Vanity Fair (Spain)

Rocketman con los pies en la Tierra

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l final de la trilogía Matrix, Neo —la anomalía— tuvo que morir para integrarse en la maquinaria —el sistema—. Esta resolución, confusa para cualquiera que esperase un final feliz made in Hollywood, responde en realidad a preceptos informátic­os —todo intruso digital debe ser absorbido por el programa para que la siguiente versión de ese programa resulte más efectiva—, pero puede funcionar como una alegoría cultural. Todo agente subversivo, ya sea Almodóvar, Warhol o Palahniuk, acabará formando parte del mainstream. Y así es como el mainstream evoluciona: integrando, asimilando y neutraliza­ndo a sus disidentes. Elton John sirve como parábola de este ciclo de la vida cultural: una rockstar extravagan­te que ha terminado sonando en Kiss FM, dando conciertos en Marbella y reuniéndos­e con Putin.

Reginald Dwight era “un tipo regordete, de aspecto un poco descuidado”, según recuerda uno de los ejecutivos de la discográfi­ca en la que Elton se presentó en 1967, con 20 años, para La película sobre Elton John, coincide con la retirada de uno de los músicos más rompedores del siglo XX. Aunque ahora, cuando sus canciones suenan en los ascensores y las consultas de dentistas de todo el mundo, cueste creerlo. finanzas—, Elton recurrió a una estética de fantasía que además disfrazaba el hecho de que los tipos con su cara, su cuerpo y su —ausencia de— pelo nunca podrían ser estrellas del rock.

Él era un británico que se atrevía a deconstrui­r con sus looks extravagan­tes mitos culturales americanos —Ronald McDonald, el pato Donald, el uniforme de los Dodgers recreado con lentejuela­s—, a evocar épocas de exceso —Maria Antonieta, tocados con frutas en la cabeza o estética glam: plumas, licra y plataforma­s— y a reescribir la masculinid­ad —militar, cuero, gafas en homenaje a Buddy Holly, pero incrustada­s con pedrería—. Cuando tituló su séptimo álbum, Goodbye Yellow Brick Road, sobre una estrella del pop que lo dejaba todo y abría una granja, no se estaba identifica­ndo con Dorothy, sino con todos los personajes de El mago de Oz: Elton John era el león cobarde, el espantapáj­aros, el hombre de hojalata, las dos brujas y, por supuesto, el mago detrás de la cortina.

En 1976, reconoció su bisexualid­ad desde la portada de Rolling Stone, en una entrevista en la que también confesó su aprensión a terminar “entretenie­ndo a las masas a los 45 años en Las

 ??  ?? A la izquierda, Elton John, en su casa de Londres, en 1973. A la derecha, el actor Taron Egerton.
A la izquierda, Elton John, en su casa de Londres, en 1973. A la derecha, el actor Taron Egerton.

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