SUEÑOS POLARES
Tiene 18 años y quiere luchar contra el cambio climático. Hija de Adriana Abascal y de Juan Villalonga, la joven concede su primera entrevista.
La hija de Adriana Abascal y de Juan Villalonga, Paulina
Villalonga, aspira a luchar contra el cambio climático.
Paulina Villalonga Abascal ( Miami, 2000) sabe lo que es navegar por un mar helado entre olas de seis metros de alto “que movían un sofá de un lado al otro del barco”, zambullirse en el océano Antártico en biquini —“Solo tres segundos, eso sí”, cuenta entre risas—, surcar el hielo a bordo de una zódiac y, algo que a la mayoría de los jóvenes de su edad les sonará marciano, sobrevivir varias semanas sin Internet. “Tengo cuenta de Instagram, pero no posteo demasiado. Solo comparto cosas de mis amigos y de mi familia que me hacen feliz ”, explica.
Hace unos meses, Paulina se enroló en una aventura que cambió su vida y afianzó su ya firme determinación de dedicarse a la conservación del medioambiente: participó en una de las expediciones a la Antártida que organiza el aventurero inglés Robert Swan, el primer hombre que ha logrado cruzar ambos polos. Swan, caballero del Imperio Británico, se dedica a concienciar a jóvenes de diferentes nacionalidades sobre los peligros del cambio climático y es un mentor para Paulina.
Es mi modelo a seguir. Este año volveré con él a la Antártida. Su labor para preservar el planeta y sensibilizar a la gente a través de la aventura me inspira”, razona la joven en un inglés perfecto. También habla, naturalmente, castellano: es mitad mexicana y mitad española. Está de paso por Madrid para esta sesión de fotos. La acompaña su madre, la modelo, empresaria y coleccionista de arte Adriana Abascal. “Ella es una mujer muy fuerte que me
“ME BAÑÉ EN LA ANTÁRTIDA EN BIQUINI. SOLO TRES SEGUNDOS, ESO SÍ”
ha enseñado millones de cosas. Le estoy increíblemente agradecida por su apoyo y por cómo me anima constantemente a ser mejor persona”, dice Paulina sin disimular su admiración. “No sé lo que haría sin ella, es una verdadera luchadora”.
Su padre es Juan Villalonga, empresario y expresidente de Telefónica de quien Abascal se separó en 2010. Paulina mantiene una relación muy cercana con los dos, aunque vive sola en Londres, donde estudia bachillerato. “Lo único que puedo decir de ellos es lo agradecida que les estoy por su apoyo”, insiste. “Sin mis padres no habría descubierto mi pasión ni habría viajado a la Antártida”.
La mayor de los tres hijos del matrimonio Villalonga-Abascal — sus hermanos Diego, de 14 años, y Jimena, de 11, residen en París con su madre y su tercer marido, el empresario inmobiliario francés Emmanuel Schreder— planea estudiar Geografía en la universidad. “Me apasiona, porque está estrechamente relacionado con mi vocación: luchar contra el cambio climático. Creo que es el mayor desafío que afrontamos actualmente. También me interesan asuntos como la crisis del agua o la migratoria, dos fenómenos que, a mi juicio, están muy ligados al clima y que solamente pueden ir a peor si no actuamos ya”, expone mientras se somete a la sesión de maquillaje y peluquería con Ramón, el make up artist de confianza de su madre. Ni el rizador de pestañas la aparta de su discurso, que me cuenta con vehemencia. “No usamos los recursos de forma responsable. El primer paso es educar a la gente, por eso quiero rodar películas divulgativas”, sostiene. “Mi experiencia en la Antártida me hizo comprender el problema de una forma muy emocional. Cuando visitas un lugar tan impresionante, quieres hacer todo lo posible por preservarlo”. La joven llegó al proyecto a través de la cineasta catarí Hamida Al Kawari, que visitó su escuela para proyectar un documental en el que cuenta cómo debe vestirse de hombre para hacer determinadas actividades en su país. Ella la animó a postularse para la expedición a la Antártida. “Rellené la solicitud y a pesar de que era casi imposible que me aceptaran… Lo conseguí”. Allí empezó a rodar el documental que planea finalizar en el Ártico. “Quiero inspirar a la gente joven de la misma manera en la que esta experiencia lo hizo conmigo”. — ¿Cómo se definiría, como activista o como cineasta? — Me apasiona el medioambiente, pero no soy solamente una cosa. Desempeño varios papeles. La palabra activista puede tener connotaciones negativas. Solo quiero usar el arte y el cine como base para promover el cambio. — ¿ Qué fue lo más duro de su viaje a la Antártida? — Me intimidó estar rodeada de científicos, de gente que sabe tanto de asuntos que a mí se me escapan. Normalmente, soy muy habladora, pero allí me dediqué a escuchar. — ¿Qué es lo primero que hizo cuando volvió a casa? — Abrazar a mi abuela. Me siento muy cercana a ella. — ¿Qué cosas podemos hacer en nuestra vida cotidiana para contribuir a la causa? — Comer menos carne, sin duda. Yo soy vegetariana y me gustaría ser vegana, aunque reconozco que no es tan sencillo. Sobre todo si, como a mí, te encanta el queso.
Paulina tiene un discurso claro y, como avisa su madre, es brillante y muy madura para su edad. Fan de Elton John y de las quesadillas, entre exámenes y proyectos saca tiempo para sus amigos. “La amistad es muy importante para mí. Cuando no estoy estudiando, toco el piano, me relaja. Y salgo, claro”. Prefiere no decir qué clubes de Londres frecuenta. “Sé más de lo que te imaginas”, le advierte en broma Adriana Abascal. “Soy apasionada, extrovertida y una buena amiga”, zanja mientras suena Juan Gabriel y se dispone a posar para las fotos patinando — con destreza, por cierto—. Le pregunto por sus planes de futuro. “Estaré en cualquier lugar del mundo viviendo una aventura. Lo único que me da miedo son las alturas. También volar, aunque como me encanta viajar lo tengo casi superado”. Por lo pronto, planea visitar India en verano con su mejor amiga y seguir un programa académico de tres meses. “Escalaré el Himalaya. Eso por descontado”.
“LE ESTOY MUY AGRADECIDA A M IS PADRES POR SU APOYO. SIN ELLOS NO HABRÍA DESCUBIERTO MI PASIÓN NI HABRÍA VIAJADO A L A ANTÁRTIDA”