Kim Basinger
Un productor del Hollywood clásico dijo que si a un sex symbol le quitas la sombra de ojos, el pintalabios y la provocación, te queda solo un pellejo. Su striptease a contraluz y su atracón de fresas con miel en Nueve semanas y media convirtieron a en
Kim Basinger el canon erótico de los ochenta: con curvas, asalvajada, despeinada, un poco
Liv y un poco , Basinger Ullmann Marilyn Monroe parecía disfrutar sometiéndose como objeto de consumo. Tanto, que ninguno de los vehículos picantes para explotar su belleza — Las chicas de la Tierra son fáciles, Atrapados sin salida, Cita a ciegas, Ella siempre dice sí— funcionaron en taquilla: el público podía consumirla visualmente en revistas —donde explicaba que le encantaba el sexo y que solía salir tarde de su camerino por estar revolcándose ruidosamente con —, en la
Alec Baldwin publicidad e incluso en aquella canción de su amante en la que tenía un orgasmo
Prince provocado por él.
Basinger asegura que la belleza te despoja de tu identidad, y su carrera nunca ha dejado de reducirla a la condición de pellejo —un productor se llegó a referir a ella como “una cerda con el pelo cardado”—. Cuando se echó atrás de su acuerdo verbal para protagonizar Mi obsesión por Helena, un thriller sobre un tipo que despedazaba a una mujer para que se enamorase de él, reclamó su empoderamiento alegando que “antes no tenía poder y toleraba ser tratada como un trozo de carne, ahora no”. Pero nada más llegar al juzgado, un miembro del jurado exclamó: “Pues sí que está vieja”, y la condenaron a una indemnización que la llevó a la bancarrota. Comprar un pueblo entero por 13 millones y revenderlo por uno tampoco ayudó. Lynn Bracken, su personaje en L. A. Confidential, era una aspirante a actriz que acabaría operándose para ejercer la prostitución transformada en una doble de Veronica Lake. Lynn era menos que un pellejo. Cuando recogió el Oscar —la única chica Playboy en lograrlo— temblorosa por su agorafobia, el público no reconoció a la mujer sobre aquel escenario: el público nunca llegó a conocer a Kim Basinger.
Si cada generación de americanos recurre a una Kim para definir la sexualidad femenina —Novak, Basinger, Kardashian—, esta Kim opta hoy por dedicarse a cuidar de su hija Ireland que, tras superar un tratamiento por traumas emocionales, se ha erigido como it girl y activista LGTB. Y en tiempos del #MeToo, Basinger prefiere cerrar esa boca con la que posó entreabierta durante 10 años. Si decide hablar, quizá esta vez sí habrá alguien escuchándola. Juan Sanguino se pasó la Navidad de 1993 intentando grabar el anuncio de Freixenet en el que aparecía Kim Basinger.
Mucho más que una actriz guapa, era sinónimo de ‘sex symbol’ hasta para gente que no había visto ninguna de sus películas El mito erótico o icial de los ochenta cumple 65 años. Prejubilada, solo sale para homenajearse a sí misma en ‘Cincuenta sombras’ y, de momento, ha ignorado la llamada del #MeToo.