Vanity Fair (Spain)

COMO EL JAZZ DE ARMSTRONG

- POR EVA LAMARCA

‘Vanity Fair’ es humor, política, cultura, moda... pero también periodismo de investigac­ión. Diez años en los que hemos ejercido el control del poder: corrupción política, económica, artística, crímenes por resolver… Somos un animal exótico y muy bello.

Una vez a Louis Armstrong le pidieron que definiera el jazz: “¿Definir el jazz? Si tú no lo sabes, yo tampoco puedo contestart­e. Solo tienes que escuchar”. Vanity Fair es una extraña mezcla de muchos elementos. Combina humor, cultura, política, sociedad… y periodismo de investigac­ión. “¿Ah, no sois un magazine de moda?”, es una de las preguntas que más hemos escuchado los redactores de esta revista cuando ejercíamos un papel de vigilancia y control del poder. Sí, la gente va muy bien vestida en Vanity Fair, pero no solo. Somos un animal único, muy exótico y muy bello.

Somos herederos de una publicació­n que en 1996 sacó a la luz un informe sobre los químicos que las tabaqueras introducía­n en los cigarrillo­s para generar adicción. Marie Brenner es una de sus plumas más respetadas. Pero también Michael Lewis, Mark Seal (y sus increíbles textos sobre Madoff) o John D. O’Connor, quien nos descubrió la identidad de W. Mark Felt como la garganta profunda que transmitió a los periodista­s de The Washington Post los detalles del caso Watergate y provocó la dimisión de Nixon en 1974. Todo eso también es Vanity Fair.

Hay millones de razones por las que el periodismo de investigac­ión es necesario. Para entender, por ejemplo, quién era Corinna y cuál era su papel en la jefatura del Estado; para saber qué institucio­nes públicas se habían puesto al servicio de Iñaki Urdangarin desviando el dinero de todos. Pero no solo para eso, también para comprender qué maraña policial, social y política se esconde detrás

Que la calidad de la informació­n y la escritura sean únicas

del acoso a la doctora Pinto o quién ha saqueado institucio­nes como la SGAE, el museo IVAM de Valencia, el Palau de la Música de Barcelona o el Guggenheim de Bilbao. Nos ha interesado esto y mucho más: destapamos qué había detrás de la muerte de Liliane Bettencour­t, dueña del imperio L’Oréal y la mujer más rica de Francia, quizá uno de los mayores escándalos político financiero­s de la V República francesa, o por qué los trabajador­es de France Télécome se suicidaban: los jefes cobraban suculentos bonos con cada deceso.

Encontramo­s al espía más famoso de todos los tiempos, Francisco Paesa, y también al huido más famoso de todos los tiempos, Javier Anastasio, acusado del crimen de los Urquijo. Por nuestras páginas han pasado Laureano Oubiña y Charles Manson. Hemos investigad­o el robo del Códice Calixtino, la muerte de la política popular Isabel Carrasco, la verdad que parecía ocultarse tras el Robin Hood de nuestros tiempos, Hervé Falciani. Hemos descubiert­o a estafadore­s, como Jacinto Roselló Solivellas o el galerista Bergantiño­s, y estafados, como Yolanda Cereceda. Le hemos dedicado tiempo a leer, a escuchar, a editar. Como mensual, llegábamos después, pero siempre hemos intentado llegar mejor. Queríamos que la calidad de la informació­n, la escritura y el periodismo fueran únicos. Contar una historia respetando la veracidad, buscando la transparen­cia, pero construyén­dola como un relato. Y seguro que hemos sido imperfecto­s. Pero somos necesarios. Un animal bello y extraño. Ya saben, Vanity Fair. Mucho más que moda. Como el jazz del viejo Armstrong. �

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