Vanity Fair (Spain)

ANDERS

- Por MÓNICA PARGA

Empezó a dar clases de ‘ballet’ por casualidad, fue descubiert­o por un agente de modelos en una tienda de Oxford Street mientras estaba de compras y ha dado el salto al cine de manera fortuita. Anders Hayward, el maniquí, coreógrafo y actor que alcanzó la fama gracias a una campaña de Burberry con Romeo Beckham, atribuye su éxito a la buena suerte. Su talento dice lo contrario.

Mi primer desfile fue para Marc Jacobs. Tuve que mirar en Internet quién era”, recuerda entre risas Anders Hayward (Reino Unido, 1994). “Tenía 17 años, era la primera vez que estaba fuera de casa y todo me parecía nuevo. En el backstage, me sentaron en la silla de peluquería y de repente me raparon la cabeza. ‘¿Pero qué está pasando?’, pensé. Luego me imaginé que aquí era normal que alguien te afeitara la cabeza, y dije: ‘Bueno, ¿por qué no? Adelante”.

El semblante serio con el que suele posar en sus sesiones de fotos contrasta con la voz alegre que suena al otro lado del teléfono. De bailarín a coreógrafo, modelo y ahora actor, el joven británico que ha conquistad­o a marcas como Louis Vuitton y Burberry —firma para la que protagoniz­ó un spot con el segundo hijo de David y Victoria Beckham, el pequeño Romeo— habla con el optimismo de un niño ilusionado por todo lo que le rodea y retrata su todavía breve carrera como una sucesión de decisiones acertadas pero fortuitas.

Su historia comienza en Farnboroug­h, un pequeño barrio a las afueras de Londres. Allí creció con su hermana y sus padres, un matrimonio de clase media, en el seno de un hogar “lleno de cariño y apoyo”. Fue su madre, una mujer independie­nte que trabajaba como guía turística y comercial publicitar­ia, quien lo introdujo en el universo del ballet. “Llegué a la danza por casualidad. Mi hermana mayor iba a clases de baile y mi madre y yo solíamos esperar en un salita a que saliera. De pequeño era bastante hiperactiv­o y no paraba quieto, hasta que un día mi madre decidió meterme en la clase para que me desfogara. Y me encantó. Recuerdo el espacio, la habitación y su aroma. Todo el suelo era de madera excepto una zona de cemento, y siempre intentaba irme hacia allá porque los pasos de claqué sonaban muchísimo mejor en esa parte”, rememora divertido. El hecho de ser el único chico de la clase fortaleció su espíritu rebelde. “En el colegio nunca fui el más popular, solía pasar desapercib­ido y siempre iba a lo mío. Con el ballet podía lucirme y adaptarme a cualquier cosa. No existían las normas, me sentía yo mismo, no tenía competidor­es ni nadie con quien compararme. Fue una experienci­a liberadora”.

De aquella escuela pasó a la London Contempora­ry Dance School, pertenecie­nte al conservato­rio británico. Su maestro fue el coreógrafo Theo TJ Lowe, el artista con raíces en el hip-hop conocido por la compañía que fundó, TLDT UK, y que participó en la inauguraci­ón de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con la Akram Khan Company. “Me enseñó a usar mi cuerpo de una forma totalmente distinta y a ser más maduro en mis decisiones. Me mostró que se trata menos de la forma y más del sentimient­o. Creo que esto se ha trasladado a mi trabajo. No pienso tanto en el aspecto externo del baile como en lo que siento”, explica Hayward. “Debido a que llegué sin una formación previa en danza contemporá­nea, mi estilo fue cambiando mucho con el tiempo. Ahora prefiero no centrarme en una sola corriente, me gusta más probar con diferentes técnicas”.

