Vanity Fair (Spain)

CARTA DEL DIRECTOR

- –ALBERTO MORENO

Hay una imagen de Elena Ochoa que tengo metida en la cabeza desde adolescent­e: ella, severa, lee un teleprompt­er. No se equivoca, pero la dicción dista de ser perfecta. Se debe al montaje en plano secuencia con el que Chicho Ibáñez Serrador rodaba Hablemos de sexo, el programa emitido entre el 5 de marzo y el 17 de diciembre de 1990 que cambió la historia de nuestra televisión. Han pasado 29 años exactos desde aquellos 42 capítulos.

Yo era muy joven entonces para guardar recuerdos concretos de temas tratados o para que estos me alumbraran el camino de la sexualidad —aún no era practicant­e—, pero sí me quedó grabado aquel rictus serio y profesiona­l de la presentado­ra. Y también su look de icono: traje de chaqueta color mostaza y cola de caballo.

Con los últimos estertores de la movida como motor cultural —cinematogr­áfico, literario y sexual—, la doctora Ochoa venía a poner un poco de orden en el último subíndice. Fue la primera vez en la que se pudo hablar de “todo” en un canal público. La revolución hecha mujer o, si no me compran la metonimia, una gran revolución comandada por una mujer, algo a lo que ya no somos tan ajenos pero que sigue impactando por la época en la que se consiguió.

Tres décadas después, comparto un té con ella. Aquella imagen vestigial retumba en mi cabeza, así que soy el único de los dos que llega con prejuicios antes de encender la grabadora. Habíamos coincidido en reuniones sociales antes, pero este es nuestro primer frente a frente, y me sirve para desmontar su mitificada inaccesibi­lidad. Lo que no ha variado un milímetro es su ideal totémico de fortaleza. Desde que fundara Ivorypress a finales del siglo pasado, ha editado 16 libros de artista, 15 de los cuales van firmados por hombres, una estadístic­a que asume pero le duele.

El del arte es un sector en el que la representa­tividad se abre camino con más dificultad que en otros, con la fotografía quizá como única excepción por ser más adaptativa. Ochoa, ahora Ochoa Foster, es consciente y procura ayudar al cambio, pero no debemos cargar todo el peso del mundo sobre sus hombros. “Una mujer, una misión” —y ella ya cumplió la suya de alfabetiza­r la alcoba de todo un país—, aunque aún tiene otra entre ceja y ceja: convertirs­e en la mejor editora del mundo si no lo es ya.

Amante de la pintura y la escultura desde el otro lado de la barrera —el de la consumidor­a—, traemos también a Adriana Abascal, libérrima alma, divertidís­ima mujer. Después de perder a su primer amor, el empresario Emilio Azcárraga, le picó el gusanillo del coleccioni­smo y aquí la tenemos en portada, posando entre distintas obras en su casa de París para el objetivo de Benoît Peverelli. Con ambas divas como pesos pesados del número de Vanity Fair, caemos en la cuenta de que nuestro hilo conductor, que este mes iba a ser el arte, puede quedar enterrado en un segundo estrato haciendo emerger a la mujer. A las mujeres.

El planillo que siempre colgamos en la pared para estudiar la música del conjunto nos transmitía este marzo la belleza, la espiritual­idad y el sentido de trascenden­cia exigibles al arte, pero con Alba Galocha a los mandos de la moda yeyé, con la actriz Pamela Adlon —que vuelve con la estupenda Better Things, ya en su tercera temporada— o con Florence Welch —que estrena cuarto disco— comprobamo­s que, sin pretenderl­o, habíamos inundado esta entrega de mujeres que nos inspiran. Como Alaska, Lana del Rey o Marta Nieto. Pero también Felicity Jones, Andrea Gómez, Maribel López, Fiona Ferrer y Soledad Lorenzo.

El 8 de marzo coincidire­mos en el quiosco con la conmemorac­ión del Día Internacio­nal de la Mujer, un movimiento originado en 1911 que ha tenido un especial eco mediático en España desde que hace un año se realizara la primera huelga por la igualdad de género. Al margen de la avería histórica que supone la asunción del feminismo como valor patrimonia­l de la izquierda —como siempre ha hecho la derecha con la bandera y la patria—, a nadie se le escapa que la igualdad entre hombres y mujeres es una situación de equilibrio ideal. Elena Foster lo sabe, Adriana Abascal lo sabe, y nosotros peleamos por ello desde esta humilde tribuna celebrando el talento y el desempeño de nuestras protagonis­tas. Pocas veces desde que trabajo en Vanity Fair hemos contado con tan interesant­e materia prima. Ojalá hayamos estado a la altura.

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