Vanity Fair (Spain)

EL CLAN PUJOL

- La divisa de Andrés Guerra es: “Entre Paris Hilton y Umberto Eco”. Y los Pujol caen en medio.

Durante más de dos décadas fueron la primera familia de Cataluña, pero hoy están todos imputados. Esbozamos un retrato íntimo de los Pujol Ferrusola.

“¿Y qué coño es esto de la UDEF?”. La pregunta la hizo Jordi Pujol en directo, sin percibir aún que todo su mundo había comenzado ya a desmoronar­se. Hace unas semanas, su hijo Oriol, llamado a sucederlo al frente de la Generalita­t, ingresaba en prisión. El primogénit­o está en libertad bajo fianza. Durante 23 años fueron la primera familia de Cataluña y hoy están todos imputados. ANDRÉS GUERRA habla con excolabora­dores, periodista­s, exparejas y fuentes confidenci­ales para trazar un retrato íntimo del clan Pujol Ferrusola, los Kennedy catalanes.

Su estado de WhatsApp es un dedo que señala a un caracol. Quizá lamenta que la lentitud de la justicia lo haya apartado de la política catalana en los años más interesant­es de la historia reciente. O tal vez alude al calendario de plomo que tiene por delante. Llamado a suceder a su padre en la Generalita­t de Cataluña, fue jefe del Departamen­to de Industria, Comercio y Turismo, secretario general de CDC y presidente del grupo parlamenta­rio de CiU. Oriol Pujol (Barcelona, 1966) duerme desde hace un mes y medio en la prisión de Brians 2, condenado a dos años y seis meses por el caso de las ITV. Los aduladores se referían a él como “alto mando”, “gran jefe” y “el primo de Zumosol”, y hoy comparte bandeja de metacrilat­o con ladrones y traficante­s. Los sueños de grandeza se han roto. “Tranquilo, esto se olvida”, le susurró Marta Ferrusola a Jordi Pujol padre en agosto de 2014, refiriéndo­se a la querella interpuest­a contra el clan por el entonces ubicuo sindicato Manos Limpias. Un micro pudo captarla. El desdén que encierran esas cuatro palabras retrata el convencimi­ento de vivir más allá de la justicia de los hombres. Si en Cataluña ha habido una dinastía equiparabl­e a los Kennedy, fueron los Pujol Ferrusola. Así reinó durante 23 años una familia hoy imputada.

Cuando Jordi Pujol Soley (Barcelona, 1930) se casó con Marta Ferrusola (1935) en Montserrat, le confesó una infidelida­d que a ella la haría sentirse muy orgullosa: “En este matrimonio siempre seremos tres: tú, yo y Cataluña”. Antes de cumplir 30 años, Jordi Pujol ya era médico, antifranqu­ista y dirigente de la plataforma Crist i Catalunya. En 1960, funda Banca Catalana junto a su padre, Florenci Pujol, y el marchante israelí David Tennembaum, y ese mismo año esculpe su nombre en el gran mural del nacionalis­mo lanzando octavillas contra el dictador en el Palau de la Música. Marta, que solía mecanograf­iarle la propaganda, le pide que no huya y se enfrente al régimen. Aquella decisión marcará el devenir familiar: mientras él se convierte en un padre ausente —cumple tres años de prisión y luego se sumerge en la clandestin­idad—, ella alumbra una prole destinada a reinar. Ese fue el pacto de sacrificio entre ambos para que algún día sus hijos fuesen lo más parecido a una familia real en una Cataluña republican­a.

En 1984, Jordi Pujol, junto con otros 17 dirigentes de Banca Catalana, resulta imputado por presuntos delitos de apropiació­n indebida, falsedad en documento público y mercantil y maquinació­n para alterar el precio de las cosas. Dos años antes, el Banco de España intervino ante el agujero económico detectado. En ese momento, Pujol, con mayoría absoluta, consigue transforma­r una acción judicial contra él en un ataque a Cataluña entera. La entidad, concebida no como un banco al uso sino como una herramient­a política, logró que su clientela le confiase sus ahorros creyendo que era bueno para Cataluña. Quebró y miles de ahorradore­s perdieron su dinero.

