SOLEDAD LORENZO
Cuando Helmut Newton le tomó esta foto a finales de los ochenta, la galerista Soledad Lorenzo estaba en la cumbre de su carrera. Pero hizo falta la intervención de un gran genio de la fotografía como él para subirle la autoestima en un momento delicado.
You are soooo beautiful’, me dijo Newton aquel día. Quiso fotografiarme, y me salvó la vida”. En 1989, Soledad Lorenzo era ya Soledad Lorenzo, la galerista que podía vender arena en el desierto. Ella abastecía de arte contemporáneo al núcleo duro del poder político y financiero de este país: lo que de verdad se cotizaba era su nombre, incluso por encima de los artistas que tenía en nómina. “¿Te gusta mi nuevo cuadro? Es un Soledad Lorenzo”, se cuenta que alardeaban los colosos del pelotazo. Pero el éxito tiene un precio, y en su caso se tasó en noches sin sueño y muchas comidas saltadas en pértiga. “Todo el mundo me decía que estaba muy delgada, que tenía un aspecto horrible y parecía enferma. Estaba harta de que me lo dijeran y me estaba preocupando. Aquella era mi vida y no podía pararla así como así”. Durante una cena alguien la sentó al lado del fotógrafo Helmut Newton. Conocido por sus valkirias hipersexualizadas, había resaltado el erotismo de diosas de hielo como Catherine Deneuve o Charlotte Rampling. Con ella fue otra cosa. “Congeniamos. Él era un hombre complicado y a mí se me da bien la gente complicada: los artistas suelen serlo. Me habló de mi belleza con tal emoción que me devolvió la autoestima y pude seguir adelante sin preocuparme de lo que otros dijeran. En la foto aparezco fumando porque eso es lo que hacía constantemente esos días”. El retrato reposa en su piso del Madrid de los Austrias, un hogar en calma desde que cerró la galería. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero Soledad sigue siendo sooooo beautiful.