DIVAS DE NIEVE
El mundo se divide en dos tipos de personas: las que madrugan a las cinco de la mañana para cargar con el equipo, someterse a la tortura del telesilla y disfrutar de las hipotéticas bondades de la práctica de los deportes de invierno y las que prefieren quedarse en el bar. O ir de compras por la calle principal de, pongamos, Gstaad —pronúnciese Staad, sin la ge—. Y aunque aquí, como doña Letizia, simpatizamos con la segunda categoría, ambas tienen su particular encanto.
Naturalmente, Ivana Trump pertenece al primer grupo. Fue una de las componentes del equipo de su país, Checoslovaquia, en los Juegos Olímpicos de 1972. Mucho antes de que Kendall Jenner posara en biquini en la nieve —el pasado 30 de diciembre. Resultado, más de siete millones de me gusta en su cuenta de Instagram; “Entra en casa y ponte unas slippers”, le aconsejó su madre, Kriss, en uno de los 82.227 comentarios—, Ivana ya hizo lo propio en la edición estadounidense de Vanity Fair. En 1996, la entonces esposa del magnate y hoy presidente de Estados Unidos Donald Trump se fotografió con un anorak bañador amarillo —sí, esa prenda existe— que no era en absoluto una boutade propia de la sesión. Así explicaba su look de esquiadora en la revista Time en octubre de 2017, a propósito de una imagen de su álbum personal tomada en Aspen en los noventa. “Para mí, ni plumíferos ni gorros. ¡Jamás!”, decía Ivana, que en la instantánea se deslizaba por la pista enfundada en un mono plateado, con un llamativo collar de brillantes con los pendientes a juego y el pelo tan rubio y tan cardado como de costumbre. Moraleja: sea fiel a su estilo en toda circunstancia.
Esta lección sirve también si pertenece a la segunda —y muy honrosa— categoría y prefiere recurrir a los clásicos referentes cinematográficos mientras toma un vino caliente o un champán y espera a que se le unan sus colegas esquiadores: Audrey Hepburn en Charada, vestida por Hubert de Givenchy, o Catherine Deneuve en Belle de Jour, en este caso por Yves Saint Laurent. Necesitará sombreros cosacos —mejor si son vintage, originales de los años cincuenta y sesenta—, pantalones fousseau, capas sofisticadas en estampado animal y plumíferos de todo menos funcionales — Pierpaolo Piccioli ha creado una colección para Moncler en ese sentido—. Puede incluso valorar la posibilidad de enfundarse un sastre de tweed rosa —acolchado, eso sí— de Gucci. A fin de cuentas, la nieve es un lugar como otro cualquiera para vestir bien. Fabulosamente bien. ¿Se relaja Valentino cuando cumple el trámite del telesilla en Gstaad? ¿Renuncia Joan Collins —la vecina más insigne de la villa suiza, según Tatler— a ser Joan Collins por una simple ventisca?
Si, con todo, no encuentra su referente alpino, no se preocupe. Existe el esquí acuático, disciplina que tiene su particular heroína de la jet: Marina Doria, mujer del príncipe Víctor Manuel de Saboya. Hablaremos de ella en verano. � Paloma Simón es editora de Moda y Estilo de ‘VF’.
AUDREY HEPBURN EN ‘ CHARADA’, VESTIDA POR GIVENCHY, O CATHERINE DENEUVE EN ‘ BELLE DE JOUR’, POR SAINT LAURENT, SON LAS MUSAS DEL ESTILO EN LA NIEVE