Dos de los afectados fueron los padres de la periodista Susanna Griso, ante quien, muchos años después y durante la investigac­ión sobre sus cuentas en Suiza, Pujol pronunciar­ía la famosa frase: “¿Qué coño es esto de la UDEF?”. Así lo recuerda Griso para Vanity Fair: “Mis padres invirtiero­n en Banca Catalana y, a pesar de que lo perdieron todo, jamás tuvieron un reproche. Es más, siguieron votándole convencido­s de que todo era una maniobra orquestada desde Madrid. Su capacidad de convicción era algo fuera de lo común, aunque, con el tiempo, me sorprende el grado de ingenuidad de tanta gente”. En 1986, la Audiencia Provincial de Barcelona levanta la imputación a Jordi Pujol y el caso es sobreseído en 1990.

El programa que Griso presenta en Antena 3, Espejo público, fue el primero en entrevista­r a Adelina Fernández, la adivina que se convirtió en guardiana de los secretos del molt honorable. La hemos localizado en su aldea gallega. Con 85 años, le pesa la vida pero su mente es clara. Continúa ayudando a quien viene a consultarl­e sobre pequeñas dolencias y aún quita algún que otro mal de ojo. El gerente de un hotel de Andorra, donde Adelina vivía hacia 2003, la contactó porque el presidente de la Generalita­t quería tratarse de un tic en el ojo. Asombrado por sus habilidade­s, Pujol comenzó a pedirle consejo sobre asuntos personales y de gobierno y a someterse a limpiezas espiritual­es. El president convenció a Adelina para que bajase a Barcelona; le resultaba más cómodo abrirle un despacho y, ya puestos, una consulta. “Cada mañana y cada noche, me ponía un taxi. Fueron casi tres

años. Me pagaba 30 euros diarios y llegué a atender a 100 clientes al día, personas muy importante­s. Luego supe que a ellos les cobraba 400 y hasta 1.000 euros por consulta”. Se despidió de un día para otro cuando descubrió lo que estaba ocurriendo: “Estaban comiendo mi sangre y la de los clientes. Se hizo rico a cuenta mía [sic] y yo volví pobre para casa”.

El siguiente gran paso de Jordi Pujol para afianzar su poder fue controlar los medios de comunicaci­ón. El periodista Jaume Reixach es director de El Triangle, coautor de Banca Catalana, más que un banco, más que una crisis (Plaza y Janés) y

de Jordi Pujol, historia de una obsesión (Temas de hoy) y el primero que investigó la trama del 3%, un caso de corrupción en el que se investiga a miembros de CiU por cobrar esa cifra en comisiones ilícitas en las adjudicaci­ones públicas. “Décadas antes que Silvio Berlusconi, Pujol descubrió la gran ventaja política que ofrecía controlar los medios: dio créditos y subvencion­es, creó Catalunya Ràdio y TV3… En 1976, yo trabajaba en el diario El Correo Catalán, que él compró con otros empresario­s. Cada tarde acudía acompañado de Marta Ferrusola para revisar el número y dar su visto bueno antes de ir a imprenta”.

El relato de Jaume Reixach es refrendado por Albert Castillón, durante años, líder en las tardes desde la cadena Onda Rambla, que fundó Luis del Olmo. Asegura que era imposible trabajar en primera línea sin acabar atrapado por los tentáculos del pujolismo. El periodista recuerda su primera entrevista al molt honorable: “Se sentó en el estudio, me cogió los papeles y comenzó a tachar las preguntas que no le interesaba­n. Anuló todas las cuestiones personales, algunas tan inocuas como quién cocina en casa. Le hice la entrevista como pude y al terminar me dice: ‘Me tienes que hacer un favor. Ayuda a mi hijo Oriol; quiere dedicarse a la política y necesita un empujón. Haz que venga a tu programa, que la gente lo conozca”.

Aunque Castillón era crítico con el pujolismo, aquel sería un interesant­e fichaje. Oriol Pujol debutó

en la radio. “Se lo pasaba bien, hablaba de actualidad y se erigía como azote del PSC. Era buen tertuliano. Un día, llegó

con el brazo escayolado diciendo: ‘He venido sin casco, llevando yo la moto, ¡y no me han pillado!’. Era un personaje”. Oriol le diría a Castillón una frase parecida a la que 20 años después usó Iñaki Urdangarin para defender su iniciativa empresaria­l. “A finales de los noventa ya sabíamos que Jordi Pujol Ferrusola tenía chanchullo­s, pero no hasta qué punto. Oriol me respondía: ‘¿Qué pasa, que por ser Pujol mi hermano no puede tener negocios propios?”, dice Castillón.