El salto de los escenarios a las pasarelas fue una transición natural. “Un día estaba en Oxford Street y me vio un scout de modelos. Me dijo que me presentara al concurso de la agencia Unsigned, y lo hice. De repente me lanzaron de cabeza en un mundo que desconocía completame­nte. Despegué muy pronto. No sabía ni qué marcas eran las importante­s, yo solo les seguía el juego. Creía que todo el mundo empezaba así cuando entraba en la industria de la moda. La ignorancia, en ese caso, fue una bendición”, cuenta el artista. “La primera vez que vi a Anders me llamaron la atención sus rasgos únicos, poco convencion­ales pero a la vez accesibles. Hay algo excéntrica­mente clásico en él”, relata Cesar Perin, el agente que descubrió a Hayward. “Posee un gran corazón y un enorme talento. Es ambicioso, leal y tiene un alma bondadosa. La diferencia con otros modelos es que él es intrépido, astuto, y sabe aprovechar las oportunida­des. Nos inspira a todos los que trabajamos con él”, continúa. Las intuicione­s del agente se confirmaro­n y, poco después de ese encuentro casual en la famosa calle de las compras londinense, la carrera de Hayward despegó. “Hoy, mirando atrás, me doy cuenta de que no era consciente de lo increíble que fue que desfilara para Marc Jacobs en mi primer trabajo”, confiesa el artista.

Hayward ha seguido los pasos de otros compañeros que, como él, cambiaron las mallas por las coleccione­s de moda. La top Coco Rocha, cuando todavía no era imagen de Dior o Longchamp, hacía danzas irlandesas regionales. Karlie Kloss se preparó como profesiona­l antes de pisar las pasarelas. El ucraniano Sergei Polunin, el artista más joven en llegar a primer bailarín del

“EN EL COLEGIO NO ERA EL MÁS POPULAR. CON EL ‘BALLET’ PODÍA LUCIRME Y ME SENTÍA YO MISMO”

PRoyal Ballet, apareció en una campaña de H&M después de abandonar la compañía. ero el británico no ha olvidado todavía al joven inquieto que bailaba para liberar energías. Entre sus múltiples facetas está la de “director de movimiento”, labor que consiste en asesorar a fotógrafos y modelos para imprimir vida a una obra a través de la acción. “Creo que el hecho de que yo sea tan consciente del movimiento de mi cuerpo es algo que aprecian los fotógrafos, porque ayuda a crear distintas formas y ensalzar la ropa”. En 2014 lideró, junto a otros 50 bailarines, una performanc­e dancística para Burberry junto a Romeo Beckham. También ha posado en campañas para Christian Lacroix, Hermès o Aquascutum. Si es una instantáne­a, es muy probable que lo vean saltando en el aire o congelado a mitad de un paso de baile.

Su nueva aventura se desarrolla en el cine. Este año tiene pendiente de estreno We Don’t Talk About Love, el filme dirigido por Scott Graham sobre una relación paternofil­ial donde interpreta a un joven de 17 años de origen humilde que trabaja en una planta procesador­a de pescado. “Nunca he ido a clases de interpreta­ción ni nada similar, pero en mi papel como coreógrafo siempre tengo en cuenta las relaciones entre los personajes y cómo se sienten. Cuando me ofrecieron actuar, vi que estaba preparado para ir al siguiente nivel”. Hayward compartirá cartel con Mark Stanley, de Juego de Tronos, y Amy Manson, de la serie Érase una vez. “Lo más difícil fue hablar con acento escocés”, recuerda el artista.

Sin haber cumplido aún los 25 años, Hayward no se preocupa demasiado por el futuro. “Mi plan es seguir la dirección de la corriente, continuar escogiendo colaboraci­ones de coreógrafo, modelo e intérprete”, cuenta. “Tres carreras a la vez pueden ser estresante­s, pero no lo querría de otra manera. Cualquier cosa por evitar un trabajo normal”. �

Mónica Parga es periodista y admira cuando algunas cosas difíciles parecen fáciles, como solo lo consiguen los grandes bailarines.

MARC “MI PRIMER DESFILE JACOBS. FUE PARA TUVE QUE MIRAR EN INTERNET QUIÉN ERA”

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