LA NOVIA DE LA CONTRACULTURA
WINONA RYDER, la actriz que abrazó a Eduardo Manostijeras y a la que Hollywood dio la espalda.
En ‘Bocados de realidad’, Ethan Hawke le explicaba el significado de la ironía como si la actriz no viviese atrapada en ella: cuanto más se rebelaba contra su etiqueta de “novia de la generación X”, más se enamoraban de ella. Hoy, Winona Ryder pide que la dejen hacerse mayor, pero los amores platónicos nunca pueden alterarse.
Al final de Eduardo manostijeras, Kim — Winona Ryder— bailaba bajo la nieve con los brazos abiertos como la muñeca de una caja de música. Así es como ella quería que Edward la recordase, a pesar de ser ya una anciana, porque sabía que jamás estaría a la altura del amor —imposible, inmaculado, incondicional— que él sentía por ella. En Here With Me, el videoclip de The Killers también dirigido por Tim Burton, Ryder era una muñeca de cera. Desde entonces, los miembros de la generación X tampoco han permitido que su amor platónico oficial sea otra cosa que una musa y, como tal, un objeto pasivo.
A finales de los ochenta, Ryder era la novia de la contracultura. Personificaba un tipo de chica a la que el cine comercial no había prestado atención: intelectual sin ser pardilla, sarcástica pero delicada, fan del grunge pero inofensiva. Sin embargo, el público no se obsesionó con su cerebro sino con su cuerpo y la actriz perdió la virginidad una y otra vez —en Sirenas, en Gran bola de fuego, en Heathers, escuela de jóvenes asesinos, en Drácula— y en la vida real con Johnny Depp. Más que una declaración de amor, el “Winona Forever” que Depp se tatuó en el brazo trascendió como un eslogan. En aquel momento, “Forever” no significaba nada para la juventud. ¿Pero qué significaba Winona?
Su compañera de reparto en el manifiesto explícito de la generación X, Bocados de realidad, Janeane Garofalo, la analizaba mediante sus pretendientes: “Los niños, los frikis, los ejecutivos, los cómicos, los coleccionistas de libros, los atletas. Todos tienen un póster de Winona”. Para una juventud obsesionada en encontrar lo auténtico —la generación X propulsó la telerrealidad, el grunge y el cine indie—, Winona era lo más real que había en Hollywood y ella misma criticaba a la industria: “Los actores parecen tener un look para todo. El look sexy, el look furioso, el look inocente. Todo es tan calculado, todo es una pose. Nada proviene del interior”. Con 19 años, la actriz definía como “cursiladas” las películas adolescentes de John Hughes y aseguraba que si algún periodista volvía a describirla como “peculiar”, le pegaría un tiro.
Winona era tan auténtica que compartió sus diarios personales con Rolling Stone, cuya portada — pelo corto despeinado, ojos de gacela, peto vaquero— acabaría funcionando como el emblema del mito de Winona Ryder. “Me acostumbré a que la gente me dijese quién soy. Era Winona, era precoz, era adorable, era sexy”, lamentaba con solo 23 años. Hasta Courtney Love gritaba en sus conciertos que temía que Kurt Cobain la dejase por la actriz. En aquella época Audrey Hepburn solía enviarle vestidos y, como ella, Winona pasó a la posteridad como un accesorio cultural. Aunque sus inquietudes intelectuales la llevaron a levantar adaptaciones de clásicos literarios — Drácula, La edad de la inocencia, Mujercitas, El crisol—, Hollywood nunca la tomó en serio como fuerza creativa.
Cuando finalmente expuso esa fragilidad que tanto atraía al público —sufría depresión y le angustiaba sentir que no tenía derecho a ello por su privi-
legio— e incluso produjo y protagonizó una película sobre los trastornos mentales, el mundo miró hacia otro lado. Literalmente, porque fue Angelina Jolie quien recibió todos los premios por Inocencia interrumpida y Winona acabó, a los 30 años, convertida en un chiste cuando la detuvieron robando en una tienda. Los calmantes —se había roto el brazo—, antidepresivos y ansiolíticos le hicieron olvidar que tenía que pasar por caja, pero la historia que se escribió fue otra. “Conté mi experiencia con la ansiedad y la depresión y surgió la percepción de que estaba loca”, explicó el año pasado. “Y me he dado cuenta de que es literalmente imposible cambiar esa historia. Pasé de adolescente rara a duendecilla abandonada y de ahí a mujer con la que no sabían qué hacer”. Winona interrumpida.
En 2010, regresó interpretando a una bailarina acabada en Cisne negro, donde trataba de advertirle a Natalie Portman —por otra parte su heredera natural: musa adolescente en Beautiful Girls, pizpireta inestable en Algo en común— de que a ella también le llegaría su hora. Protagonizó Experimenter, el biopic del psicólogo Stanley Milgran, y lamentaba que aunque en las entrevistas hablase sobre Milgran y sobre la banalidad del mal luego solo incluían referencias a su ascenso a la fama, su caída, sus escándalos y Johnny Depp. En 2015, David Simon, el creador de la miniserie Show Me a Hero, le pidió que no pusiese “esos ojos de Winona” y la web satírica The Onion —similar a El mundo today— publicó el titular “Winona Ryder por fin accede a acostarse con la generación X”.
Cuando consiguió volver a llamar la atención del mundo con Stranger Things, la narrativa en los medios fue que “Winona se ha hecho mayor”. Tenía 45 años. Su personaje, Joyce, encaja en la imagen que el público siempre tendrá de la actriz: es una marginada —madre soltera, pobre, con enfermedades mentales— tan frágil e incomprendida como aguerrida. Pero su motor ya no es la búsqueda del amor sino de su hijo desaparecido, y el espectador sabe todo lo que necesita saber sobre Joyce —que fue la chica más guapa del instituto, que todo giró en torno a ella hasta que dejó de hacerlo y que jamás pudo estar a la altura de lo que los chicos proyectaron sobre ella— porque la interpretaba Winona. Durante una entrevista, explicó que el guion de Escuela de jóvenes asesinos fue el primero donde se la describía como “guapa” y un camarero interrumpió para aclararle que “usted es muy atractiva”. Tres décadas después, el mundo sigue sintiendo la necesidad de protegerla.
En Eduardo manostijeras, Kim le pedía al monstruo que la abrazase, pero él respondía “no puedo”, como si Edward supiese que cuando el amor platónico se materializa solo puede causar dolor. Del mismo modo, el mundo nunca supo cómo querer a Winona.
Cuando finalmente expuso su fragilidad en ‘Inocencia interrumpida’, el público miró a Angelina Jolie