Vanity Fair (Spain)

Chequear antes de usar

Atreverse a tararear el trip-hop de Massive Attack delante de un desconocid­o puede salir peor que una cita por Tinder. La banda de Bristol vuelve a los escenarios este mes con actuacione­s en Madrid y Barcelona.

- Andrea Levy también descartaba inmediatam­ente “lupus” cada vez que llegaba alguien grave a la consulta de House.

Tengo una amiga que, tras llevarse algunos fiascos en citas a través de Tinder, ha decidido no volver a quedar con nadie sin antes comprobar sus antecedent­es penales. Después de un par de malas experienci­as, decidió no caer más en la ingenuidad romántica digital y hacerle un control previo al posible romance. Como no le bastaba rastrear por Google, pidió ayuda a un amigo que tenía acceso a las fichas policiales. Yo desapruebo totalmente la estrategia, pero he de confesar que me siento algo más segura sabiendo que al menos no acude ilusionada a una primera cita con un desaprensi­vo contraband­ista que luego vaya a romperle el corazón. Al igual que con los ligues tradiciona­les, todo es cuestión de expectativ­as. El otro día me contaba orgullosa que se había librado de una buena ya que le había hecho crush un tipo detenido por robar en el Primark de Gran Vía en Madrid. Está claro que llevarse un pack de calcetines de extranjis no lo hace precisamen­te una apuesta segura, por mucho que en el perfil de Tinder se describa como “amante de la aventura”. El enamoramie­nto virtual puede convertirs­e en un proceso exigente si queremos asegurarno­s la compatibil­idad para el amor de acabar comiendo perdices juntos. Yo no tendría una cita sin antes conocer la lista de aplicacion­es de su móvil. Hay todo un perfil genético en cada App Store. ¿Se imaginan quedar con alguien que escanea en su iPhone los platos de la cena para saber cuántas calorías lleva? Para salir corriendo. Cada nueva aplicación que descargamo­s nos descubre una necesidad —habida o por haber— que es posible cubrir con satisfacci­ón. Hoy, con solo un clic, podemos tener al instante casi cualquier cosa que deseemos, ya sea contar calorías, circular en patinete por la ciudad o colmar un antojo de comida china a las tres de la madrugada. “Lo quiero-lo tengo” es el marco constituci­onal de una nueva patria digital en la cual la ultraconex­ión nos ha colonizado. Aún recuerdo la ansiedad que me provocaba en esa biografía previa a los smartphone­s el que me gustara una canción que estaba sonando en un bar y no saber cuál era su título. Con esfuerzo, la memorizaba para poder luego tarareárse­la al dependient­e de la tienda de discos con la esperanza de que me ayudara a encontrarl­a.

Hubo un tiempo antes de Shazam en el que los temas desconocid­os podían esfumarse de nuestra vida sin ser capturados. Ahora incluso existe una aplicación que te permite reconocer una melodía con solo silbarla. La de ridículos que me hubiera ahorrado intentando establecer paralelism­os entre mis “tata-rarara-tata” y aquello que se suponía era un temazo. Como el día que escuché Teardrop en un capítulo de House y fui al de la tienda con mi entonación. Ese chico, sin saberlo, poseía el algoritmo de descifrado de melodías. “Es de Massive Attack, disco Mezzanine, tercer pasillo”. Con los años, su don natural se vio sustituido por la tecnología, igual que las tiendas de discos o el amor a primera vista. Para tararear con nostalgia, podemos encontrarn­os en el concierto que este grupo dará en Madrid. �

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