“SI NOSOTROS CONGENIAMOS, ES PORQUE SOMOS DOS PERSONAS LLENAS DE MATICES Y DE DUDAS” ( BORJA SÉMPER) Las puertas
Bárbara Goenaga (actriz) y Borja Sémper (PP)
Un mediodía de febrero, ella — actriz y pareja de él, político del PP—, tras leer que Albert Rivera — presidente de Ciudadanos— salía con la cantante Malú y observar las respuestas encendidas de los internautas, tuiteó: “Vamos a ver, ¿que se discrepe en algunos planteamientos políticos significa un problema en una pareja?”. En el circo se desató el fanatismo. “¡Qué vergüenza de vasca eres! Siempre tan de izquierdas y querer a una persona que solo piensa en España”, decía el ruido al otro lado de la pantalla. Una versión parecida a lo que musitó el amigo común que los presentó cuatro años atrás: “Aquí se cae Euskadi”.
— Los prejuicios nos hacen polvo — suspira ella—. La gente te dice: “¿Pero cómo dos personas con ideas tan diferentes pueden estar juntas?”. ¿Diferentes? Bueno… A mí el problema me parece estar con gente que piensa como tú. El problema es no poder discutir con alguien a quien quieres, a quien respetas y con quien compartes unos valores básicos. A mí todo me une a Borja: desde su amor a la cultura, sus ganas de saber, de cuestionar, la alegría que tiene… Esas son las cosas indispensables.
— Hay barreras — dice él con un desconcierto suave— que parecen muy sólidas, pero que son irreales. Es como si hubiera unos compartimentos estancos entre colectivos (el de Bárbara, actriz vasca de referencia, identificada con el mundo euskaldún, y el mío, el del PP de Guipúzcoa), cuando luego la realidad, afortunadamente, es mucho más natural y más libre. Porque, más allá de los estereotipos, las personas somos muy complejas. Y si nosotros congeniamos, es, fundamentalmente, porque somos dos personas llenas de matices y de dudas.
Descubrirse, más allá de esos compartimentos estancos profusamente declamados, le ha permitido a él, por ejemplo, conocer una realidad donde el euskera no es de nadie —“Y ahora me apetece mucho terminar de aprenderlo”, confiesa—. A ella, por ejemplo también, cuidarse muy bien de tener una respuesta única y tranquilizadora a las preguntas que le puedan hacer —“Hay muchos temas muy complejos sobre los que no tengo una opinión y que, sencillamente, estoy pensando”—.
¿Y si ellos habían podido hacerlo sin que Euskadi se rompiera, por qué no podían hacerlo también los demás? Les pidieron a sus amigos del cine y del Gobierno que se sentaran a hablar: “Sabíamos cómo respiraban y nos parecía absurdo que no hubiera comunicación entre una industria objetivamente importante para España y el Gobierno de su país”. Dejaron entreabierta una puerta para el diálogo. Y las puertas entreabiertas, como dice su admirado poeta Karmelo Iribarren, suelen ponerse irresistibles.