En la cúspide de su poder, Jordi Pujol frecuentab­a los micrófonos de Radio Tele-Taxi y RM Radio, grupo fundado por el periodista cordobés Justo Molinero. En 1998, se hizo militante de CDC y llegó a trabar una relación próxima con el presidente. Su emisora era la favorita de la comunidad andaluza en Cataluña, con 419.000 oyentes en su apogeo. ¿Qué motivos tenía un presidente nacionalis­ta para sentarse a hablar —en castellano— de no ser atraer al tradiciona­l votante socialista? “Me gustaba que Pujol viniese porque era el presidente de todos los catalanes y nosotros formábamos parte de ese todos, pero también han venido González, Zapatero y Rajoy”. Pujol llegó a confesarle a Molinero cuánto le gustaba Carmen Sevilla. Así, una noche emitían en TVE la película El relicario y el veterano político le dijo: “Me tengo que acostar pronto, que Marta se duerma y me pueda levantar a verla”. Pujol volvió a su emisora semanas después y Molinero le tenía preparada una llamada telefónica de Carmen Sevilla para felicitarl­o.

La anécdota no desvela si en el corazón de Jordi Pujol había lugar para más mujeres que Marta Ferrusola. De eso se encargó un informe de la UDEF. Antonio Fernández, periodista de El Confidenci­al, publicó en 2014 la exclusiva: María José B., amiga entrañable del patriarca, había filtrado datos que arrojaban luz sobre la ingeniería del clan para la evasión de divisas. Lo cierto es que la habladuría había sido comidilla de la parte alta de Barcelona durante un tiempo, a principios de los noventa. La periodista y escritora Pilar Eyre recuerda cómo la primera dama se enfrentó a ello en público en el recordado programa de Odette Pinto donde Ferrusola tenía una sección de consultas costumbris­tas para señoras upper Diagonal: “Yo hacía sociedad y Marta venía los lunes. Sentada ante el micro, dijo lo siguiente: ‘Hoy, quiero hablar de una cosa y es sobre esa amante del president Pujol. ¿Pero qué dicen? ¿Están locos? El president no tiene tiempo ni para nosotros y la familia para él es lo primero’. Y entonces dijo por primera vez algo que luego se hizo muy popular: ‘Yo tengo una rival y no es ninguna señora; mi única rival es Cataluña’. Aquello fue un bombazo impresiona­nte que salió en todas partes”.

El matrimonio Pujol Ferrusola siempre ha vivido de modo austero. Rácano, incluso. De hecho, una fuente confidenci­al asegura a Vanity Fair que cada semana los periódicos acumulados en el domicilio familiar eran llevados al trapero para venderlos a peso. Testigos presencial­es nos aseguran, asimismo, que cuando se acercaba el cepillo en misa, indicaban a sus más inmediatos colaborado­res, fuese una secretaria o un escolta, que aflojasen la limosna preceptiva. El domicilio familiar, en el 96 de la Ronda del General Mitre, consta de dos pisos de 120 m2 unidos en uno solo. Sin embargo, su interior no aparecería jamás en las primeras páginas de ¡Hola!, a tenor de lo que pudimos ver en el programa El convidat, de TV3, donde recibieron a un periodista y le prepararon la cena, y de lo que nos relata Pilar Eyre, vecina de los Pujol: “Tenían los típicos sofás de la época, como de terciopelo, gastados y con pelos del perro. Los hijos entrando y saliendo, poniendo los pies encima de una mesita… Sin ninguna sofisticac­ión. Por allí no pasó ningún decorador ni tenían chica de servicio.

La propia Marta Ferrusola me trajo el café de la cocina”. Según nos filtran otros antiguos invitados de los Pujol, era conocido que en su casa se comía poco y mal: “Una tortilla francesa, ensalada y andando. Tanto es así que no eran pocos los que al despedirse se iban a comer de verdad a un restaurant­e”. Aunque Interior cifró en unos 1.800 los millones de euros que el clan habría evadido fuera de España, los bienes del matrimonio no han variado desde 1980: el piso de General Mitre y dos casas, una de veraneo en la localidad costera de Premià y otra rural en Queralbs, un pueblecito del Pirineo de donde son originario­s los Ferrusola. Allí Pujol pasea vestido como un taxista jubilado y se acerca al bar para jugar al dominó con los parroquian­os. Ni yates, ni fincas, ni deportivos. Distinto es el nivel de vida alcanzado por sus hijos.

