Chequear antes de usar
Atreverse a tararear el trip-hop de Massive Attack delante de un desconocido puede salir peor que una cita por Tinder. La banda de Bristol vuelve a los escenarios este mes con actuaciones en Madrid y Barcelona.
Tengo una amiga que, tras llevarse algunos fiascos en citas a través de Tinder, ha decidido no volver a quedar con nadie sin antes comprobar sus antecedentes penales. Después de un par de malas experiencias, decidió no caer más en la ingenuidad romántica digital y hacerle un control previo al posible romance. Como no le bastaba rastrear por Google, pidió ayuda a un amigo que tenía acceso a las fichas policiales. Yo desapruebo totalmente la estrategia, pero he de confesar que me siento algo más segura sabiendo que al menos no acude ilusionada a una primera cita con un desaprensivo contrabandista que luego vaya a romperle el corazón. Al igual que con los ligues tradicionales, todo es cuestión de expectativas. El otro día me contaba orgullosa que se había librado de una buena ya que le había hecho crush un tipo detenido por robar en el Primark de Gran Vía en Madrid. Está claro que llevarse un pack de calcetines de extranjis no lo hace precisamente una apuesta segura, por mucho que en el perfil de Tinder se describa como “amante de la aventura”. El enamoramiento virtual puede convertirse en un proceso exigente si queremos asegurarnos la compatibilidad para el amor de acabar comiendo perdices juntos. Yo no tendría una cita sin antes conocer la lista de aplicaciones de su móvil. Hay todo un perfil genético en cada App Store. ¿Se imaginan quedar con alguien que escanea en su iPhone los platos de la cena para saber cuántas calorías lleva? Para salir corriendo. Cada nueva aplicación que descargamos nos descubre una necesidad —habida o por haber— que es posible cubrir con satisfacción. Hoy, con solo un clic, podemos tener al instante casi cualquier cosa que deseemos, ya sea contar calorías, circular en patinete por la ciudad o colmar un antojo de comida china a las tres de la madrugada. “Lo quiero-lo tengo” es el marco constitucional de una nueva patria digital en la cual la ultraconexión nos ha colonizado. Aún recuerdo la ansiedad que me provocaba en esa biografía previa a los smartphones el que me gustara una canción que estaba sonando en un bar y no saber cuál era su título. Con esfuerzo, la memorizaba para poder luego tarareársela al dependiente de la tienda de discos con la esperanza de que me ayudara a encontrarla.
Hubo un tiempo antes de Shazam en el que los temas desconocidos podían esfumarse de nuestra vida sin ser capturados. Ahora incluso existe una aplicación que te permite reconocer una melodía con solo silbarla. La de ridículos que me hubiera ahorrado intentando establecer paralelismos entre mis “tata-rarara-tata” y aquello que se suponía era un temazo. Como el día que escuché Teardrop en un capítulo de House y fui al de la tienda con mi entonación. Ese chico, sin saberlo, poseía el algoritmo de descifrado de melodías. “Es de Massive Attack, disco Mezzanine, tercer pasillo”. Con los años, su don natural se vio sustituido por la tecnología, igual que las tiendas de discos o el amor a primera vista. Para tararear con nostalgia, podemos encontrarnos en el concierto que este grupo dará en Madrid. �