Los que nunca se fueron
Este año se conmemora el centenario de la Bauhaus. La excusa perfecta para olvidar lo superfluo.
Valores atemporales que trascienden el tiempo. La sopa de Lhardy, los blazers de tweed o el Beaujolais de cada año; los sillones chéster, el dry martini y los trajes a medida con paños de príncipe de Gales. La belle époque, la trufa negra de Via Veneto y los relojes para hombre de siempre, los que nunca se fueron porque nacieron clásicos y con valores eternos. ¿Cómo no volver a ellos en este presente tan dado a los vaivenes? “La creación y el amor por la belleza son elementos primordiales para la felicidad”, es el punto de partida de , el
Walter Gropius precursor de la , aquella escuela de artesanía, diseño,
Bauhaus arte y arquitectura fundada en 1919 sin la cual es imposible entender el siglo XX. Y es que hoy, más que nunca, volvemos a aquellos valores y a aquella manera de entender el mundo, también en los relojes que vestimos; un perfecto ejemplo es el trabajo de
, íntimamente ligado a la arquitectura, el progreso Nomos y la simetría, y cuyas líneas depuradas rinden tributo al lema de la Bauhaus: “Nos centramos en lo básico, nos olvidamos de lo superfluo”. Eso es.