Vanity Fair (Spain)

Las dos caras de Lana del Rey

- ILUSTRACIÓ­N DE SILJA GOËTZ

¿Cómo luchan las divas del pop contra su caducidad en la era de los ‘stories’? La más celebrada de las ‘indies’ publica su sexto álbum, ‘Norman Fucking Rockwell’, el próximo 29 de marzo y, al igual que Madonna, se resiste a dar una única imagen de sí misma.

Hay una nueva unidad de medida que se está estandariz­ando para determinar la duración de aquello que nos gusta: los stories de Instagram dan cuenta de la pasión pasajera con la que surgen y se desvanecen nuestras pulsiones. Si antes una relación breve podía calificars­e de “amor de verano”, ahora podemos decir: “Subimos seis stories juntos y se nos acabó el amor”. Deslizar pantalla y a otra cosa. Las generacion­es avanzan acortando las distancias temporales. De la Generación X a los millennial­s, hasta los recién llegados centennial­s, la experiment­ación constante por lo nuevo marca el paso a cambios acelerados frente a los que aún intentamos preservar los lazos estables como último refugio contra la ansiedad. Lo efímero produce la ilusión de un universo de opciones infinitas de las que poder disponer. Todo lo que vamos dejando atrás se esfuma o quizá sedimenta en finas capas de nuestra identidad. Pero ¿todo es intercambi­able o fácilmente sustituibl­e? Pongamos el caso de una diva del pop como Madonna. Ahí sigue surfeando la ola de los tiempos, adaptando su propuesta musical y estética a las nuevas tendencias sin perder su seña de identidad. Reinventar­se o morir. O, en su caso, no quedar relegada ante las Britney, Beyoncé, o Selena que revindican su reinado en el pop. Pero los años pasan para todos y la Ambición Rubia ha dejado de ser un icono para nuevas generacion­es aunque no para sus incondicio­nales fans. La prueba la vivió ella misma hace poco y decidió contarlo en su Instagram. Un repartidor se negó a entregarle un paquete al creer que no era ella y la obligó a identifica­rse. En la foto que colgó se veía a la cantante vestida con ropa de estar por casa, sin maquillar y despeinada. Pese a que sigue estando estupenda, quizá no es ya la mujer más popular del planeta y menos sin sus atrevidos estilismos. Los hay que le contestaro­n a su post afirmando que cumplidos los 60 debería dejar de comportars­e como siempre lo hizo, bajo la estela de la provocació­n y la polémica. Para algunos estas son ya escenas pasadas de sus pantallas. Pero ella una vez más sale a por todas y desafía el ageing usando su Instagram sin filtros y mostrándos­e al natural: un mito sin caducidad gracias a una personalid­ad que la hace imposible de desbancar. Cuando todos necesitan de la pose perfecta con la que mostrar una felicidad estética digital, ella sabe que no hay mensaje más poderoso que reivindica­rte tal como eres, con días fabulosos y días no tan buenos, maquillada o sin peinar: la autenticid­ad no pasa de moda.

ALana del Rey le pasó algo similar. La cantante se dejó ver en 2017 en uno de los lugares más cool del planeta, el Festival de música de Coachella, sencilla y natural,

alejada de su proyectada imagen de diva. Recuerdo un tuit viral con su foto que decía: “¿Lana del Rey está en Coachella o en la feria de Albacete de 2005?”. Como le dice Julia Roberts a Hugh Grant en esa escena de Notting Hill en la que, abrumado por la popularida­d de la actriz, él quiere dejarla: “La fama no es algo real, y no olvides que soy solo una chica de pie frente a un chico pidiéndole que la ame”. O al menos que la reconozca cuando le abra la puerta. �

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Andrea Levy, diputada en el Parlament de Cataluña, a veces tararea inconscien­temente el estribillo de ‘Video Games’.

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