‘La pell de brau’
Joan Tardà (ERC) y José Manuel García-Margallo (PP)
Es mediodía. El sol se aferra a todo con ardor y a pocos metros se evapora el último pleno de la XII legislatura. José Manuel García-Margallo, exministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, luce banderas españolas en el reloj, la corbata, los tirantes… Joan Tardà, ERC, el lazo amarillo del independentismo. “Acérquense más”, pide el fotógrafo. “¡No! Yo ya no me pego más”, espeta entre risas Tardà. Margallo apunta: “Esto es como un día que estaba comiendo con Junqueras y cerca andaba Puigdemont. Lo saludamos y me dijo: ‘Muy bien os lleváis’. Le contesté: ‘Es que tendríamos que querernos todos un poco más’. ‘No te equivoques — me corrigió—, no se trata de amor, se trata de sexo’. Le respondí: ‘ President, por España lo que sea, pero por ahí no vamos a ningún lado…”. Es decir, hay un límite, pero, antes de ese límite, Margallo, por ejemplo, se ha avenido en varias ocasiones a debatir en catalán —“Yo veraneaba en Benidorm, estuve casado con una valenciana, así que entiendo perfectamente”— y cita un verso de Espriu: “Mantengamos abiertos y seguros los puentes del diálogo”. Ambos parecen capaces de ponerse en los zapatos del otro, de comprender y estimar sus razones. “Cataluña tiene una enorme personalidad. No verlo es un error”, asume el exministro. Tardà le concede: “Es que ni tú ni yo nos dejamos llevar por los prejuicios imaginarios de los que terminamos siendo esclavos. Citas a Espriu y yo he echado de menos al mundo intelectual español. Se ha inhibido de la conversación, no sé si por miedo a tomar partido; pero hay que resolver un problema que si en 2004, con el debate del Estatut, era difícil, en 2019 lo es más”. “Ya lo decía Cambó — cabecea Margallo—. Hay una realidad catalana innegable y una realidad hispánica de esa realidad catalana también innegable. Negar la realidad hispánica es el separatismo, negar la catalana es el asimilacionismo. Hay que armonizarlas. Si no, seguiremos en conflicto”. Conversan conscientes de que es tiempo de puentes rotos, de juicios, pero también de construir puentes nuevos y seguros. Como Espriu pedía para Sepharad.