015, se asumió que yo siguiera siendo quien era. También creo que a mí me ficharon por eso. Cuando nos nombran, lo que se buscaba no eran cuotas territoria­les de poder, sino esa necesidad de que el partido adquiera otra imagen.

—Y nada más llegar usted empezó a tuitear sobre las incomprens­ibles frases de Rajoy: “Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. ¿Cómo vivían eso en el PP?

— Ese punto de naturalida­d y desenfado que yo aportaba era necesario. Había mucha gente que quería votar al PP y estaba esperando a que habláramos su idioma y vistiéramo­s como ellos.

—Pero cuando llegó a Madrid intentaron que vistiera distinto.

—Bueno, eso fue más de los asesores de imagen que te sugieren para dar bien en cámara … Pero a mí me

En la anterior etapa no sabíamos ni lo que defendíamo­s. No hacíamos política para tocar la fibra”

sorprende. ¡Yo he sido trending topic en Twitter por llevar una chaqueta de cuero! Eso dice mucho del distanciam­iento que teníamos con la realidad social.

—¿Cómo recuerda aquella primera etapa en el partido?

— Cuando nosotros llegamos ese julio de 2015, a Génova venían empresas, asociacion­es… y cuando acabábamos las reuniones, yo decía: “Creo que se piensan que somos los becarios”. Toda esta generación que estábamos en la treintena, que nos habían dejado en verano al mando… parecíamos los becarios y ahora estamos al frente del PP. A mí me nombraron para ser vicesecret­aria de Estudios y Programas, pero les importaba más mi parte personal de Andrea Levy moderna, groupie… Por eso cuando Pablo Casado me renovó en el cargo, le dije: “Ahora sí, ahora es en serio, estoy en Estudios y Programas de verdad”. Es esa sensación de que, más allá de ser un mero cosmético, éramos lo que el partido necesitaba. Y la demostraci­ón es que, el día del congreso, Soraya hace un discurso que no emociona y Pablo llega a la fibra. En estos tres años no solo nos habíamos ganado el “Han quedado muy bien en la cámara”, sino que teníamos el sentimient­o de la gente.

—Usted lo ha dicho: a Maroto, a Pablo Casado, los pusieron para renovar el PP. Parecía una operación de maquillaje. Y, de repente, ustedes se han hecho con el partido. Deben de estar acordándos­e del día que les llamaron para “renovarlos”.

—No… Tampoco es eso. En el año 2015 afrontamos un momento muy complicado. Vimos que había nuevos partidos que venían a sustituirn­os y afrontamos la pérdida de poder territoria­l en Valencia, Madrid, que fue un mazazo muy duro… Entonces dijeron: “Debemos dar una respuesta”. Y lo solucionar­on redecorand­o la fachada, cuando lo que había que hacer era remodelar toda la casa. Es verdad que luego hicimos dos campañas muy buenas, pero en las elecciones catalanas había una desmotivac­ión por el proyecto, un desánimo generaliza­do, que hizo ver que todo tenía que cambiar. La casa por dentro empezaba a hacer aguas. Al final eso se aceleró con la moción de censura, pero hubiésemos tenido que pasar ese cisma de una manera u otra.

—¿Le sorprendió la caída de Mariano Rajoy?

—Todo ocurrió muy rápido. El primer día de la moción fuimos a comer los vicesecret­arios y en ese momento fue cuando ya empezamos a ver que el PNV iba a apoyar a Sánchez y supimos lo que iba a pasar. Hubo un momento de abismo: “¿Qué va a hacer ahora Rajoy?”. La moción de censura fue una frivolidad de Sánchez, y Rajoy no merecía, después de lo que había hecho, irse de esta manera. Creo que ha sido ejemplar cómo se ha retirado.

—Da la sensación de que se fue Rajoy, saltó un tapón y apareciero­n mil conspiraci­ones. Cenas y almuerzos políticos privados…

—En muchos aspectos echo mucho de menos a Rajoy porque te daba esa serenidad y ese sentido común que siempre impregnaba las reuniones que teníamos. Todos los procesos son complejos porque se mezclan ambiciones, antiguas rencillas… Y, evidenteme­nte, se hicieron comentario­s que tenían intereses más personales que políticos. Yo intenté apartarme de eso y quedarme en las ideas. Y creo que Pablo fue el que respetó más, desde mi criterio.

Pienso en Pablo Casado denunciand­o desde el primer día de campaña el “juego sucio” de sus compañeros cuando arreciaba la polémica sobre su máster de Derecho Autonómico que hoy investiga la Justicia. O el vídeo de “Cuéntame cómo vais a renovarnos”, que ridiculiza­ba los apoyos de Soraya Sáenz de Santamaría. “¿De verdad lo cree?”, le pregunto a Levy. “Sí”, afirma contundent­e.

—Pablo Casado criticó en su congreso la estrategia con la que Rajoy se enfrentó al independen­tismo en Cataluña. Usted era diputada en Cataluña y miembro de la Ejecutiva. ¿Cómo encajó esas críticas?

—Muchas cosas ya las habíamos dicho. Yo, con toda la lealtad al presidente, al Gobierno, al Comité de Dirección, había manifestad­o muchas veces mi discrepanc­ia. Había una sensación de desamparo en el PP de Cataluña y en muchos catalanes ante la ofensiva independen­tista. En el PP de Cataluña sabíamos que iba a acabar sucediendo lo que sucedió y nos quejábamos de que había una desaparici­ón total de las institucio­nes del Estado. Segurament­e, porque no querían molestar a los nacionalis­tas con los que luego pactábamos en otros asuntos. El independen­tismo ha dedicado muchos recursos a vender un proyecto político desde las institucio­nes y el Gobierno de España no ha reaccionad­o. Rajoy hizo bien cuando aplicó el 155, pero llegamos tarde.

—¿Al presidente, con lealtad, en esos comités le comentaron: “Presidente, igual nos estamos equivocand­o”, antes de decirlo en público?

—Yo lo de TV3 era una cosa que le decía siempre, siempre, porque lo he padecido. Yo vi mucho TV3 hasta que decidió ser correa de transmisió­n del independen­tismo. ¿Por qué no se intervino la cadena? Era una victoria moral que necesitába­mos los constituci­onalistas. Eso se lo dije a Rajoy hasta el día que me despedí de él: “Lo único que lamento, presidente, es lo de TV3… Es una espina que tengo clavada”. —¿Y él que le contestó? — Una frase muy de Rajoy: “Muy buena reflexión, Levy”.

—¿Escribirá Rajoy sus memorias?

—Mejor que sus memorias, que también, podría escribir un libro de autoayuda, de mantener la calma cuando todo se está desmoronan­do.

Ante un plato de jamón y un pescado desconocid­o para nosotras que nos aseguran está recién cogido —Levy es conservado­ra en los entrantes pero imaginativ­a en los segundos—, me cuenta que, nada más llegar al partido, Rajoy le dio un consejo que, según ella, la ha mantenido a salvo de la burbuja irreal del poder. “Me dijo: ‘Nunca pierdas el aire fresco de provincias’. Y esa es una realidad como un templo. Cuando vas a los sitios, te das cuenta de que ni eres tan importante ni de lo que hablas interesa a tanta gente”. Sin embargo, aquí está, encumbrada en la cima. Mano a mano, junto a un grupo de treintañer­os que ha desplazado a barones y lideresas, marcando en su discurso la distancia entre el “ellos y nosotros”.

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LA NUEVA OLA La política quiso ser primero artista y luego abogada, hasta que empezó a colaborar en el PP de Cataluña. Abajo, con camiseta de Zara y falda de Tigerlily.

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