Piru Fernández de Araoz
La nieta de Gregorio Marañón y tía abuela de Sofía Palazuelo, duquesa de Huéscar, recuerda el irrepetible verano de 1962 , en el que surcó el Mediterráneo junto a Dalí y Gala, Luis Miguel Dominguín, Robert Graves y la princesa Domitila Ruspoli.
Esta fotografía me trae muy buenos recuerdos. Era el verano de 1962. Un gran amigo nos invitó a mi marido y a mí a navegar en su barco desde Palma de Mallorca hasta Italia. Éramos un grupo singular. Uno de los que viajaba con nosotros era el torero Luis Miguel Dominguín, a quien yo apenas conocía personalmente, aunque lo admiraba y lo había aplaudido mucho en los ruedos. Me impresionó desde el primer momento. Era un hombre inteligente, sensible e intuitivo. También se embarcó el escritor Robert Graves. Nos amenizaba comentando Yo, Claudio, su obra de plena actualidad en aquellas fechas, y se paseaba por cubierta con un gran sombrero negro de ala ancha. El resto de los pasajeros eran la princesa Domitila Ruspoli, Salvador Dalí y su esposa, Gala.
Dalí, original y lleno de personalidad, era muy interesante y un gran conversador. Entre amigos, desprendía una enorme naturalidad. Gala, más difícil de carácter, no encajó en el viaje desde el primer momento. Le incomodaban los horarios, las comidas y la navegación. Al cabo de unos días, desembarcó en el primer puerto que encontramos y se quedó ahí, rodeada de un magnífico equipaje de Louis Vuitton. Nunca más volvimos a saber de ella ni se la volvió a mencionar. Pienso que la única que se quedó preocupada por ella fui yo.
A la vuelta, Dalí nos recibió en su casa de Cadaqués de una manera un tanto surrealista, vestido con una hopalanda y una flor de hibisco detrás de la oreja, en una estancia llena de almohadones de vinilo transparente rellenos de gas que flotaban de suelo a techo, lo que daba la sensación de entrar en un espacio de burbujas. Conservo esta foto con mucho cariño en mi finca Los Molinillos. Me evoca unos veranos mediterráneos, únicos e irrepetibles”.