AMOR EN TIEMPOS DE CÓLERA
En medio del clima de polarización que vive el país, 16 personalidades, políticamente en las antípodas pero con una relación de afecto beneficiosa, cuentan sus historias.
España vive un clima de polarización, crispación y disenso. La fragmentación partidista, la moción de censura y la crisis constitucional de Cataluña han provocado la contaminación del debate político. Hoy, el diálogo debe intensificarse. Por eso, EVA LAMARCA ha reunido a 16 personalidades que, aunque políticamente están en las antípodas, han tejido una relación de afecto beneficiosa para ellos que ha revertido positivamente en el conjunto de la sociedad. Aquí, sus historias.
Hubo un gesto. Un diputado de Podemos subió a la tribuna del Congreso de los Diputados y con la sonrisa apurada temblándole en los labios afirmó: “Nunca pensé que fuese a decirle algo así a alguien en esta cámara y menos a un diputado del PP: lo vamos a echar de menos. Le voy a decir algo que creo es de las cosas más bonitas que se le puede decir a alguien: es usted una buena persona y le pone calidez humana a este sitio”. Alfonso Candón, el político del PP agasajado, sonreía emocionado a su compañero Alberto Rodríguez cuando el hemiciclo estalló en una ovación. Una aclamación al desconcierto. Porque en los últimos años la fragmentación partidista, la repetición electoral, la moción de censura a mitad de legislatura o la enorme crisis constitucional de Cataluña han provocado la contaminación del debate público social y político. Tanto, que en el hemiciclo ha habido hasta gestos de escupitajos lanzados al contrario. Tanto, que en la calle y desde los medios nos hemos arrojado los unos a los otros las banderas, la patria, la memoria histórica y hasta la lucha feminista. El politólogo Pablo Simón escribía: “Cuando las fronteras de la competición electoral no están definidas, la polarización es la estrategia ganadora”. “¿Estás conmigo o contra mí?”, resumía uno de nuestros insignes políticos. ¿Es esto lo que queremos? No lo parece. Según el último sondeo de GAD3, España empieza a mirar con otros ojos a Cataluña. Si hace unos meses la mitad de los españoles apostaba por aplicar de nuevo el 155 para resolver el conflicto catalán, ahora más de la mitad se inclina por el diálogo como la única salida a la crisis territorial.
Cuando Jürgen Habermas —el filósofo vivo más importante de Alemania— recibió en 2001 el Premio de la Paz, acertó a decir lo que quizá sea el resumen de su pensamiento: “El diálogo debe intensificarse y tiene que hacerse de manera distinta de como se ha llevado hasta ahora”. Un diálogo que tiene que servir para comprendernos. Es decir: para entendernos a nosotros mismos y a los demás. La política precisa legitimarse desde el poder comunicativo. Y quizá la empatía, la amistad o el amor sean el punto de partida necesario para hacerlo.
Por eso, en medio de este clima de polarización, crispación y disenso, hemos querido juntar a personas que, aunque se encuentren políticamente en las antípodas, han logrado tejer una relación de cariño que, además de ser beneficiosa para ellos, ha revertido positivamente en el conjunto de la sociedad. Les hemos hecho reflexionar sobre cómo y por qué hemos llegado a esta crisis política que —según señala en su último libro Alfonso Guerra— alcanza un punto existencial. “Fue cuando Podemos irrumpió en el panorama político. Introdujeron la dialéctica de la casta, del enemigo. Empezaron a señalar culpables”, destacaron unos. “Fue cuando Ciudadanos elevó el volumen, el tono de la conversación”, expusieron otros. “Fue cuando los viejos partidos, escorados por los nuevos, se vieron sacudidos y empezaron a extremar posiciones”. “Fue cuando llegó Vox”.
Les hemos hecho pensar si las redes sociales y los medios tradicionales hemos contribuido a amplificar el ruido, a elevar la crispación, poniendo el acento en lo coyuntural y lo anecdótico y no en lo fundamental. Los hemos cuestionado. A ellos, a sus partidos —que han llegado a penalizar el entendimiento entre contrarios— y sus decisiones. Porque no siempre han sido un remanso de paz y sentido común. “Bueno, sí, soy peleón. Y a veces me puedo pasar, lo sé”, confesaba un cariacontecido Rafael Hernando. Pero nadie puede negar que su complicidad y saber hacer con su colega, el portavoz del PSOE en el Congreso, Antonio Hernando, fue positiva para el país. “Tenemos que sentarnos a pensar dónde estamos y adónde queremos ir… Nos hace falta generosidad y humildad. Hace falta bajar el tono. Si en las formas fallamos, es más difícil que nos encontremos en el fondo”, reflexionaba Borja Sémper.
Por esa razón en este porfolio asistirán a verdaderos momentos de seducción. De Guillermo Mariscal y Coralí Cunyat aportándose razones para comprenderse y que los comprenda su entorno. De Joan Tardà —republicano, catalanista— y José Manuel García-Margallo —monárquico, nacionalista español— ofreciéndose a debatir en catalán y citando a Salvador Espriu.
Íñigo Errejón admitía en público: “Aunque saquemos las urnas de nuevo, todo podría seguir igual hasta que aprendamos a entendernos entre diferentes”. No estamos tan lejos de conseguirlo. Por ese motivo, en una rareza periodística, hemos puesto esta vez el foco en historias amables, hasta ñoñas si quieren, historias —oh, Dios mío— de superación humana, intelectual. Porque quizá nosotros también estemos contando siempre el mismo lado de la historia, la del enfrentamiento y la guerra, y omitiendo que hay amor en tiempos de cólera y que puede servirnos para avanzar. En el origen hubo un gesto. Aquí, muchos más.