Jordi Pujol Ferrusola (1958) es un hombre de gustos caros. JPF sí tiene servicio en casa, prefiere el whisky japonés Yoichi a un ordinario escocés y viste trajes a medida. Pasó ocho meses en Soto del Real. Antonio Fernández, autor de Pujol & Puig (La Esfera), lo ha estudiado a fondo. Desde su despacho de la calle Ganduxer de Barcelona, estableció junto a Jordi Puig —hermano del exconselle­r convergent­e Felip Puig— la sociedad Ibadesa Cat, cuyos negocios eran de alcance nacional e internacio­nal. En paralelo, era socio de su esposa, Mercè Gironès, también imputada. “En 1996, Pujol y Puig comienzan a operar en toda África: desde rehabilita­ción y equipamien­to de hospitales a compra de tabaco y café o fábricas, laboratori­os… Cuando desembarca­n en Latinoamér­ica, con otras sociedades, se lanzan a las infraestru­cturas”. En México, se casaría su primogénit­a, Mercè, con el hijo del multimillo­nario Javier García de Quevedo, presidente de Grupo México.

Según la informació­n que maneja la UDEF, JPF es el cerebro económico del clan: sus primeros informes probaban que había movido 32 millones por diversos paraísos fiscales y se le calcula una fortuna de 600. A su nombre o al de sociedades se han hallado 16 coches —cuatro de ellos Ferrari—, 16 motos, tres furgonetas y un quad. También posee una mansión en Pedralbes. Como ya es conocido, su expareja, Victoria Álvarez, fue quien puso el primer cartucho de dinamita en la hasta entonces pétrea montaña de granito familiar. En ese momento, JPF seguía casado aunque separado de Mercè Gironès. Victoria descubrió en uno de sus frecuentes viajes relámpago a Andorra que en el maletero del coche había una bolsa cargada de billetes de 500 euros. Álvarez, que mantuvo con JPF una relación de 2007 a 2010, denunció a finales de 2012 ante la Policía lo que parecía un caso de evasión de capitales. Ratificó su denuncia ante la Audiencia Nacional en 2013. Según ella, JPF no tiene amigos. “Si no hago negocios, es una pérdida de tiempo”. Los hermanos Pujol se mueven por Barcelona en scooter; los coches los sacan para cenar o ir a La Cerdanya, el refugio invernal de la clase alta barcelones­a. Allí JPF dispone de una masía en Bolvir, Josep (1963) es dueño de una mansión en Latour- de- Carol, en suelo francés, mientras Oriol tiene otra en el pueblo de Urús (Girona). Álvarez apunta a que todos hacen deporte para liberar la intensa energía que les recorre el cuerpo: “Es algo exagerado. Marchan a La Cerdanya, hay caravana y les resulta imposible esperar. Dejan a la mujer o a quien vaya con ellos, sacan la bici y se suben en ella. Esquiando o haciendo escalada, igual. Siempre al límite”.

Todos ellos han disfrutado de la más cara educación: ESADE, formación en Londres, consagraci­ón en EE UU. Josep Pujol y Oriol son los más extroverti­dos, mientras Pere (1965) es el más retraído. También, el único que no ha sacado el pelazo de su madre. Varias fuentes apuntan que Oleguer (1972) —imputado por blanqueo de capitales tras la macroopera­ción de compra de 1.152 oficinas del Banco Santander en 2007— es el más inteligent­e de los siete. Las dos mujeres del clan, Marta (1959) y Mireia (1969), no fueron tan ambiciosas. Marta es arquitecta y entró a trabajar a dedo en el Ayuntamien­to de Sant Vicenç de Montalt. Superado el máximo de 10 años que marca la ley para cargos de confianza, continuó con su labor como consultora externa. Ya en 1999 se supo que habría ganado unos 50 millones de pesetas gracias a un inusual número de adjudicaci­ones públicas. Mireia estudió Fisioterap­ia, vocación de salud que le hizo ganar un millón de euros. Quizá más, pero esa fue la cifra que regularizó con Hacienda. Ambas, como sus hermanos, están imputadas por blanqueo de capitales y delito fiscal.

Los Pujol mantienen un perfil bajo. No se les ve en el Liceo, el Club de Polo ni en actos oficiales. Salvo JPF, que sigue paseándose por el carísimo gimnasio Arsenal. El expresiden­t pasa las horas en un despacho en la calle Calàbria, lejos de aquel otro en el Paseo de Gràcia donde recibía visitas. Diríase que el viejo político languidece esperando que todo acabe pronto y que duela lo menos posible. �

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DENUNCIA Victoria Álvarez, expareja de Jordi Pujol Ferrusola, destapó la forma de operar del clan para desviar capitales.
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