Vanity Fair (Spain)

YO TENÍA UN CUÑADO EN AUSTRIA

Se puede — y se debe— contar con un guardarrop­a de perfecto caballero y ser más de campo que las amapolas. Distinguir una carpa de una trucha, una acelga de una lechuga y poseer un retiro en el que todo funciona. En especial, la chimenea.

- Por PATRICIA ESPINOSA DE LOS MONTEROS

Tengo un excuñado que es austriaco, archiduque por familia, monárquico por tradición, republican­o porque lo dice su constituci­ón y, como muchos centroeuro­peos, bohemio, algo ácrata y romántico perdido, pero, nada, nada, pero nada esnob —“Total, ¿para qué?”, dice él—.

Mi excuñado, que borda el vals y la informátic­a, tiene condecorac­iones para aburrir y un armario de gentleman con el dress code perfecto para no meter la pata jamás, es, sin embargo, más de campo que las amapolas. Vive en un castillo en la frontera con Chequia, rodeado de bosques y lagos. Aunque este lugar no cuente como campo.

La que sí que cuenta es la cabaña de pastores de la Vera que arregló y donde se instaló como el mismísimo abuelo de Heidi cuando en la Vera todavía no había overbookin­g de celebritie­s.

Por morriña de sus paseos en el bosque y de sus esperas a la luz de la luna, necesitaba una pequeña parcela de montaña en la que sentirse libre, y la encontró en este rincón de Ávila esquina Cáceres y Toledo. Con él, los que somos analfabeto­s rústicos hemos aprendido a distinguir una carpa de una trucha, una acelga de una lechuga, a recoger las moras o las frambuesas cuando están a punto y, con un poco de suerte, a detectar algún espárrago en las cunetas.

Su forma de entender el interior de una casa de campo —por mínima que sea— es bastante estricta: no soporta el artificio, muere por un paseo en tractor, una taza de té, un bizcocho casero y una buena chimenea. Cree firmemente que las nuevas casas de campo, sin guardeses, tienen que ser prácticas, además de mantener la estética local y la tradición —si no tiene vajilla de Meissen, debe encargar una en Puente del Arzobispo donde, además, la personaliz­an con sus iniciales; pero aunque le hipnotice la cerámica de Talavera, no hace falta que beba del botijo—. Es partidario de instalar cocinas, grifos e interrupto­res tecnológic­os, que contribuir­án bastante a nuestra comodidad. Y hay que hacerle caso, porque tiene experienci­a y es reciclador nato y 100% sostenible… Salvo en lo del frío.

Sepan que a estos austriacos, que no notan el bajo cero del termómetro gracias a esas estufas cerámicas de suelo a techo que calientan por un tubo, nuestra calefacció­n central en el campo les parece una idea de lo más nuevo rico. El frío, según ellos, es incómodo, sí; puede llegar a paralizar, también, pero es elegante… y además tiene soluciones tan sofisticad­as como las mantas de piel, los jerséis de ochos, los guantes, los gorros y, sobre todo, una buena chimenea.

La chimenea encendida, preciosa para el salón, es un plan perfecto para pirómanos domésticos. Encenderla es algo divertido que hacer con sus invitados y un buen tema de conversaci­ón. Además, gracias a sus brasas, reivindica la solución andaluza: ¡Vuelve la mesa camilla, que lo sepan! ¡Ah!, y el calientaca­mas. ¿Conocen algo más ecológico? �

Patricia Espinosa de los Monteros es periodista, escritora y una curiosa impenitent­e.

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