Cruzada contra el plástico
Un viaje por Grecia le hizo descubrir el drama de la contaminación de los océanos. Ahora, se suma a un movimiento al que ha arrastrado a su padre, el financiero colombiano Andrés Piedrahita.
El verano pasado, durante unas vacaciones en Grecia, me impactó mucho ver las playas llenas de basura. Era un desastre. Mi familia y yo recogimos lo que pudimos. ¡Acumulamos montañas de residuos! Desde entonces, en mi casa no se usa el plástico. Mis padres están involucrados en la lucha y yo estoy volcada en abrir los ojos a mi generación sobre este problema. ¡Nos cargamos el mundo!”. Natasha Piedrahita (Connecticut, 1997), hija del financiero colombiano Andrés Piedrahita y la norteamericana Corina Noel, heredera de una de las familias más ricas y discretas del noreste de Estados Unidos, ha aterrizado hace unos días en Madrid procedente de Washington. En 2015, se mudó allí para cursar un grado de Justicia y Paz en la Universidad de Georgetown, donde actualmente también estudia su hermana pequeña, Sofía, así como otros cachorros de la jet set española, como Mencía Fitz-James, hija de Isabel Sartorius, o Borja Prado, hijo del presidente de Endesa. “Echo de menos a mi familia. Me encanta volver a casa”, dice. Sus progenitores residen en una espléndida mansión de la urbanización de Puerta de
Hierro, con cine, discoteca y bar, donde se han celebrado algunas de las fiestas más exclusivas de la capital.
La joven está un poco nerviosa, es su primera entrevista y también su primera sesión de fotos. Nadie lo diría, porque posa sin miedo ante la cámara. Se define como una chica muy aplicada y exhibe una poderosa sonrisa que se rompe cuando le pregunto por el terremoto que sacudió a los Piedrahita en 2008. Su padre acaparó los titulares de la prensa económica por haber distribuido parte de los fondos fraudulentos del bróker Bernard Madoff entre las fortunas españolas a través de la gestora Fairfield Greenwich Group. Alicia Koplowitz, Juan Abelló o Manuel Jove son algunos de los nombres de los afectados en nuestro país por la mayor estafa piramidal de la historia. Aunque no hubo juicio — la Fiscalía Anticorrupción archivó la causa al no apreciar indicios de delito—, su mujer y sus hijas sintieron la presión acusadora de los medios de comunicación.
A pesar de su juventud, Natasha resulta segura, firme y carismática. Y no se amilana ante mis preguntas: “¿Cómo vivió su familia que los relacionaran con aquel fraude?”. “Sabría que esa pregunta saldría, pero no voy a hablar de mi padre. Yo era muy pequeña”, contesta. Ella prefiere hablar de su lucha contra el plástico, porque desde que se topó con el problema global de la contaminación de los océanos se ha convertido en una ecoinfluencer que aboga por la sostenibilidad e invita a la acción a todo aquel que quiera dejarse seducir. “Quiero influenciar, pero entiendo que haya gente que lo vea como algo negativo. En las redes hay muchos perfiles con finalidad comercial. El mío no. No estoy interesada en mostrar mi vida. Prefiero tener 200 seguidores, pero que mi mensaje llegue de verdad”, expresa.
Roaming Stones (@roaming.stones), la cuenta de Instagram que abrió para recomendar los sitios favoritos de los muchos países a los que viaja junto a su familia, se ha terminado convirtiendo en una comunidad virtual donde expresa su preocupación. Entre sus seguidores: Talita von Fürstenberg, sobrina de Marie-Chantal Miller, o Silvia López- Madrid, nieta del constructor Juan Miguel Villar Mir. Su plan es que esta plataforma se transforme en una web. Natasha colabora con The Blue SOS, una start up que busca implementar la sostenibilidad en la industria textil. La joven es la última en unirse a un movimiento que cuenta entre sus acólitos con Leonardo DiCaprio, Al Gore o la reina Sofía.
Es políglota —habla español, inglés, francés, portugués y un poco de italiano— y tiene grandes planes de futuro: “Cuando me gradúe este año, quiero hacer un máster en gestión de hoteles, mi verdadera pasión”. A pesar de la ventajosa posición económica de su familia, Natasha quiere conseguir sus objetivos por ella misma. “He hecho prácticas en la cadena de Kike Sarasola, que es un gran jefe, y en The Mark, un cinco estrellas de Manhattan. Otro sueño es entrar en la cadena de hoteles de Ian Schrager, el fundador de Studio 54. Sé que trabajando mucho conseguiré mi objetivo”, asegura. ¿Y cuál es? “Dentro de 10 o 15 años me encantaría tener mi propio hotel. No sé dónde, si en la playa o en la ciudad, pero tengo muy claro que será sostenible y cuidará del medioambiente”.
“Dentro de 10 o 15 años me gustaría tener mi propio hotel. Sería sostenible, claro”