Vanity Fair (Spain)

SIEMPRE NO S QUEDAR Á CEL INE

- POR PALOMA SIMÓN

Verner Panton vestido de negro y con mocasines en un retrato de los años sesenta transmite la actitud —elegante pero relajada— que define esta temporada, la de un hombre que posa para la foto el tiempo justo antes de seguir a lo suyo, ya fuera diseñar la silla Heart Cone o los estampados que acabarían en la colección primavera-verano 2019 de Dries Van Noten. Una estación en la que los trajes se aligeran —los de Kim Jones para Dior Homme constituye­n un ejemplo ilustrativ­o— y las prendas deportivas son omnipresen­tes. Sea porque las zapatillas son un artículo de lujo —culpe a Demna Gvasalia, cuyas sneakers de 695 euros han contribuid­o a ese aumento del 108,1% en los beneficios de Kering, grupo propietari­o de Balenciaga— o porque el DJ reconverti­do en gurú del streetwear Virgil Abloh es el diseñador de la división masculina de Louis Vuitton —y una de las personas con más ascendente sobre su guardarrop­a—, zapatillas y sudaderas son sinónimo incontesta­ble de estatus. No es probable que los pantalones cortos —cortísimos en el caso de Prada— estén cerca de ser aceptados en la oficina, pero todo se andará. Solo hay una norma a la que atenerse en estos meses de motivos naif como los de Loewe, y es la del “a veces, siempre, nunca” que prescribe qué botón de la chaqueta debe llevar abrochado. Y si la deriva casual no le convence y cree que nada envejece peor que un hype, su hombre es Hedi Slimane. Veinte años después, sus trajes —ahora con la etiqueta Celine—, esos que empujaron a Karl Lagerfeld a hacer dieta —no por repetida hasta la saciedad la anécdota deja de describir a la perfección las pasiones que despierta el diseñador parisino—, son todo lo que necesita. Y encima, unisex.

Paloma Simón es editora de Moda y Estilo.

Esta primavera-verano, los trajes se aligeran y las prendas deportivas son omnipresen­tes. Si busca un traje clásico — pero moderno—, su casa es Celine

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