EL HALLAZGO DE ‘FLEABAG’ ES EL RETRATO DE LA CRUDEZA COTIDIANA A TRAVÉS DEL HUMOR Y LA IMPREVISIBILIDAD
l segundo episodio de la primera temporada de Fleabag arranca con su protagonista, interpretada, creada y escrita por Phoebe Waller-Bridge (Londres, 1985), sentada en un vagón de metro rodeada de gente. Al ritmo de la banda sonora, el resto de pasajeros se contrae una y otra vez en una mueca a medio camino entre la carcajada y la agonía para volver al momento a una expresión neutra. Fleabag —así se llama también la protagonista— observa atónita la coreografía hasta que mira a cámara y se dirige, como hace habitualmente, al espectador, rompiendo la cuarta pared, para dar una explicación a la rareza que está contemplando: “Creo que me va a venir la regla”. Esa secuencia, que mezcla lo cotidiano del metro, lo raro de los gestos al compás y la procacidad del chiste que desbarata la intención de tomarse a sí misma demasiado en serio, define a la perfección el estilo de WallerBridge y su agudeza como autora.
Cuando allá por 2012 la Hannah Horvath de Girls les decía a sus padres que quería ser la voz de su generación, “o de una generación”, para pedirles que siguieran costeándole la vida en el primer episodio de la serie de Lena Dunham, Phoebe Waller-Bridge ya andaba preocupada por dar con la suya, una voz no a la medida de los de su quinta —o de una quinta—, sino de ella misma. Tras varias incursiones teatrales, con Fleabag —en su versión teatral (la original)— ganó el primer premio del festival Fringe de Edimburgo en 2013. El éxito atrajo a los ejecutivos de la televisión pública —igualito que aquí— hasta el Soho Theatre de Londres donde representaba el monólogo. ¿El resultado? Dos series creadas y protagonizadas por ella: la primera, Crashing, sobre un grupo de veinteañeros que se instala en un hospital abandonado; la segunda, la adaptación a televisión de Fleabag, la historia de una chica, dueña de una cafetería, que utiliza el cinismo para distanciarse de su vida, recién sacudida por la muerte de su mejor amiga. Y de su relación desprejuiciada con el sexo. Y de su relación contaminada con su familia. Y de lo que quiera contarnos en cada momento, porque el gran hallazgo de Fleabag es el del talento para la narración y el retrato de la crudeza cotidiana a través del humor y la imprevisibilidad de su creadora.
De esto último tiene tanto que en su siguiente proyecto, en lugar de regodearse en la primera persona, se distanció de sí misma en fondo y forma. Mientras todo el mundo quería ver la segunda temporada de Fleabag, ella se puso con Killing Eve —en España en HBO—, la adaptación de las novelas homónimas de Luke Jennings, que narra una retorcida y divertida historia de amor entre una asesina psicópata y la encargada de atraparla.
¿Quién no querría volver a su relato íntimo y cotidiano tras desbarrar con la serie protagonizada por Sandra Oh y Jodie Comer? La propia Waller-Bridge, que además de tener otros proyectos en marcha —entre ellos una serie para HBO— sentía que había dejado cerrada la historia de Fleabag. Pero ha encontrado una veta para la segunda temporada —que podremos ver desde el 17 de mayo en Amazon Prime Video— tan imprevisible como los avatares de Killing Eve: ha enfrentado a su protagonista con la fe. Y ha perjurado que esta nueva entrega y las seis semanas en las que representará el monólogo en Broadway —ahora mismo en cartel— supondrán el fin del personaje que la ha traído hasta nosotros. WallerBridge está a punto de matar esa carcajada cotidiana, cínica, humana, amarga y dolorosa, como la de los pasajeros de ese vagón de metro, con la que nos conquistó. Quien, como yo, llore su pérdida siempre podrá culpar a la regla de sus lágrimas. Paloma Rando colabora en ‘Vanity Fair’ y como Eve también se dejaría seducir por una psicópata que le enviara ropa cara de su talla.